¡Holaa! Es importante que sepas que este capítulo contiene algunas escenas intensas, los personajes así son, y por ende las descripciones de lo que ven y dicen también. Disfruta la lectura <3
Tomás miraba a través del vidrio de la florería. Sus ojos estaban prendidos de la variedad de rosas que había, eran demasiadas. Eran sus flores favoritas pues le traían bellos recuerdos de las tardes con su madre y su abuela, tomando el café a las cuatro en punto, en donde siempre había un arreglo con rosas blancas, el perfume era percibido en toda la casa.
Mientras ellas charlaban, él se encontraba con la cabeza sumergida en un libro, memorizando y dibujando las partes del cuerpo humano. Jamás dejaba de curiosear, imaginar, querer ser lo que era ahora; un buen doctor.
—¿Quisiera pedir algún arreglo, joven? —Le preguntó la florista, dueña del lugar.
Tomás sólo tenía un nombre en mente. Megara. Y quería que su casa también oliera a rosas, porque, aunque su belleza no se comparaba, ella era igual de elegante y estética. Delicada, y con un velo de espinas a su alrededor que Tomás buscaba cruzar a toda costa.
Pensaba que un ramo de flores eran el primer paso para conquistar su corazón.
Tomás tocó la puerta de la entrada de la casa de Megara, miró distraído alrededor. Tenían un bonito jardín delantero, sólo que el pasto estaba crecido, y había que podarlo. Mosquitos volaban cerca del ramo y se vio espantándolos con el dorso de la mano. El calor causaba estragos en él, su nuca comenzaba a sudar. Pero nada lo alejaría de su meta. Invitaría a salir a Megara, era viernes y tenía finalmente un día libre en su agenda, todo el día hasta el anochecer.
Era momento de confesarse. Le pediría una oportunidad de explorar una relación entre ambos. Le preocupaba un poco el tema de la edad, pero Megara era una mujer bastante madura. Sus ojos denotaban mucho más de lo que una persona joven debería proyectar, cuando la mirabas te transportabas a sensaciones embriagadoras. Podías ver el dolor, el amor, y la valentía por la vida.
¿Qué son seis años de diferencia? Nada.
Megara abrió la puerta de su casa esperando ver al gigantón que la llevaría directo al nuevo sitio que Heros había acordado para su entrenamiento.
Cada día era un lugar diferente, iba por el tercero, y todos tenían pinta de ser almacenes. Había paredes de metal de más de quince metros, varios pisos, y decenas de hombres y mujeres entrando y saliendo del lugar. La iluminación era asombrosamente fuerte y blanca. Creía quedarse ciega cada que caminaba debajo de los cuadros colgados del techo.
En su lugar vio a Tomás, su visita era inesperada. Megara observó el ramo de rosas en sus manos. No sonreía.
—Son para ti—Él extendió el ramo sin inmutarse por la actitud indiferente de Megara.
Por dentro, la preocupación la abrumaba. ¿Qué tal si alguien lo veía justo ahí? ¿Con ella? Le harían daño, y Megara no se lo permitiría. No dejaría a nadie más morir ni pasarla mal por su culpa. Su mente estaba pagando caro por ello.
—¿Estás bien? —La sonrisa de Tomás vaciló un poco al darse cuenta del semblante pálido de Megara.
Se veía cansada, había marcadas ojeras y manchas oscuras debajo de sus ojos, su cabello estaba arreglado en una coleta alta, mechones escapaban a la altura de las orejas y sus labios se veían algo secos. Pero nada afectaba la belleza natural que poseía.
—¿Qué haces aquí, Tomás? —Megara alzó la cabeza, en busca de algún carro negro estacionado en la acera.
Él frunció el ceño, era la primera vez que la veía actuar extraño.

ESTÁS LEYENDO
Tóxico ©
RomanceTras el caos que provocó en su vida la enfermedad de su madre. Megara Bail decidió comenzar a trabajar en el club más lujoso de la ciudad, "La Cueva". Lugar en donde conoció a un sádico y líder de la mafia del norte, Heros Dimitris, quien resultó s...