Un corazón partido

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Bosque Encantado, veinte días tras la entrega del libro a Zelena en Storybrooke

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Bosque Encantado, veinte días tras la entrega del libro a Zelena en Storybrooke...

Aquella noche clara y de luna llena, dentro de las paredes de palacio, la Reina Regina cuidaba de Fiona en el cuarto particular de la misma. Clarissa no estaba ayudando ese día, pues quería dedicarse al estudio de la magia oscura en su cuarto y pidió permiso a su maestra para tal cosa, y esta se lo concedió. El cambio físico del Hada Negra era impresionante en esos veinte días de cuidados específicos: hechizos y pociones que solo iban dirigidos a su restablecimiento estético, aunque tampoco se dejaba de lado la recuperación de sus fuerzas y poderes. Ya conseguía hacer muchas cosas por sí misma, ya no necesitaba apoyo para caminar y no se sentía débil, a pesar de que aún tenías ciertos cuidados provisionales, pero se sentía plena, bien y llena de vitalidad. También comenzaba ya a retomar algunos poderes, hacía algunas pruebas que eran satisfactorias tanto para ella como para la Reina. Su magia, poco a poco, se hacía más fuerte. Aún no había salido de palacio para evitar molestias innecesarias, necesitaba ser el Hada Negra de otrora nuevamente para poder ser vista por los súbditos. Esperando por eso, había comenzado a salir del cuarto y caminar por el castillo, bajo la amenaza aterradora de Regina a los habitantes del castillo para que guardaran en secreto la presencia de tan importante huésped. Los resultados de los específicos cuidados de esos veinte días ya se veían en el restablecimiento de su belleza, que ya estaba completamente restaurada. La piel ya sin arrugas ni marcas, el verde macilento daba paso a la aterciopelada piel de melocotón, dejando a la vista a la preciosa mujer que siempre había sido. Los ojos castaños oscuros llenos de vida y brillo, la larga sonrisa de dientes perfectos y alineados, los cabellos sedosos, negros y largos. Ya se vestía como antes, siempre de negro, un vestido ligero, un hermoso escote y para completar, un adorno de hermosas plumas negras alrededor del cuello. Su belleza deslumbradora no pasaba desapercibida a los ojos de la Reina, que esa noche estaba pasándole por el rostro, cuello y brazos una crema mágica cuidadosamente preparada para curas las pocas cicatrices y hematomas que aún se encontraban en la piel ahora prácticamente perfecta. Ambas se miraban y se sonreían, notando como sus cuerpos, a través de aquel contacto, eran atravesados por una corriente eléctrica, pero cuando Regina iba a pasar la pomada por la gran cicatriz dejada por la espada Himperius, cerca de la clavícula de la mujer, fue secretamente detenida por un fuerte agarre de la mano de Fiona en su brazo, impidiéndole continuar con la tarea.

˗¡No!˗dijo el Hada, mirándola a los ojos castaños con expresión indescifrable ˗¡Esa cicatriz, no! ¡Esa se queda!

˗¿Cómo?˗ Regina se extrañó ante la reacción, frunciendo el ceño.

˗¡Lo que habéis oído! ¡Esa cicatriz se queda! ¡No quiero que desaparezca! Necesito que se quede donde está para poder acordarme siempre que mi propio hijo fue capaz de hacerme esto...˗ tragó en seco, con dolor y resentimiento en la voz ˗¡Y también para recordar que sobreviví a ello!

La reina se encogió de hombros y dejó la pomada en la cama donde estaban sentadas.

˗ Aunque lo considero una petición extraña, está bien, respeto vuestra decisión. Pero es una cicatriz muy grande. Siempre se verá, con cualquier ropa que os pongáis.

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