En las manos de la Salvadora

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OZ

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OZ...

De manos dadas y con los ojos cerrados, Regina, Emma y Zelena golpearon los tacones tres veces pensando intensamente en el sitio a donde deseaban llegar, y se materializaron a los pies del reino de Oz enseguida, literalmente en un pase de magia, con los pies debidamente calzados en los zapatos mágicos. Habían quedado en pensar en el palacio de Zelena, pues, ese era el centro del Reino, uno de los sitios principales del sitio. Abrieron los ojos y se encontraron frente al imponente castillo, intocado, tal y cual Zelena lo había dejado antes de marcharse de allí. La pelirroja sonrió involuntariamente, con una mezcla de añoranza y angustia por todos los recueros malos y la tristeza que allí había experimentado.

Emma miraba todo a su alrededor, admirada.

–Oz es hermoso...–dijo

–Sí, es un reino muy...–Zelena comenzó a hablar, pero fue distraída cuando sintió un temblor dentro del bolsillo de su larga falda. Era el pergamino, la carta de Christopher, cuidadosamente doblada, lo que empezó a vibrar. En cuanto la cogió, la carta escapó de sus manos, se abrió formando una hoja de papel totalmente plana y sin dobleces, y se levantó sola en el aire, vibrando y comenzando a moverse hacia delante. Ya estaba hechizada y lista para llevar a las tres mujeres a su destino.

–¡Vamos, rápido! La carta ya nos está guiando hacia la Espada, no podemos perderla de vista–dijo Regina, comenzando a seguir al pergamino abierto que continuaba avanzado y vibrando. Las dos la siguieron rápidamente, sin apartar la mirada de la carta encantada.

O era mucha coincidencia o realmente el destino y su forma de obrar era certeros, y había actuado a su favor, pues increíblemente la carta las estaba guiando hacia el interior del Palacio de Zelena. Pasó por la enorme puerta principal en cuanto Zelena la abrió con magia, y rápidamente el pergamino se encaminó hacia uno de las enormes estancias de la parte del fondo del castillo, provocando que las tres echaran a correr, sin aliento. Era una sala enorme con una gran chimenea donde Zelena solía sentarse en un gran sillón verde y madurar sus planes diabólicos.

Finalmente, al llegar a aquella sala, la carta se detuvo y vibró intensamente. Fue bajando lentamente hasta el suelo de madera rústica, y allí, se paró, abierta.

La pelirroja se agachó donde la carta estaba y la cogió, pasando la mano por la zona donde se había posado. Regina y Emma la acompañaron.

–Es impresionante...–comenzó, admirada –He estado tantos y tantos años en esta sala, y nunca sospeché que un arma poderosísima pudiera estar bajo mis pies...Mi castillo fue construido muchos años después de que Christopher escondiera la espada, donde Herozar aún dormía bajo las cenizas de la guerra y la destrucción...¡Qué coincidencia que hubiera sido alzado encima de su secreto! Emma, Regina, ayudadme con la magia para poder entrar aquí abajo...

La rubia y la morena asintieron, se pusieron de pie al lado de la pelirroja, inspiraron profundamente y posicionaron las manos abiertas y juntas sobre el suelo. Al momento, luces blancas, rojas y verdes se mezclaron y rodearon el bonito piso de madera, y el suelo comenzó a abrirse lentamente, revelando, impresionantemente, un túnel. Las tres apretaron los ojos para ver mejor. El túnel poseía varias escaleras y se perdían más allá de donde alcanzaba la vista.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora