CAPÍTULO 35

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Capítulo treinta y cinco

Oportunidad para dos.

Toco un par de veces en la puerta de la enorme casa blanca con ventanales cristalinos preciosos, esperamos mientras me tambaleo en mis tobillos y el aire de lluvia eriza mi piel.

El pequeño Oliver me recibe con su pijama y unos guantes de limpieza que son tres veces más grandes que él para luego aproximarse su mamá y hacernos pasar.

— ¿Cómo están? siéntanse como en su casa. — dice amablemente mientras luce apresurada para terminar con la visita.

Reparo como viste hoy y ahora ya puedo entender porqué se ve apresurada, lleva sus cabellos atado en una moña rápida y su camisa esta mojada en algunas partes de ella, eso explica también porqué Oliver nos recibió con guantes de limpieza, viste justo como mamá cuando hace aseo en toda la casa...

—Gracias, ¿cómo está usted? — pregunta Merced adentrándose con mucha confianza en la casa.

El trabajo de Darshel estuvo fuerte y pesado, no podía traerme hasta acá entre tanto Héctor nos hizo el favor de traernos y Merced quiso acompañarme, necesitaba su apoyo sí quería enfrentar esto con Rodrerick.

—Bien mi niño— Responde ella. — ¿Qué te sucedió ahí?

Toma la cara de Merced entre sus manos y toca con sutileza los moretones que son notorios en la parte izquierda de su cara

—Solo un moretón... —se encoje de hombros—. Pelea sin importancia.

— ¿Como Rodrerick no estuvo ahí para ayudarte? —dijo mientras negaba con su cara.

Realmente lamentaba que Rodrerick no estuviera allí no había duda que ella quería mucho a Merced, y que si se entera que el moretón se lo hizo su hijo se enojaría muchísimo, con ambos.

—Descuida, estoy bien.

Rodrerick al día siguiente no se apareció en la preparatoria, y tampoco contesto mis llamadas, ni mis mensajes. Era domingo y no sabía nada de él, ni siquiera cual era su paradero o su estado físico.

— ¿Que te trae por aquí Mariam? —Pregunta dulcemente—, Rodrerick no está, supongo sabes.

El cobarde huyendo de sus mentiras, su deber era enfrentar y pagar las consecuencias.

—No sabía. —fingí dulzura.

— ¡Que extraño!

— ¿Y dónde está? —pregunte.

—Está haciendo el último viaje de su PADU. Regresa hoy en la madrugada.

—Oh, lamento haberla importunado, quería hablar con Rodrerick porque no tenía información de él, no contesta mis mensajes, ni mis llamadas.

—Descuida cariño, estamos a la orden, gracias por preocuparte por mi hijo, se nota que es muy especial para ti; los acompaño a la puerta el aseo espera por mi.

«Gricis pir priicipirti pir mi hiji»

Quiero ahorcarlo si no le molesta.

Me levanto derrotada, pensaba aclarar todo esto hoy mismo, pero supongo que tendré que esperar que regrese de su viaje y hacerlo cuanto antes.

—Gracias y disculpe la molestia.

—No fue nada cariño, no te preocupes. Él está bien.

—Me alegro— fijo una sonrisa.

— ¡Vuelvan pronto!

Merced llama a Héctor y él enseguida llega.

El camino a casa es silencioso, el clima estaba en mi contra también. Las nubes estaban grises y el cielo estaba opaco; las cosas no estaban marchando bien o por lo menos no estaban tomando el rumbo que indique.

Si las estrellas se enamoran © [editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora