Los rayos del sol entraban por la ventana de mi habitación, iluminando directamente mi rostro; imposible no levantarme con esa calidez y luminosidad filtrándose a través de mis párpados. Aunque la temperatura de aquellos rayos no es suficiente para calentar el ambiente frío que reina en la Casa de Acuario. Me desperezo en la cama, pronto debo levantarme para comenzar un nuevo día en el Santuario; de repente, escucho unos pasos aproximarse en la entrada de mi Templo, y entonces, una voz ya demasiado conocida para mí comienza a resonar en toda la estancia. _¡Degel!!!¿Todavía estás durmiendo?? ¡Vamos, levántate!¡Necesito que me ayudes con algo!!¡Y debo arreglarlo antes de que el Patriarca se entere!!_ . No puede ser... él otra vez... Y cada vez más temprano... Si bien éramos amigos, y ya me había acostumbrado a la presencia de Kardia, que pasaba más tiempo en mi Templo que en el suyo, había momentos en que se las ingeniaba para exasperarme tanto, que poco faltaba para que me sacara de mis casillas; todavía no me explicaba cómo es que no lo había mandado al demonio. Resignado, dejé caer mis brazos a ambos lados de mi cuerpo, mientras contaba mentalmente hasta diez antes de contestarle. _¡Ya te oí, Kardia!¡Aguarda un momento!_ , le grité desde la cama, luego de lo cual suspiré y junté la voluntad para levantarme e ir a su encuentro; sería un largo día.
Me vestí con prisa, tomé mis gafas y me coloqué mi armadura antes de abandonar la habitación y dirigirme hacia la entrada de mi Templo; era demasiado temprano como para enterarme de alguna de las locuras de Kardia, y realmente ya se le estaba haciendo costumbre esto de venir a despertarme de esta manera. _Buenos días, Kardia_ , le dije con frialdad mientras me acercaba a él. _¿Quieres decirme qué demonios has hecho ahora?_ . El Escorpiano me miraba sin una pizca de remordimiento ni pena en los ojos, por lo que sea que haya cometido. _ Pues, es que anoche he salido a divertirme en uno de los bares de una de las villas cercanas; estaba muy animado bebiendo unas jarras de vino y jugando a las cartas, yo iba ganando y los tipos con los que estaba en la partida alegaron que estaba haciendo trampa, y se negaron a pagarme mi dinero... y entonces... _ , balbuceó el Escorpiano. _¿Así que otra vez las apuestas?Entonces ¿qué pasó, Kardia, qué hiciste?_ , le pregunté sin ánimo en la voz. _¡Entonces les dí una lección, la paliza de sus vidas!_ , dijo el caballero de Escorpio con orgullo. _¡No iba a permitir que me difamaran de esa manera!¡Nadie llama tramposo al gran Kardia! Y obviamente hubo algunos daños colaterales..._ . Al escuchar esas palabras, rodé mis ojos, pinché el puente de mi nariz con dos dedos, acomodé mis gafas y suspiré antes de contestarle. _Déjame adivinar... ¿destruiste la cantina y el dueño amenaza con venir a contarle todo al Patriarca si no le pagas los destrozos que dejaste?_ . Kardia me miró con picardía pero a la vez con un aire despreocupado en sus ojos; sabía que con su labia iba a convencerme como siempre lo hacía. _¿Lo ves?¡Tú me conoces como la palma de tu mano, sabes que necesito acción de vez en cuando; algo de emoción que me haga hervir la sangre, yo sé que comprendes mi situación!¡Vamos, Degel! ¿No dejarás que el viejo se entere de esto verdad?No quiero tener que escuchar sus sermones acerca del comportamiento que debe tener un caballero dorado y bla, bla,bla... ¡Vamos!¡Acompáñame a pagarle al cantinero antes de que suelte la lengua!_ . _Está bien, Kardia, iré contigo... Pero quiero que sepas que esta es la última vez que solapo tus locuras, no puedes seguir de esta manera, saliendo cada noche, bebiendo y malgastando el dinero, y sobre todo arriesgando a dejar la reputación del Santuario por el piso _ , le espeté con seriedad, a lo que él me respodió con un gesto de vaguedad de su mano: _Sí, sí, sí, como tú digas Degel... Y ya vámonos, no quiero escuchar tus sermones también... Por cierto, ¿no tendrás una manzana para el camino?¡Muero de hambre!_ . Cerré los ojos y llevé una mano a mi frente, mientras negaba con la cabeza; definitivamente este hombre no tenía remedio.
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El sol iba quemando cada vez más a medida que avanzaba la mañana; el camino hacia esa villa se hizo realmente largo, no sólo porque nos habíamos detenido en varios puntos del trayecto para comprar manzanas en los puestos que algunos aldeanos tenían a la vera del camino, sino porque Kardia parecía no recordar la ubicación exacta de la cantina. Desconocía ya cuánto tiempo había pasado desde que habíamos salido del Santuario, ya estaba comenzando a perder la paciencia. El Escorpiano se sentó pensativo en una roca que lindaba el camino, tratando de hacer memoria y recordar hacia dónde teníamos que dirigirnos; era obvio que había bebido de más, para variar, y eso dificultaba la tarea. _Mmm, si mal no recuerdo, creo que era por aquella dirección, ese árbol ya lo había visto antes... ¡Sí, es por allá!_ , dijo Kardia, como si hubiera tenido una revelación. _Más te vale que éste sea el camino hacia esa cantina, porque sino, Kardia, te juro por Atena que no habrá quién te salve del correctivo que voy a aplicarte..._ , fue lo que le respondí amenazante, pero en el fondo sabía que él no temía a mis amenazas. Resignado, y rogando que por un milagro su memoria se haya iluminado y dejáramos de dar vueltas, lo seguí. Más o menos, tres cuartos de hora más tarde, arribamos por fin al lugar; al ingresar al mismo, pude observar el resultado de otra de las tantas noches de juerga de mi amigo: varias mesas rotas, con las patas destruidas y la parte superior partida, botellas rotas y vidrios regados por todo el lugar, la barra con restos de trastos, vasos y comida, e incluso rastros de sangre y hasta dientes en el piso. Todo el sitio estaba hecho un desastre, había sido completamente destrozado por la furia del Escorpión dorado bajo los efectos del alcohol. El cantinero se acercó a nosotros; estaba muy enfadado por todas las pérdidas que había tenido y porque ahora tendría que reconstruir el lugar, así que exigía, justamente, una reparación económica por los daños que le habían ocasionado, o de lo contrario, se dirigiría hacia el Santuario y le contaría al Patriarca lo que había ocurrido en el lugar. El hombre de mediana edad, terminó hablando conmigo, ya que Kardia parecía estar a kilómetros de distancia de allí, semidormido por momentos, en una de las pocas sillas que permanecían sanas, y además, porque era evidente que le temía. Luego de acordar con el hombre la suma de dinero justa por los daños sufridos a su lugar de trabajo, le pagué con mi dinero, como sabía que iba a ocurrir, me disculpé con él en nombre de mi amigo, diciéndole que no se preocupara,que no se volvería a repetir un incidente tan lamentable como éste, y nos retiramos de aquella cantina. Kardia bostezaba y se tambaleaba de a ratos, e insistía en hacer paradas para descansar, puesto que no había dormido nada luego de la trifulca de la noche anterior. _¡No, Kardia!¡Por Atena,no es momento de que pares a descansar, debemos regresar al Santuario!¡Todos deben estar buscándonos a estas horas!_ , exclamé enfadado, para luego sorprenderme, al ver que el Escorpiano se levantaba de su descanso en un tronco situado al lado del camino, para darse la vuelta y alejarse rumbo a un pequeño mercado cercano a la cantina. _¡Si quieres irte al Santuario puedes hacerlo, Degel, yo iré a comprar más manzanas, regresaré luego!¡Y muchas gracias amigo! ¡Me salvaste la vida! ¡Te debo una! ¡Y no te preocupes por el dinero, te pagaré luego!_ , dijo mientras me saludaba con la mano y me guiñaba un ojo, alejándose de mí. Bajé la cabeza y los hombros, cansado de escuchar las mismas promesas que luego nunca cumplía, y emprendí el camino de regreso al Santuario; que Kardia regresara cuando quisiera, sólo esperaba que no hiciera desmanes por donde transitara.
Ya llevaba un buen rato caminando bajo el sol, que se encontraba en su punto más alto; el calor comenzaba a hacer que mi armadura comenzara a molestarme, al calentarse el metal. Podía sentir algunas gotas de transpiración comenzar a deslizarse lentamente por mi frente; cómo detestaba el verano... añoraba el clima frío y helado de Blue Graad, en el que había pasado gran parte de la infancia. Continué caminando un largo rato, pensando en que sería la última vez que me dejaba arrastrar por Kardia para que le ayudara con sus "trapos sucios"; ya estaba en el camino que me llevaba más directo al Santuario, cerca de una arboleda donde había variedad de árboles frutales. Pensaba en apurar el paso y darme prisa, cuando pude divisar la figura de una joven, que parecía llevar la vestimenta propia de las vestales; ¿qué estaría haciendo allí, fuera del recinto del Santuario? Se la veía caminar apresurada saliendo de la arboleda, para tomar el camino por el que yo transitaba también, y cada tanto, miraba hacia atrás por donde había aparecido, como si buscara algo o a alguien. La muchacha aceleró tanto su paso, que no se percató de mi presencia sino hasta cuando ya era demasiado tarde, puesto que chocó conmigo y, producto de la inercia, salió empujada levemente hacia atrás, trastabillando y perdiendo el equilibrio. Rápidamente, para evitar que la joven cayera al suelo y se hiciera daño, la sujeté por la cintura, y entonces pude ver su rostro con claridad: era una joven de cabello castaño largo, ondulado, con un moño blanco sujetando hacia atrás unos mechones de su cabello, de tez blanca aterciopelada,unos labios rosados cual pétalos de rosa y unos grandes ojos castaños enmarcados por unas largas pestañas. Realmente era hermosa. Me quedé literalmente congelado al verla, qué ironía, al punto que mis ojos parecían negarse a parpadear para no perder ni un segundo de aquella visión de un rostro tan angelical y que irradiaba bondad. Nunca la había visto en el Santuario como vestal, ni tampoco en los alrededores; de hecho, no se parecía a las muchachas que ya estaba acostumbrado a ver por las villas cercanas. Sin embargo, recordé haberla visto acompañando al anciano Sanador del Santuario mientras realizaba sus tareas, pero sólo la había observado de lejos, sin visualizar con detalle su rostro. Pude ver en sus ojos la sorpresa de haberse tropezado conmigo en el camino, incluso se la notaba un poco desconfiada y a la vez apenada por la situación. En un intento para que la joven se tranquilizara un poco, le hablé con calma: _¿Se encuentra usted bien, señorita?¿Se ha hecho daño?_, denotando la preocupación por cómo se encontraba en mi voz, mientras la miraba interrogante. _Oh, discúlpeme, permítame presentarme, mi nombre es Degel y soy el caballero dorado de Acuario; la he visto en el Santuario acompañando al aciano Sanador, por lo que intuyo que debe ser su aprendiz,¿ no es así?_ . Luego de alisar la cintura y la falda de su vestido, y al darse cuenta de que yo no era una amenaza para su persona, la joven respondió: _Mucho gusto, señor Degel, mi nombre es Natalie, y sí, usted está en lo cierto, me encuentro ayudando al sanador en vistas de la futura Guerra Santa_. _Mucho gusto, Natalie_, le contesté cordial y amablemente, mientras una sonrisa se dibujaba imperceptiblemente en mis labios, sin que yo mismo lo notara.
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Y llegaste tú (COMPLETA)
FanfictionNo tengo mucha experiencia en el amor, pero la primera y única vez que me he enamorado, mi corazón sufrió la amargura de no ser correspondido... Ahora, trato de seguir adelante y que los dioses decidan mi destino...