Algunos viajes

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El corazón de Emma dio un salto y en seguida se paralizó

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El corazón de Emma dio un salto y en seguida se paralizó. Su mundo se derrumbaba bajo sus pies, y sentía que todo a su alrededor daba vueltas. Creyendo que podía no haber escuchado bien, volvió a preguntar a la alta e imponente figura.

―¿Co...Cómo?―la aflicción en su voz era aparente

―Estar con Regina podría implicar tu derrota y fracaso en la Batalla Final, y por consecuencia en la concretización suprema y éxito de los planes macabros de la Reina Malvada y del Hada Negra. Los planes de las dos envuelven mucho más que apenas la sed de venganza contra aquellos por los que sienten odio. Envuelve una guerra en los mundos mágicos y no mágicos. Las dos tendréis que renunciar a ese romance si no queréis arriesgar y echar a perder todo...Lucharéis lado a lado, pero no podréis estar juntas románticamente― respondió el Espectro, sin alterar su voz ni su postura.

Emma comenzó a sentir que las lágrimas llegaban a sus ojos y la garganta se le apretaba y cerraba. Sintió unos deseos inmensos de lanzar sus dos manos al cuello de aquella criatura encapuchada y tan orgullosa por estar contando esas tonterías sin sentido, ¿quién se pensaba que era? Eso no tenía sentido alguno, ¿qué tenía que ver una cosa con la otra? No podía ser verdad, no podía...Solo sabía sentir mucha rabia y quería decirle con todas las letras que estaba equivocado.

―¿En base a qué dices eso? ¿Cómo el hecho de que Regina y yo estemos juntas podría interferir en algo en mi misión?―preguntó desesperada, intentando dominar el nerviosismo, sin éxito alguno.

―Emma Swan...―volvió a hablar el Espectro, calmadamente, con su voz fuerte y ronca ―Existen muchas cosas que no debemos revelar por completo a nuestros Salvadores por peligro inminente de influencias negativas en sus pasos y en sus objetivos...O sencillamente, no podemos explicarlo porque ciertas cosas apenas las sentimos, sin explicación concreta...Podemos decir que, en este caso, una de las dos opciones se aplica. Pero no puedo decirte cuál.

Emma ahora hizo valer su deseo y se acercó más al Espectro, con un gruñido, quedando cara a cara con él, agarrándolo por el cuello de su capa. La rubia dejaba ahora caer libremente una lágrima y temblaba de rabia y nerviosismo. La figura no se movió ni alteró.

―¡Estás equivocado! ¡Eso es un montón de tonterías! ¡No estás diciendo nada cierto! ¿Me sueltas una cosa como esa, y después sencillamente que no puedes explicarme el porqué? ¿Qué carajo es eso? ¿Qué derecho te crees que tienes para querer separarme de alguien?―gritaba desesperada.

―Exactamente, no tengo ese derecho...Mi deber es solo alertarte. Y eso es lo que estoy haciendo. Tú haces tus elecciones, tienes libre albedrío...―respondió, aún sin alterarse ―En eso no puedo interferir.

Emma aflojó el agarre de su ropa y dejó sus manos caer lentamente hacia los costados de su cuerpo, incrédula con lo que escuchaba. La rabia se amenizó, dando lugar al dolor y la aflicción. Se permitió que otra lágrima resbalase, y después de unos segundos en silencio, tomó aire y respiró hondo, limpiándose los ojos con el dorso de la mano e intentando recomponerse.

Dulces deseosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora