XIV

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Tomás había dejado la puerta del copiloto abierta. Para Megara no fue difícil entrar. Ella había bajado corriendo los escalones del club hasta dar con la puerta de salida, tenía que aprovechar el tiempo antes de que Heros avisara a sus hombres y estos la hubieran detenido.

Con el tiempo corto, y su respiración acelerada, Tomás ni se inmutó en observarla.

Megara, por otro lado, estaba tomándose el silencio de su amigo como una buena señal.

—Estoy decepcionado.

Olvídenlo. Sin duda Meg hubiera preferido que le gritara por mentirosa, a que le dijera lo que más temía.

—Tomás...—Dijo ella inclinándose en el asiento, hacia su amigo. Quería que le tomara las manos como había hecho antes. Pero esta vez sería diferente.

Tomás rechazó su compañía, alzando las manos y negando con la cabeza. Ni siquiera la miraba. Y era demasiado duro para él. En primer lugar, Megara era una mujer hermosa, ¿Cómo negarse a presenciar su belleza? Y en segundo, él le había tomado cariño. Y en el fondo, creía estar enamorado de Megara Bail desde que ella fue a su casa, a pedirle ayuda.

Así que tratarla como lo estaba haciendo, lo mataba por dentro.

—No quiero oírte—Megara regresó a su asiento, apoyándose en el respaldar con cansancio. Subió las piernas al asiento y se quedó en posición de indio. Meditando sobre lo que podía decir para cambiar el parecer de su amigo, pero eso no iba a ser necesario—No quiero oírte—Repitió Tomás.

—Te escuché la primera vez—Dijo ella por lo bajo. Estaba enojándose, y no sabía el por qué.

—Yo creo que no—Tomás suspiro, visiblemente afectado. La miró de reojo y apoyo sus manos sobre el volante, lo recorría por completo en su afán por calmarse. Megara frunció el ceño—No escucharé tus mentiras, Megara.

Ella seguía en silencio. Su rostro comenzando a relajarse, de nuevo. Lo miró con expectativa.

—Tampoco quiero excusas...—Tomás la encaró por completo, y Megara giró su cuerpo, ambos quedaron frente a frente—Sólo la verdad.

Megara sabía que le estaba dando una oportunidad. Y eso fue suficiente para hacerla sentir mejor. Tomás no la odiaba. Pero, ¿Podría comprenderla?

—Lo que dijo la mujer allá arriba...—Hizo una mueca. No quería contarle que le había pegado intencionalmente, ¿Eso cómo la haría sonar? ¿Loca? ¿Violenta? Tomás era doctor, sin duda estaría en contra de la violencia. ¿Y si la detestaba por ello?

—Hey, tenemos tiempo—Dijo Tomás.

Megara apreció su intento por tranquilizarla.

—Lo que dijo ella—Intentó de nuevo—No es del todo mentira—Suspiro—¿Por qué no me preguntas lo que quisieras saber? Sería más sencillo para mí—Terminó mordiéndose el labio.

Tomás se tomó unos segundos para responder. En su cabeza miles de preguntas se arremolinaron, había una que lo molestaba más, pero no podía lazarse directo a ella. Tenía que ser sutil.

—Ok, ¿Trabajas aquí, entonces?

—Algo así.

—Megara...

—¡Sí! —Movía las manos con nerviosismo—Al principio. Era bailarina—Se ahorraría la parte en que vendía drogas, no quería que Tomás la viera como el pedazo de basura que se sentía en aquellos momentos—No duré mucho porque alguien intentó lastimarme.

Tomás abrió los ojos de par en par. Recuerdos del primer día que la conoció llegaron a su mente.

—Cuando fuiste a casa de mis padres—Comenzó Tomás—Te vi moretones en el brazo, ¿Fue en esa ocasión?

Tóxico ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora