Entre tu boca y la mía

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No podía creer lo que había ocurrido tan solo apenas hace unos momentos. Lo que había estado deseando inconscientemente en mis sueños, finalmente se había hecho realidad. Había probado los labios de mi héroe personal, de mi salvador desde que era una niña; aquel hombre valiente y atractivo que me había cautivado desde el primer momento en que lo ví en aquella mansión de Madame Garnet... Por Dios, se había sentido tan bien... Él se comportó como todo un caballero, fue dulce y suave conmigo, y no intentó ir más allá de lo debido. Debo admitir que, en el transcurso de aquel beso, por  un instante, me dejé arrastrar por un sentimiento que nunca antes había experimentado; algo mucho más intenso que la simple admiración, y que me hacía desear perderme entre sus brazos. 

Me encuentro de pie en aquella habitación fría y solitaria del Templo de Acuario, rozando mis labios con las yemas de mis dedos, rememorando ese momento único que había vivido con Degel y que permanecería en mi memoria por siempre. Él ha sido el primer y único hombre que me ha besado; ahora que lo pienso, desde que era una niña había fantaseado con que el caballero de Acuario rozara mis labios con los suyos... Ahora, años después, mi corazón de mujer está listo para admitir lo que durante tanto tiempo había negado, o tal vez había callado por temor al rechazo por su parte: lo amaba, y llevaba haciéndolo desde mi niñez. Había anhelado aquel beso desde el momento en que lo conocí, y ese deseo había ido incrementándose con el correr de los años, y llegó a su punto máximo cuando volví a verlo el día que llegué a Grecia y lo ví con su resplandeciente armadura dorada en la entrada de su Templo. Desde entonces, en mis sueños se manifestaban aquellos deseos que reprimía, y que no se consideraban propios de una señorita. 

Estaba feliz de tener ese hermoso recuerdo con Degel, pero no podía evitar pensar qué pasaría ahora. Él no me había declarado su amor, sólo me había pedido disculpas por haberse atrevido a besarme. ¿Será que hice algo malo? ¿Acaso él me corresponde? Y si no lo hace, entonces, ¿por qué razón me regaló ese tierno beso? Mi corazón rogaba a gritos que él me amara, deseaba tanto que me correspondiera y así pasar el resto de mi vida a su lado, pero en el fondo de mi alma, sabía que el amor le estaba vedado a los caballeros dorados; su vida estaba atada al deber para con su diosa, por lo cual seguramente debían mantener un voto de castidad. De repente, mi cerebro se da cuenta de algo que me horroriza y dejo salir una exclamación que rápidamente busco acallar con mis manos cubriendo mi boca: ¿acabo de corromper a un Santo de Oro? ¿Acaso estoy llevándolo a traicionar a sus votos y a su diosa? Respiro hondo y trato de calmarme, pero mis pensamientos no parecen querer detenerse, ¿cómo debo actuar con él cuando nos veamos en la mañana? Mis ojos se humedecen y niego con la cabeza; no, no puedo estar saboteando con estas ideas el recuerdo más dulce y más bonito que ahora tengo con él.  

Con lentitud, camino hacia la amplia cama instalada en la habitación, y me dispongo a tratar de dormir, alejando de mi mente esos pensamientos que habían aparecido de la nada y que no tenían fundamento alguno, pues no habíamos hecho nada malo... Cerré los ojos y sólo me concentré en recordar el sabor de los labios de Degel sobre los míos y en la dulzura con la cual me estrechó entre sus brazos en aquel mágico instante únicamente nuestro. 

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Ni bien los primeros rayos de sol se filtraron a través de los cristales de la ventana principal de la habitación del guardián del Templo de Acuario, Degel abrió los ojos y se levantó para comenzar un nuevo día. Todavía somnoliento, se dirigió al cuarto de baño; le había costado bastante conciliar el sueño debido a los acontecimientos de la noche anterior, pues tenía incertidumbre con respecto a cómo tratar con Fluorite a partir de ahora. ¿Debía fingir que nada había pasado? No quería lastimar a la joven, pero tampoco quería que ella se hiciera falsas esperanzas en torno a su persona; él no se sentía listo aún para realizar otra declaración de amor, ya que la primera vez que lo había hecho, las cosas no habían salido para nada bien, y en el fondo, temía que la historia volviera a repetirse y que ella lo rechazara, así como Natalie lo había hecho. No quería volver a sufrir por un amor no correspondido. 

Y llegaste tú (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora