Tengo todo excepto a ti

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Los días fueron pasando, con el temor de que la Guerra Santa nos llamara a todos a combatir en primera línea y tuviera que alejarme de Fluorite, quien todavía permanecía inconsciente luego del ataque sufrido en Rodorio. Durante ese tiempo, habían ocurrido varias cosas: en primer lugar, el mismo día en que aquellos espectros atacaron ese pueblo, habíamos sufrido la pérdida de uno de nuestros compañeros de armas, Albafica de Piscis, quien perdió la vida durante la batalla contra uno de los jueces del Infierno, Minos de Grifo, a quien venció en ese enfrentamiento. Él dió todo de sí para impedir que los sirvientes de Hades pasaran y siguieran con la seguidilla de sangre y muerte que dejaban a su paso, pero sus fuerzas y su cuerpo no resistieron el agotamiento producido por las lesiones que sufrió y  la pérdida de sangre. 

Ese día, Shion entró al Santuario cargando el cuerpo sin vida de Albafica, seguido de la jovencita que traía las flores al Santuario, Agasha, quien lucía completamente devastada. Ella había perdido a su padre aquel fatídico día, el cual le había recomendado antes de morir, que pidiese ayuda en este lugar, que aquí no la dejarían sola. Y desde ese entonces, la joven ha permanecido en el Santuario, ayudando en las tareas de curaciones como enfermera, a su amiga Natalie, que se encuentra muy atareada ahora que los enfrentamientos por la Guerra Santa habían aumentado en frecuencia. La sanadora brindó todo su apoyo a la florista para ayudarla a superar aquel amargo trance, pues era más que evidente que además del luto por la pérdida de su progenitor, Agasha continuaba llorando la muerte de Albafica. 

Durante todos estos días, repartí mi tiempo entre cuidar a Fluorite y ayudar al Patriarca a descifrar unos manuscritos que según él, nos serían de mucha ayuda para ganar la Guerra Santa. En esos momentos que compartía con el antiguo caballero de Cáncer, éste me había dicho que había una forma para que pudiéramos pelear de igual a igual ante los espectros de Hades y así frenar su resurrección, y que para eso, necesitaríamos la fuerza del Último Cosmo, de aquel que ha despertado el Octavo Sentido, y ése era Ásmita de Virgo.
Sage me expresó su preocupación por el joven caballero, ya que sabía que él tendría que hacer un sacrificio muy grande para poder lograr aquello, más no sabía cómo iba a resultar luego de eso.
No pude evitar pensar en Natalie, en lo mucho que sufriría si algo llegaba a ocurrirle a Ásmita. Ella no merece sufrir, sólo tendría que ser feliz y sonreír siempre... 

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Mientras tanto, al igual que Degel continuaba con sus actividades, Kardia también se había enfrascado en la búsqueda del espectro que había atacado a Fluorite. Regresó al lugar de los hechos con la esperanza de encontrar alguna pista que lo llevara hasta el culpable de herir a la única mujer que había logrado conmover su corazón, y por eso, había jurado vengarse de ese espectro. Quería verlo sufrir y retorcerse de dolor bajo los efectos de cada una de las agujas escarlata, hasta que pidiera clemencia.
Más ese momento no llegaba, ya que no halló rastro alguno del sirviente de Hades, y eso lo llenaba de frustración. Maldijo en voz alta entre las ruinas de lo que quedaba de Rodorio, mientras destruía un escombro enorme perteneciente a la iglesia del pueblo, el cual se redujo a pequeños fragmentos producto del ataque lanzado con furia acumulada del Escorpiano.
Así fueron pasando los días, en los cuales siempre se encontraba con el mismo resultado; parecía como si a aquel ser se lo hubiera tragado la tierra, pues ni siquiera rastro de su cosmos podía sentirse.
Ante aquellos resultados, Kardia reaccionó como solía hacerlo cuando necesitaba desahogar su frustración: volvió a sumergirse en ese mundo oscuro, donde el alcohol corría como el agua de un manantial, el juego se llevaba la mayoría de su salario, las deudas comenzaban a acumularse nuevamente, y una mujer diferente en su cama cada noche intentaba llenar el vacío que dejaba en su alma el no poder tener a la mujer que en realidad amaba.
Entre besos llenos de pasión,  dados por unos labios que no eran los suyos, caricias prohibidas que no eran proporcionadas a esa piel de seda, tan suave y nívea, el caballero de Escorpio buscaba olvidar a la muchacha que conoció esa mañana en el Templo de Acuario, sin éxito.
Él sólo anhelaba el sabor de sus besos, el contacto con aquella piel que le robaba la razón en sueños, y tener entre sus brazos su cuerpo, para sentirlo vibrar cuando él la llevara al éxtasis... Pero sabía, en el fondo de su mente turbada por las sensaciones de aquellos encuentros pasionales, que eso no era posible, no lo sería nunca. 

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora