¡Bésame!

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Finalmente, Emma suspiró, rendida, y miró los profundos ojos almendrados de la morena.

‒Está bien, Regina...Te escucho‒dijo la rubia, aún presa con apenas una pequeña distancia entre Regina y la mesa.

Regina respiró hondo, reunió valor y comenzó

‒No sé ni qué decir al respecto de nuestro último encuentro aquí...¡Emma, perdóname, por favor! ¡Fui una cobarde y una completa idiota! No debí haberte dejado sola, por más que tú me lo pidieras. Yo...No sé lo que pasó por la cabeza para huir de aquella manera...

‒Lo que sucedió es que te asusté, y lo entiendo...No debí haber soltado aquel montón de información sobre ti...

‒¡No!‒la morena casi gritó, nerviosa, y se acercó más a Emma, colocando sus manos cerca de las de ella, en la mesa ‒¡No, Emma! ¡No te culpes por algo de lo que no tienes la culpa! Hiciste bien en hablar, en abrirte conmigo. Fui yo la que se comportó cobardemente, y me odio por eso...‒A Regina comenzó a fallarle la voz, y se le encogió más el corazón al ver que los ojos de Emma comenzaban a humedecerse.

‒Al final, ¿de qué sirve?‒preguntó la rubia, voz embargada, dejando que una lágrima resbalara por su rostro.

‒¿Cómo que de qué sirve?

‒¿De qué sirve que yo haya hablado, de que me haya abierto contigo...Si tú no me correspondes...Si tú no sientes lo mismo que yo siento...?‒Emma giró el rostro al lado opuesto, secándose la lágrima con el dorso de la mano, la emoción la dominaba.

Regina, con el corazón partido ante esas doloridas palabras, cogió el mentón de Emma, haciendo que volviera a mirarla.

‒Emma...‒ahora Regina también tenía una lágrima insistente ardiéndole en el rostro.

‒Me sentí pésima cuando te fuiste después de que te pedí que te fueras...Está bien, fui yo quien te lo pedí, lo sé, pero creo que en el fondo tenía aquel hilo de esperanza de que te quedaras y me dijeras lo que yo quería escuchar...‒sonrió débilmente, entre las lágrimas, y movió la cabeza y los hombros ‒Ilusión, lo sé...No te culpo por haberte marchado, Regina...No sé si yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar...Si quieres que te disculpe, puedes estar tranquila, te disculpo...Creo que solo necesito tiempo, pero no quiero perderte y no quiero que te apartes de mí...Olvida todo lo que dije, ¿está bien?

‒¿Qué querías escuchar de mí? ¿Y cómo puedo olvidar todo lo que dijiste?

‒¿No es obvio? Quería escuchar que no estoy sola en todo lo que siento...Que tú también lo compartes. Pero eso era lo que yo quería escuchar, no lo que tú querías decir, y tengo que lidiar con ello, ¡y lo haré! Las cosas no son siempre como uno las desea...Tú no sientes lo mismo, lo sé...Por eso, por favor, te pido que, si puedes, finjas que aquella conversación nunca sucedió...‒Emma temblaba y continuaba llorando.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora