Al límite de la cordura

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Todavía me costaba procesar en mi mente todo aquello que el Patriarca nos había contado; me parecía increíble que pudiera ser verdad la posibilidad de realizar viajes en el tiempo, así como el hecho de que haya objetos que lo permitan. Según Sage, Natalie se había encontrado uno de ellos, un traslador, así es el nombre con el que se los conoce, por casualidad mientras estaba en una biblioteca, y luego de eso, apareció aquí, en la Grecia del siglo XVIII. Eso era lo que ella recordaba de aquel momento en el que fue arrancada de su tiempo.
Shion dió un paso al frente, acercándose el anciano líder, interrogándolo:
_ Patriarca, ese enemigo trató de asesinar a Natalie, pero ¿qué razón tendría para hacerlo? Ella no pertenece a nuestro tiempo; si ese ser es un espectro, no hay forma de que pudiera conocerla hasta que llegó aquí... Y con esa habilidad de tomar las apariencias, su búsqueda es demasiado difícil... Por favor, díganos su está enterado de algo más..._ , dijo el Lemuriano, haciendo que su última frase fuera casi una súplica.
_Jóvenes, sé que esta revelación debe ser algo impactante para ustedes, y sé que deben de tener muchas preguntas aún, y prometo que les revelaré toda la verdad, pero deben tener paciencia... Deben llevarme al Star Hill, debo obtener las últimas respuestas que faltan y así podré contarles todo lo que necesitan saber; sólo deben aguardar un poco más a que sea el momento indicado..._ .
El Patriarca parecía querer matarnos de la intriga al pedirnos que esperáramos todavía más para conocer ¿el resto de la verdad? Por todos los dioses, sabía que había más.

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Era ya muy tarde, casi medianoche cuando llegué a mi Templo tras la reunión con el Patriarca luego de los acontecimientos que habían ocurrido aquel día, más la tragedia de lo acontecido en Jamir; estaba sumamente agotado y sentía que mi cabeza iba a explotar tras la revelación que todavía tenía que terminar de procesar. Lo único que pensaba era en irme a la cama, no me importaba en no haber probado bocado desde el desayuno. Comencé a caminar en dirección a mi habitación, cuando de repente, ví a Fluorite correr hacia mí; me había esperado despierta. La muchacha se echó a mis brazos y me abrazó con fuerza; por Athena, cómo necesitaba este abrazo. Permanecimos unos minutos en esa posición, luego ella me miró con sus preciosos ojos color del cielo opacados por la preocupación.
_ Mon Dieu, Degel, estaba muy preocupada por ti... ¿Todo está bien? Tardabas tanto que comencé a pensar que algo te había sucedido... No sé qué haría si te ocurriera algo malo..._ , exclamó la joven casi sollozando al pronunciar las últimas palabras.
Le devolví la mirada con dulzura al mismo tiempo que acaricié su cabello, suave como la seda, para luego deslizar mi mano y acunar su mejilla con ella.
_ Mi pequeña flor, no te aflijas por lo que no ha sucedido; estoy bien. Es sólo que éste ha sido un largo día, con acontecimientos dolorosos... Otro de mis compañeros ha caído en batalla: Ásmita se ha sacrificado para evitar la resurrección de los espectros y que así podamos enfrentar al ejército de Hades en igualdad de condiciones. Y por si fuera poco, el enemigo ha logrado infiltrarse en el Santuario y ha intentado hacerles daño al Patriarca y a Natalie, al utilizar su habilidad para tomar las apariencias de otras personas. Eso es muy peligroso, Fluorite, puesto que podría camuflarse en cualquier lugar de este recinto y ni siquiera lo notaríamos... Debemos extremar los cuidados; no quiero que salgas sola de Acuario, ¿de acuerdo? Si tienes que ir a algún sitio, te acompañaré yo mismo; no confío en nadie más para protegerte... _ , le dije mientras la miraba con intensidad, a lo cual ella reaccionó ruborizándose al instante. Oh, cuánto disfrutaba de sus reacciones... Con dulzura acaricié la mejilla sobre la que mi mano descansaba, y lentamente, la deslizé hasta sus labios, los cuales rocé con timidez con la yema de mi pulgar con suma lentitud, disfrutando de la textura delicada que sentía mi piel y que enviaba miles de sensaciones hacia mi sistema nervioso, haciendo que el ritmo de mi corazón se acelerara vertiginosamente. Sin dudarlo, me apoderé de sus labios con ansias, y la atraje hacia mí para sentir de cerca el calor de su cuerpo, quemando bajo mis dedos que sujetaban con firmeza su cintura, a pesar de estar cubierta por la tela de su vestido, delgada para poder soportar el verano griego. Fluorite correspondió a mi beso con la misma intensidad, sus labios danzando al compás de los míos, para luego entreabrirlos y darme acceso al interior de su boca, permitiendo que mi lengua ingresara para rozar la suya, la cual tímidamente al principio, salió a su encuentro, para finalmente darle la bienvenida en una danza pasional y primitiva que amenaba con quemarme por dentro. Nuestras manos se movían con ansiedad por el cuerpo del otro, intentando inútilmente, sosegar de alguna manera la necesidad creciente que teníamos de sentirnos.
La intensidad del beso fue aumentando a medida que los minutos pasaban, nublando mi pensamiento y haciendo que el deseo comenzara a hacer a un lado mi raciocinio; el sabor de los labios de Fluorite era realmente adictivo para mí, y cada vez que tenía contacto con ellos, eso sólo me hacía querer más y más de ellos. Los brazos de la joven francesa se habían enredado en mi cuello, y me acercaban con fuerza hacia ella, mientras mis manos continuaban firmes en su cintura, atrayéndola hacia mí para continuar sintiendo su calor junto a mi cuerpo; eso hacía que me sintiera vivo. Me gustaba la sensación que provocaba en mí cada vez que la tocaba. Todo este tiempo me di cuenta de que quería a Fluorite de todas las formas posibles: estaba perdidamente enamorado de ella, y era consciente de que la deseaba demasiado... Eso no estaba bien para mí ni para ella... No podría... no en este momento, no con la Guerra Santa ni con este enemigo entre nosotros. Pero tenía que pensar con frialdad y detener esto antes de que la situación se saliera de control, pues si continuamos de esta manera, no podría detenerme. Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para romper de a poco nuestro contacto.
_Fluorite, debemos detenernos... No podemos perder el control..._, murmuré contra sus labios.
Ella asintió y se separó con lentitud, haciendo un mohín; parecía un poco decepcionada al principio, pero luego se resignó al responder que yo tenía razón.
Apoyé mi frente sobre la suya mientras permanecíamos con los ojos cerrados durante unos instantes, los cuales parecieron eternos, mientras mi boca actuó por propia voluntad y susurró en voz baja:
_ Vas a enloquecerme, Ma petite fleur_ .
Me alejé un poco de ella y mis ojos se posaron en sus labios, que habían adoptado un color carmesí luego de aquel apasionado beso que compartimos hace un momento, y que casi nos acerca al límite de la cordura.
_Ven, Degel, vamos a cenar_ , dijo Fluorite con una sonrisa en su angelical rostro, al mismo tiempo que me tomaba de la mano y me conducía hacia el comedor.

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