La rebelde domada

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Bosque Encantado, días actuales...

Cuanto más tiempo pasaba, más avanzada se mostraba Clarissa en la magia y en las prácticas oscuras. La muchacha era perspicaz, muy inteligente y aprendía todo muy rápido. Su tendencia hacia el lado oscuro se revelaba cada vez con más intensidad. La Reina Malvada era solo elogios para su alumna, sierva y aprendiz. Dominaba rápido y de forma impresionante todas las enseñanzas transmitidas por Su Majestad, y la hermosa princesa no remoloneaba para estudiar y practicar. Trabajaba arduamente para ser cada vez mejor en lo que hacía y agradar a su Reina, y los resultados se mostraban totalmente satisfactorios y fantásticos. Clarissa comenzó a ayudar a la Reina Regina en tareas cada vez más complejas, y algunas pequeñas obligaciones relacionadas con la magia, hechizos y preparación de pociones ya eran dejadas totalmente en sus manos, y la joven se enorgullecía de eso, y se esforzaba en cumplir con todo con esmero para el agrado de Su Majestad.

El miedo de la población de las aldeas y del reino, o sea, de su propio pueblo, también se extendía ya a Clarissa, además de a la Reina Regina. Los rasgos de su dulce niña se habían ido, y todos se daban cuenta. Su princesa tan amada se estaba transformando en una persona completamente diferente, cruel y malvada. Se veía en sus ojos negros que ya poseían un brillo diferente, en su sonrisa macabra, en la postura de su cuerpo, en sus actitudes. En las frecuentes rondas con la Reina o incluso en sus paseos en solitario por las villas y por el reino, la muchacha se imponía como si nunca hubiera visto a nadie de allí, como si no los conociera y como si no hubiera crecido en medio de ellos siempre tan amada o reverenciada. Los trataba como a ratas, con indiferencia y desdén, al igual que la Reina Malvada. Seguía fielmente los pasos de su Reina y Maestra, en todos los sentidos. El pueblo lloraba la pérdida de sus bondadosos gobernantes y también la de su linda muchacha que se había inclinado hacia las tinieblas y los caminos del mal. Muchos mantenían la esperanza de su regreso al trono y también de que Clarissa volviera al camino del bien y del amor. Eso mantenía sus fuerzas.

Clarissa se dividía entre aprender el arte de la oscuridad, estudiar, hacer las rondas y ayudar a la Reina Regina en las pociones y hechizos para el tratamiento del Hada Negra, una rutina ardua y agotadora. El proceso de tratamiento exigía pociones completas, ingredientes difíciles de encontrar y los hechizos también eran muy complicados y exigían el máximo cuidado en la ejecución. Fiona se encontraba cuidadosamente escondida en el mismo cuarto, nadie tenía conocimiento de su regreso, aún de la misma manera en que llegó, recibiendo su tratamiento. Sería necesaria mucha paciencia, pues llevaría tiempo que el Hada se recuperara por completo.

Aquel día por la noche, después de un día cansado de estudios, aprendizajes y cuidados al Hada, Clarissa se dirigió al calabozo del castillo, como solía hacer regularmente para comprobar si estaba todo en orden con los prisioneros. Todos ellos, ahora, durante el día hacían tareas en el palacio. De reyes, reinas y gobernantes, pasaron a ser empleados de Regina. Esteban se encargaba de los caballos y de los otros animales; Markus y Edward, de los jardines y plantaciones; Dulce ayudaba en la limpieza y Charlize, embarazada ya se siete meses, era responsable de coser las ropas. Al final del día de trabajo, volvían a dormir a sus celdas. Clarissa los trataba a todos con desprecio.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora