VIII

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Mientras los días pasaban para Megara, su trabajo como bailarina en La Cueva había girado en torno a una extraña rutina. Sus mañanas eran para su madre. Las noches eran para deleitar al público con su cuerpo, en una forma sensual y entretenida. Eso sí, Megara no había dejado atrás la sensación de supervivencia, sobre todo cuando Perla se ponía en modo perra con ella antes de las presentaciones.

Últimamente Megara tenía demasiados pensamientos y emociones encontradas, ninguno de ellos transmitía buenas noticias. Dos días habían pasado desde el encuentro con el chico de la marca, y ahora cargaba con una paranoia que trataba de quitarse de los hombros, sin éxito alguno.

Tal vez por eso aceptó la salida al centro comercial con Grettel.

Convivir con su mejor amiga sería un distractor y diversión asegurada.

—Muy bien, ¿Cuál sitio escogerías y por qué? —Dijo Grettel mientras le daba lametadas a su helado de vainilla. Hacía demasiado calor y la nieve escurría entre sus dedos.

Las mejores amigas estaban sentadas, hombro con hombro en la banca de metal que bordeaba la gran fuente del centro comercial, recibían el leve rocío del agua justo en la nuca. Frente a ella se hallaba un enorme anuncio publicitario de una agencia de viajes que anunciaba dos destinos: Londres y Hawaii.

Megara saboreo la nieve de fresa en su boca por varios segundos antes de responder.

—Londres...—Continuó—Quisiera visitar el cementerio de mascotas en Hyde Park.

Grettel arqueo las cejas con sorpresa.

—¿Es en serio?

—No, tienes razón—Meg sonrió—Es mejor el cementerio de Karl Marx.

Grettel no podía entender la fascinación de su amiga, negó con la cabeza.

—¡Cementerios!¡Já! Da lo mismo, si quieres ver una mascota enterrada vamos al patio de mi casa, ahí quedaron los seis peces que tuve desde mis siete años—Dijo lambiendo sus dedos sin cuidado—Por cierto, hubiera sido más cliché decir que sólo querías visitar al príncipe William—Se encogió de hombros—Habría sido suficiente para mí—Dijo entre risas.

—¿Qué hay de ti? —Preguntó Megara—¿Londres, por la nieve?

—¡Noo! —Estrecho sus ojos—¡Hawaii!

—¿Chicos lindos sin camisa?

—¡No soy tan predecible! —Se quejó—Escojo Hawaii porque así podré obtener un bronceado espectacular.

—¿Y? —La pinchó con burla.

—¡Está bien! Los chicos guapos deben ser importantes, aquí tenemos playas, pero los hombres que conozco no van, ¡es cómo si temieran al sol! —Dijo refunfuñando.

—Pues por lo que veo, Tavo es un hombre muy bronceado—Dijo Megara con demasiada naturalidad.

La mandíbula de Grettel cayó, sabía lo que su amiga estaba jugando, y no iba a funcionar. No hablaría de Tavo y sus sentimientos. La volvía loca, pero era un mujeriego, y aunque estuviera con ella, nada podía asegurarle que así sería siempre. A demás, Grettel tenía demasiado miedo...ser la mano derecha del traficante de drogas más conocido en la mafia del país no era cómo trabajar de vendedor de bolis.

—No me hables de él.

—Lo veremos en la noche, no puedes huir de él—Señaló Megara.

—No estoy tratando de huir de él, sé que sería imposible, lo tengo casi tan adentro de mi corazón cómo de mi vagina cuando estamos juntos—Megara optó por hacer oídos sordos ante su declaración, "Qué romántico" pensó.

Tóxico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora