XVIII

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Muchas gracias por tu apoyo a la historia, en serio, en serioooo, me alegra mucho ver comentarios sobre ella, me anima demasiadoo, un abrazo gigante!! espero y estés súper bien <3 

—Tengo que cuidar a mi madre, no puedo quedarme contigo.

—Te he dado una enfermera, no estará sola.

—No quiero quedarme contigo—Repitió Megara.

Heros se encontraba de pie, frente a la cama, con nada más que un par de pantalones de lana grises. Miraba imponente hacia ella. Haciéndole saber, que ahí, quien mandaba era él.

—Hasta donde recuerdo no te pregunté, y no es como si tuvieras elección.

—Puedo manejar mi propia vida, Heros.

Megara seguía desnuda, con las sábanas oscuras alrededor de su pequeño cuerpo, simulando un vestido strapless, Heros ansiaba que la sabana resbalara del cuerpo de ella, así él podría presenciarla en todo su esplendor. Pero más que nada, quería admirar de nuevo su nombre tatuado en su cuerpo.

—No te rindes, ¿verdad?, Eres bastante lenta para entender lo que quiero, no aceptas la realidad Megara—Heros se llevó una mano debajo de su mentón. Una sonrisa se formó en sus labios, pero sus ojos seguían fijos, mirándola con intensidad.

—Estás demente—Pronunció ella, negando con la cabeza y cruzándose de brazos. Heros desvió la mirada hacia el canal de sus senos, la piel se veía tersa y parecía pedirle a gritos que la tocara.

Heros frunció el ceño. Megara era una constante distracción.

¿Qué debería hacer?

Follarla. Fue su primer pensamiento.

—No uses esa palabra conmigo, sólo estás tratando de cubrir tu inseguridad con excusas, la verdad es que tú y yo venimos del mismo pozo sin fondo, bonita.

Megara volteó el rostro, no queriendo mirarlo a los ojos.

—No quiero hablar contigo—Siseo entre dientes.

—Bien.

Aunque ella no podía verlo, arqueo las cejas. Interesada en lo que tenía que decirle, para su sorpresa. Pues, para Megara, Heros era como un crío. Se molestaba cuando no tenía lo que quería, creía ser merecedor de la atención y ser venerado por todo aquel que se le cruzase. Aunque, en el fondo, Meg sabía el verdadero poder de Heros. Un hombre con dinero, conexiones, y lo peor de todo, una maldad natural. ¿No era suficiente para convertirlo en alguien letal? Y de nuevo se preguntaba, ¿Cómo es que había llegado alguien como ella a su cama, a su vida?

—Yo hablaré—Heros se posó delante de ella, dándole la vuelta a la cama. Extendió su mano y levantó lentamente la barbilla de ella, ambos cruzaron miradas—De ahora en adelante dejarás de culparte sobre la moral y las normas que has creado en tu perfecta burbuja cada que veas un cadáver ante tus pies, porque ¿Qué crees? —Sonrió de lado, un hoyuelo irónico apareciendo—Esas manos frías y ojos vacíos, en vida, pudieron ser quienes acabaran con la tuya. ¿Entendiste?

Heros sabía que uno de los defectos más grandes de Megara. Aún en el corto tiempo de conocerla, era ese. Culparse por la muerte de los demás. Negarse a abrir las puertas de su mente a la liberación. Sin preocupaciones, sólo impulsos, a la necesidad de sobrevivir.

Heros la quería para él, pero Megara seguía siendo ella. Había que romper su coraza de inocencia, moldearla a su gusto. Convertirla en su igual.

—No tienes corazón.

Heros rodó los ojos.

—Y por favor, corta el rollo sentimental—Pasó su pulgar por los labios de ella, fascinado con su textura—No soy tu madre enferma ni el doctorcito para que me andes mirando con ojos de cachorro.

Tóxico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora