Asuntos pendientes

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Pasaron dos días desde que Regina y Emma habían tenido aquella conversación en la comisaría, regada de muchos besos, emociones, declaraciones y descubrimientos maravillosos e intensos

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Pasaron dos días desde que Regina y Emma habían tenido aquella conversación en la comisaría, regada de muchos besos, emociones, declaraciones y descubrimientos maravillosos e intensos. Al día siguiente la rubia llevó los documentos para que ella los firmara, sin problema alguno en molestar, en realidad, Swan no veía la hora para llevarlos, tal era la ansiedad de ver a Regina y besarla de nuevo, y Regina compartía esas mismas intenciones, ansiosa para que esos documentos llegaran pronto, junto con la rubia y sus deliciosos labios. A quien le extrañó todo esto fue a Henry, pues en esos dos días su madre rubia no lo llamó para que hiciera de mensajero entre la comisaria y el ayuntamiento.

Y Emma, al entrar en el despacho de la alcaldesa, abría una enorme sonrisa enamorada, que era enseguida correspondida por Regina. Cerraba la puerta con llave y se sentaba en su regazo tras la mesa y se besaban y agarraban de forma apasionada, entregándose a las delicias de probarse y descubrirse cada vez más.

Eran las 18:30, y Regina estaba en su casa, ansiosa, sentada en su cómodo sofá con las piernas cruzadas y balanceando los pies, calzados en unas bellas botas negras de caño alto. Aún sentía en su cuerpo y en su intimidad los efectos del calor dejado por los besos y toques de Emma aquella tarde. La rubia no salía de sus pensamientos, y el propio acto de visualizar su rostro ya la hacía sonreír involuntariamente, sus ojos brillando y su cuerpo entrando en calor. Pero la ansiedad insistía en permanecer ahí, por lo que estaba a punto de hacer dentro de un momento. Reflexionó mucho durante esos dos días hasta que llegó finalmente a esa decisión. Necesitaba y tenía que hacerlo, y no podía retrasarlo más, sabía que sería difícil, pero cuanto más pronto lo hiciera, mejor. Suspiró. "Vamos, Regina, que tú lo consigues...", pensó. No solo ha sido el hecho de besar a Emma y cedido a sus encantos y lo que estaba sintiendo por ella lo que la ha impulsado a hacer lo que estaba a punto de hacer. Eso solo fue la válvula de escape final que le dio valor para llevar a cabo lo que ya tenía que haber hecho hacía algún tiempo.

Sonó el timbre, arrancando a Regina de sus pensamientos con un sobresalto. Su corazón aceleró. Respiró profundamente. Era ahora. Se ajustó la falda y la blusa y caminó en dirección a la puerta. La abrió.

‒Hola Robin...‒dijo, dándole media sonrisa al hombre en el umbral ‒Entra, por favor.

‒Ahhh, mi reina, no sabes lo aliviado que quedé al recibir tu llamada pidiéndome que viniera hoy. Sé que aún estás enfadada conmigo y me pediste tiempo, pero estos pocos días sin tener noticias tuyas me estaban volviendo loco, Regina...‒dijo Robin y enseguida intentó besarla, pero Regina desvió el rostro hacia un lado, colocando delicadamente la mano frente a él, cogiéndolo totalmente por sorpresa con ese acto ‒Ey...¿Qué está pasando?‒preguntó, arqueando las dos cejas, deshaciendo la sonrisa y poniendo un gesto de aflicción y preocupación.

Regina inhaló profundamente.

‒Entra, Robin...Tenemos que conversar...‒y abrió espacio para que el pasara, cosa que hizo rápidamente para encaminarse al sofá y sentarse en él. Regina cerró la puerta y se dirigió hacia allí también, sentándose y quedando frente a él.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora