Junto a ti

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El tiempo fue pasando lenta y apaciblemente mientras me encontraba ayudando a Fluorite en su recuperación luego de salir de su estado de inconsciencia. Antes de darle el alta del edificio que se utilizaba a modo de hospital en el Santuario, Natalie me había explicado que debido al estado de inmovilización prolongada por el cual había pasado Fluorite, necesitaba realizar una serie de ejercicios con el objetivo de fortalecer sus músculos y movilizar sus extremidades, y prevenir así lo que ella llamaba "miopatía del paciente crítico". Escucharla utilizar aquel término tan técnico propio del lenguaje médico me inquietaba y preocupaba a la vez, puesto que no estaba tan familiarizado con ese vocabulario ni con esa posible secuela que podía llegar a afectar a la joven francesa, y eso era un estímulo para que investigase sobre el tema; no me gustaba para nada no estar al tanto de los avances e innovaciones en el campo de la ciencia ni de la medicina. 

Pero ya tendría tiempo para eso. Ahora lo más importante para mí era Fluorite, y me había propuesto centrarme de lleno en su recuperación. Para facilitar la misma, la convencí de volver a instalarse en mi Templo, donde ya me había ocupado de acondicionar su habitación, y también una de las salas que nunca se utilizaban, para que ella pudiera realizar allí sus ejercicios de rehabilitación. Era un arduo trabajo el que tenía por delante con la muchacha, ya que no solamente debía recuperarse físicamente de las secuelas que el ataque de aquel espectro le habían dejado en su cuerpo, sino también debía mejorar su estado nutricional, puesto que había perdido peso durante su período de inconsciencia, y eso la había debilitado también. 

No importa el tiempo que nos lleve, permanecería junto a ella y no la abandonaría en el momento en que más me necesita. Yo seré su fuerza, su sostén y la ayudaré a salir adelante; sé que tiene una gran fuerza de voluntad y que podrá sortear esta prueba que los dioses han puesto en su camino. Por eso cada mañana, ni bien despunta el alba, estoy allí junto a ella, recordándole que es una luchadora, y alentándola en cada uno de los pasos que da y que, cada día, la acerca un poco más a su recuperación plena. 

Luego de haber admitido ante Kardia que estaba enamorado de Fluorite, y teniendo en cuenta la situación tan difícil que ella estaba atravesando con respecto a su salud, decidí que aquel no era el mejor momento para confesarle mis sentimientos. Además, un miedo inexplicable e irracional se instaló dentro de mí, supongo que mi subconsciente temía en el fondo, volver a pasar por una decepción relacionada con el amor no correspondido. La duda con respecto a los sentimientos que aquella muchacha pudiera guardar en el interior de su alma, se encontraba acechándome en mis momentos de mayor incertidumbre. ¿Y si ella no sentía lo mismo que yo? ¿Y si no me correspondía? No, aquello no podía ocurrirme nuevamente, era poco probable. Según Kardia, me estaba comportando como un lunático y también como un cobarde, al no declararle mis sentimientos a Fluorite, y permitir que el tiempo siguiera pasando, al mismo tiempo que la felicidad se escurre como agua entre mis dedos. Debo admitir que de cierto modo, mi amigo tiene razón. Como caballeros dorados, lamentablemente, el tiempo no corre a nuestro favor, y cada minuto, cada segundo que se pierde, es una oportunidad que ya no volverá... Pero no puedo actuar impulsivamente con ella; sé que debo hablarle con el corazón en la mano, es sólo que...este no es el momento. 

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Durante el transcurso de esos días, mientras los preparativos del ejército de Athena aumentaban con el fin de hacerle frente a Hades y a sus espectros y así tratar de frenar el avance del Lienzo Perdido, que cada día se extendía más y más amenzante sobre la azul inmensidad del cielo, y el caballero de Acuario se encontraba repartiendo su tiempo entre ayudar al Patriarca con unos antiguos manuscritos y en la interpretación de las estrellas, Kardia había retomado sus encuentros con la morena misteriosa que se había presentado ante él una noche, y que desde entonces, parecía haberlo hechizado. La mujer se acoplaba perfectamente al apetito sexual del Escorpiano, y estaba dispuesta a satisfacerlo de mil y un formas diferentes; sabía cómo encender su pasión y hacer arder su cuerpo, casi literalmente hablando. Cada noche, la morena se escabullía por la puerta del servicio del Templo de Escorpio, para colarse dentro de la habitación de su guardián y así ofrecerle su cuerpo y los placeres carnales que éste pudiera brindarle. Los encuentros de Kardia con la mujer misteriosa comenzaron a hacerse evidentes, puesto que cada noche, los guardias que patrullaban el Santuario durante la noche, así como los habitantes del lugar que luego de realizar sus tareas del día regresaban a sus hogares, podían escuchar los sonidos provenientes de la Octava Casa, que interrumpían el silencio que reinaba una vez que la luna estaba en su cénit e iluminaba todo el recinto con el reflejo de su platinada luz. Pasaban cada noche entregándose a los brazos del placer, fundiendo sus cuerpos frenéticamente una y otra vez en el fuego de una pasión que parecía querer consumirlos a ambos. 

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora