Si tú no estás

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Degel se encontraba en el Templo del Patriarca, ayudándolo con algunos manuscritos y descifrando ciertos cambios en las constelaciones que el anciano había estado observando en el último tiempo y que lo tenían un tanto inquieto y también lo había hecho más reservado aún; sólo podía contar con Acuario debido a que era el único que sabía leer las estrellas además de él mismo, y qué decir con que era uno de los hombres más inteligentes del Santuario. Últimamente, Sage se había dado cuenta de que el guardián del Décimo Templo había experimentado un cambio en su comportamiento, puesto que lo notaba menos frío de lo habitual, y no era el único, puesto que también el caballero de Virgo había modificado no sólo parte de su habitual carácter sino también su modo de vida, ya que ahora había comenzado a relacionarse más con sus compañeros y no pasaba tanto tiempo recluido en sus meditaciones en su Templo, y todo eso había ocurrido desde la llegada de la joven que ahora era la aprendiz del anciano sanador del Santuario, pero cuya verdadera identidad y destino, solamente estaban en conocimiento de él, como máxima autoridad en aquel sitio, y por supuesto que también el guardián del Templo de la Virgen estaba al tanto de lo que Sage había descubierto en sus observaciones en el Star Hill.

Y Degel no era la excepción.

Él también había sucumbido a los efectos de las flechas de Cupido...aunque no lo sabía aún.

El antiguo caballero de Cáncer se alegraba de que el muchacho poco a poco hubiera comenzado a abrir su corazón, a dejarse llenar por la calidez de un sentimiento maravilloso y noble, y dejar atrás la frialdad a la que se había acostumbrado a lo largo de su vida. Sonrió levemente mientras manipulaba con cuidado unos pergaminos antiguos que contenían información potencialmente crucial para el futuro de la Guerra Santa, tras lo cual dirigió su mirada hacia el Santo de Acuario, que se encontraba frente a él en el escritorio en el que ambos trabajaban esa mañana. El joven caballero notó que el anciano lo observaba sonriente, lo que encendió la chispa de la curiosidad en su mente brillante:

_Patriarca, ¿se encuentran bien? Con todo respeto, ¿puedo preguntarle el motivo de su sonrisa?_ , replicó Degel mientras continuaba su labor de transcribir unos manuscritos sobre unos objetos con propiedades peculiares.

_Sólo observaba cuánto has cambiado en el último tiempo, muchacho, y ese cambio ha sido para bien... Sin duda alguna, la llegada de la jovencita francesa a este lugar ha sido una influencia positiva para ti..._ .

Degel abrió sus ojos como platos detrás de los cristales de sus gafas y, con nerviosismo, algo nada propio de él, bajó levemente su cabeza al mismo tiempo que con sus manos intentaba acomodar aquel regalo que la jovencita que ahora llenaba sus días de alegría, le había obsequiado cuando la conoció en Francia, todo esto para intentar cubrir su rostro, cuyas mejillas se habían cubierto de un ligero tono rojizo.

Sage sonrió para sus adentros, y decidió no decir nada más para no poner aún mucho más nervioso al pobre e inexperto muchacho, que era evidente que todavía no se había dado cuenta de los sentimientos que guardaba por la francesa. Se alegraba mucho de que aquellos jóvenes caballeros a los que había visto crecer y convertirse en hombres pudieran experimentar en su corazón el poder del amor, algo que él jamás tuvo la dicha de tener en su vida, puesto que ese sentimiento fue algo que tuvo que mantener en secreto, oculto del resto del mundo, ya que hubiera sido considerado un sacrilegio.

Los pensamientos de ambos se vieron interrumpidos por una sensación extraña que percibieron, al mismo tiempo que miraban por una de las ventanas de la recámara del Patriarca en dirección a Rodorio: unos cosmos muy poderosos estaban enfrentándose en esos momentos. El anciano expresó en su mirada cansada la preocupación que comenzó a embargarlo, hasta darse cuenta de a quién le pertenecía uno de los cosmos. Fue en ese momento que cerró sus ojos con fuerza, expresando la resignación y también la pena que se apoderó de su alma; ya no había vuelta atrás para ese tierno muchachito que había sufrido durante tantos años el vivir en completo aislamiento y soledad. Finalmente, se había cansado de aquella vida.

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora