Tal vez...?

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UNOS MINUTOS ANTES... 

Había perdido la cuenta de las veces que había leído aquella carta. 

Me encontraba en la cocina de mi Templo acompañado de Kardia, quien para variar, había hecho otra de sus apariciones furtivas en mis dominios para asaltar mi despensa, especialmente el lugar donde guardaba las frutas. Me encontraba inquieto desde que había recibido la misiva escrita de puño y letra de la joven a la cual había conocido en la misión que me llevó a Francia en aquella oportunidad, y desde eso hacía una semana ya. En la misma, ella me informaba que próximamente viajaría a Grecia por cuestiones relacionadas con trabajo, y que en un par de semanas estaría arribando a estas tierras. 

Kardia disfrutaba de una deliciosa y apetecible manzana sentado sobre la mesa de la cocina, mientras descansaba sus piernas, las cuales se encontraban estiradas y apoyadas sobre una de las sillas del lugar. Con un aire despreocupado, el Escorpiano me preguntó sin tapujos: 

_Vamos, ¿qué ocurre, Degel? ¡No vas a decirme ahora que te arrepientes de haberle enviado esa carta a la francesita! ¿Acaso temes no saber lo que vas a decirle cuando la tengas frente a ti?  ¡Ya olvídate de esos tontos miedos! ¡En cuanto la veas, sabrás qué hacer!_ , exclamó sin una pizca de duda en su voz, al mismo tiempo que le daba una mordida a una manzana que había tomado de la frutera.  

_Es muy fácil para ti decirlo, Kardia... Estás acostumbrado a seducir cuanta mujer se te cruce en tu camino, pero yo no soy así, nunca he intentado ni se me ha pasado por la mente hacer algo como lo que tú haces... No sé si fue buena idea haberte hecho caso... _ , respondí al Escorpiano, poco convencido de la acción que había llevado a cabo siguiendo su consejo. 

_¡Oh, tonterías!_ , exclamó Kardia, haciendo un gesto de vaguedad con su mano en mi dirección.  _ ¡Por supuesto que has hecho bien en seguir mis consejos! Además, ¿qué puede pasar? ¡Sólo necesitas divertirte, Degel! Recuerda que un clavo saca otro clavo..._ . 

Ni bien Kardia finalizó de hablar, pude oír la voz de Shion dando el saludo correspondiente desde la entrada al Templo de Acuario, pero también el sonido de varios pasos. El Ariano no se encontraba solo. Aquello me llenó de curiosidad, puesto que a menos de que se tratara de alguna misión encomendada por el Patriarca o algún asunto oficial, no era común ver a Shion pasando por este lugar solamente por una visita social. Al aguzar el oído, noté algo más, un sonido suave con una cadencia totalmente diferente a la de una voz masculina, y que, para mi sorpresa, parecía estar en otro idioma; francés, para ser preciso. Inmediatamente mi mente hizo sinapsis y entonces lo comprendí: era ella. Por un instante traté de convencerme de que eso no podía ser cierto, no podía haber llegado hasta Grecia tan rápido; no esperaba que tan pronto arribara a estas tierras. 

Kardia se detuvo un momento de dar otra mordida a su manzana, y aguzó el oído también, para luego esbozar una sonrisa ladina y dedicarme una de sus miradas suspicaces. 

_Parece que tienes visitas..._ , fueron sus palabras, tras lo cual mordió la fruta que tenía en su mano, saboreando la dulzura de su carne. 

Invadido por una mezcla de temor y curiosidad, guardé la carta que había recibido y que había releído infinidad de veces esa semana, y me dirigí decidido hacia la entrada de mi Templo, a enfrentar la situación que el destino me pusiera enfrente. En mi mente, mientras tanto, iba pensando en cómo iba a reaccionar cuando estuviera frente a ella; por los dioses, cómo envidiaba a Kardia en esos momentos, la facilidad que él tenía para salir de situaciones embarazosas. Apresuré mi paso y crucé el pasillo principal de la décima Casa Zodiacal, hasta que finalmente, alcancé la entrada del Templo. Fue allí cuando mis ojos entraron en contacto con la delicada figura femenina que aguardaba expectante junto a Shion. A pesar del tiempo transcurrido, la reconocí de inmediato. Por Atena, cuánto había crecido en esos años... ya no quedaba rastro alguno de aquella niña algo torpe y desgarbada que servía a los comensales en la mansión de Madame Garnet. Frente a mí se encontraba una joven y atractiva mujer, delgada y con curvas que harían perder la razón a cualquier hombre. Ella me observaba con la mirada llena de inocencia y expectación, y ni bien puse un pie fuera de la entrada, se arrojó a mis brazos, como si fuera una niña... Me abrazó con fuerza mientras apoyaba su cabeza sobre la coraza de mi armadura; yo me encontraba atónito, por primera vez en mi vida no sabía qué hacer ni cómo reaccionar. 

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora