El último adiós

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Regina y Zelena se quedaron un buen rato con la boca abierta, mirando fijamente al muchacho que tenían delante, que ahora enarbolaba en su rostro una sonrisa larga y divertida

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Regina y Zelena se quedaron un buen rato con la boca abierta, mirando fijamente al muchacho que tenían delante, que ahora enarbolaba en su rostro una sonrisa larga y divertida. Intentaban digerir aquella información a toda costa.

–Entiendo que estéis confusas...No esperabais encontrar a alguien que desapareció durante miles de años del mundo aquí delante, ahora, frente a vosotras–Christopher habló, quebrando el silencio.

–¿Eres...Eres de verdad el hijo del Hada Negra? ¿El que escribió aquel pergamino que encontré? ¿El que hirió a su madre con la Espada Himperius y la escondió dormida en las montañas?–dijo Zelena, petrificada.

–Ese mismo...–asintió con la cabeza.

–¡No me lo puedo creer! Tras todos estos años...¡Pensé que no querías ser encontrado!–completó Regina, mirándolo de arriba abajo

Christopher suspiró pesadamente.

–Cometí muchos errores, como dije en aquel pergamino, Regina...Pero ahora, he venido a ayudaros. Siento que es lo mínimo que puedo hacer, después de todo. Creo que esta es mi última misión antes de cumplir con mi último destino. Fallé como Salvador, pero os debo alguna ayuda, y principalmente a la Salvadora...

–¿Cuál sería ese destino que tienes que cumplir? ¿Y cómo sabes mi nombre?–preguntó Regina

Christopher apenas sonrió

–Sé muchas cosas...Mi madre me ofreció muchos poderes, y estudié a fondo todo tipo de magia, volviéndome aún más poderoso. Tengo visiones, conozco todo lo que ocurre a mi alrededor y lejos de mí. Y ahora...–el muchacho miró pesaroso hacia el castillo –Ha llegado la hora de verla de nuevo. Asuntos pendientes...– se encogió de hombros –Escuchadme, Regina, Zelena...Voy a unir mi magia a la vuestra, y vamos a librar al castillo del hechizo...Puedo ver...–apretó los ojos, dejando que en su mente apareciera la visión interior del castillo –Que Emma se encuentra sola en la sala donde esta esposada...

–¡ESPOSADA! Esas...–Regina interrumpió, exasperada, dando golpes al aire.

–Calma, hermanita...–Zelena la agarró por los hombros –Deja que continúe

–...Ella está esposada, pero sola ahora. Mi madre, la Reina y su aprendiz han bajado al sótano a preparar unas pociones. Es el momento. En cuanto libremos al castillo de la protección, voy a liberar a Emma de las esposas y teletransportarla para acá.

–¿Todo eso desde aquí fuera?–Regina estaba incrédula

–Sí...–el joven asintió con una sonrisa, totalmente calmado –Todo eso desde aquí fuera. ¿Preparadas?

Los tres colocaron las manos y lanzaron juntos sus magias en dirección al castillo. La magia de Christopher sobresalía a la de las mujeres, pero las tres magias unidas consiguieron, por medio de una luz extremadamente rápida y brillante, retirar la pared protectora del palacio. Y en cinco segundos, el muchacho cerró los ojos con fuerza y colocó las manos hacia arriba, como en una oración. Increíblemente, Emma apareció delante de ellos, literalmente en un pase de magia, sin esposas, jadeando, el corazón acelerado, sin entender nada de lo que estaba pasando.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora