Treintaidós

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TREINTAIDÓS | Inicio del verano.

Durante una cálida noche del día después de haberse graduado de la preparatoria, Meredith y Stiles tenían una sesión de besos dentro del jeep, creyendo que tendrían unos cuántos minutos más antes de que la manada apareciera, pues el alfa verdadero...

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Durante una cálida noche del día después de haberse graduado de la preparatoria, Meredith y Stiles tenían una sesión de besos dentro del jeep, creyendo que tendrían unos cuántos minutos más antes de que la manada apareciera, pues el alfa verdadero había mandado un mensaje de que llegarían un poco tarde. Sin embargo, su momento fue interrumpido de manera súbita cuando oyeron un golpe en el techo del vehículo, el cual les hizo dar un respingo al tiempo en que se separaban, ambos inclinando hacia atrás la cabeza y frunciendo el ceño.

Apenas unos pocos segundos después, la castaña soltó un gritito ahogado y en un acto reflejo estrelló su puño contra aquello que se asomó por su ventanilla abierta. "Aquello" resultó ser la cara de Scott, quien se hallaba en el techo con la cabeza colgando un momento y al siguiente estaba en el asfalto, quejándose por lo bajo. Algo consternados, la pareja se apresuró a sacar la cabeza por la ventana del pasajero, abriendo los ojos de par en par al ver a quién había golpeado Meredith.

—¿Scotty?

—Buen golpe, amor —la felicitó Stiles en un susurro justo antes de que los dos se apresuraran a bajar del jeep.

—¿Estás bien? —quiso saber ella, acuclillándose a un lado de su hermano.

Scott le sonrió y le mostró los pulgares arriba.

—Tienes un buen gancho —mencionó al tiempo en que su mejor amigo lo ayudaba a ponerse de pie y el resto de la manada se acercaba a ellos—. De haberlo sabido hace un minuto no los habría asustado.

—De los errores se aprende, ¿no? —Stiles enarcó una ceja.

—Yo le dije que no lo hiciera, que era una mala idea —expuso Lydia en medio de una ligera mueca de desaprobación. Ella y el resto deteniéndose a un costado del vehículo azul cielo.

—Fue graciosísimo. Ojalá lo hubiera grabado —opinó Isaac, con un brazo alrededor de los hombros de su novia.

—¿Ya podemos ir a la fiesta? —presionó Malia—. Muero de sed y quiero una cerveza. Tal vez veinte.

—No puedes embriagarte —le recordó la cazadora, desviando la atención que le daba a su novio hacia su amiga.

La mujer coyote se encogió de hombros.

—Lo sé, pero me gusta como sabe el alcohol.

Cada año, justo la noche después de la graduación, exalumnos de Beacon Hills High School organizaban una fiesta clandestina como parte de un ritual que alguien había iniciado años atrás, algo medianamente similar a la escriba a principio del cuarto y último ciclo escolar con la gran diferencia de que, bueno, esa fiesta era total y completamente ilegal por dos simples razones: 1) la entrada a la reserva está prohibida en cuanto la noche cae y 2) porque hay un montón de adultos comprando alcohol para casi trescientos adolescentes, trescientas personas que aunque ya tenían edad para votar, no tenían la edad para consumir bebidas alcohólicas.

Steredith | Saga AW&W: ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora