Capítulo 31: Una nueva boda

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A la mañana siguiente, ambos despiertan al oír el teléfono de Altagracia sonar. Ella se mueve un poco para alcanzarlo en la mesa de noche, mira la pantalla y se da cuenta que es Amatore.

—Es Rinaldi— le dice a José Luis.
—Contéstale amor— la besa— buenos días— sonríe.
—Buenos días— sonríe— pero no quiero contestarle…
—Es para que no sospeche.
—Esta bien...— contesta— ¿Bueno?— José Luis se acerca a ella y le comienza a besar el cuello— Estoy bien…¿cómo andan las cosas por allá?— los besos bajan hasta sus pechos mientras José Luis lentamente va quitándole la sábana que la cubre. Ella lo mira y le hace señas para que se detenga, pero él tenía otros planes— Hhm…¿Tienes vacía...l-la cuenta?— Altagracia intenta controlarse, pero su hombre continúa bajando y llega hasta su intimidad. Pasa su lengua suavemente por su clítoris y ella cierra los ojos dejándose llevar por el placer— B-bueno...q-quédate el...tiem-po que debas...— Ella lucha por no gemir, pero su respiración es notablemente agitada y debe colgar la llamada lo antes posible— Amatore, viene Regina, hablamos luego— cuelga.

—¡José Luis!— le reclama.
—¿No te gusta?— ríe y sube hasta su boca.
—Eso no se hace, me pudo haber descubierto.
—No lo pude evitar— la besa— tu cuerpo es mi mayor deseo.

José Luis se introduce en ella y comienzan con una mañana llena de pasión. Sus cuerpos encajan a la perfección, es como si hubiesen sido hechos para estar juntos.
Los gemidos inundan esa habitación de hotel hasta que caen rendidos sobre la cama. Se mantienen abrazados hasta que el estómago de Altagracia lanza un rugido.

—Bueno, ya debemos comer— ríe José Luis.
—Me parece perfecto— ríe.
—¿Pedimos el desayuno en la habitación?
—Si amor, ahora yo me voy a dar una ducha— comienza a levantarse de la cama.
—Oye Altagracia— la toma de la cintura y la acerca a él— Me encantas— le besa la cadera.
—Tu también me encantas José Luis— le acaricia la cabeza— pero ahora déjame ir o terminaremos haciéndolo otra vez— ríe y se levanta de la cama.
—¡ME ENCANTAS MUJER!— le grita mientras ella entra al baño— Me tiene bien pendejo esta mujer— dice ya solo en la habitación.

Cuando Altagracia sale de la ducha, el desayuno recién llegaba a la habitación. Ambos disfrutaron de la compañía del otro. Jamás se habían sentido tan felices estando juntos. Se sentían libres, amados, no querían que eso acabara. Cuando terminan de comer se visten para poder ir a ver los últimos detalles del plan. Aún debían transferir las propiedades y las acciones a su nombre, además, José Luis quería sorprender a Altagracia viendo la fecha de su boda. Quería hacerla su mujer lo antes posible, vivir todo lo que le quedaba de vida a su lado.

—¿Adónde me llevas ahora?— ríe.
—Te tengo una sorpresa— le sonríe.
—Tus sorpresas me dan miedo José Luis— ríe— ya dime.
—Mira al frente— dice estacionando el carro— Cuando te dije que me quería casar contigo lo dije muy en serio Altagracia.
—¿Es en serio?— le pregunta con los ojos llenos de ilusión.
—Muy en serio— se baja del carro y le abre la puerta— Ven— le toma la mano— Vamos a ver la fecha ahora mismo y lo antes posible.
—Estás loco— ríe.
—Tu me tienes loco mujer— ríe.

Entran al registro civil y piden la hora para dentro de 2 semanas y media. Estaban extasiados, llenos de felicidad. Hace dos años jamás se le cruzó por la cabeza hacer realidad ese sueño. En el momento en el que ambos estaban disponibles las cosas comenzaron a complicarse y no pudieron seguir juntos, pero ahora debían aprovechar de hacerlo. Creían que una vez casados ya nadie los iba a poder separar.
José Luis se la lleva a una joyería, quería que ella eligiera el anillo que más le gustara. Estaba dispuesto a pagar cualquier precio con tal de ver esa sonrisa en su cara.

—José Luis, ¿Qué hacemos aquí?— le pregunta al entrar a la joyería.
—Hermosa, te traje porque quiero que tú elijas el anillo que más te guste— le sonríe— no importa el valor, el que quieras.
—Amor— le toma el rostro con ambas manos— el anillo que sea será perfecto mientras esté tu nombre grabado ahí— lo besa.
—Pero yo quiero que luzcas una joya hermosa, casi tanto como tu. Quiero que cuando la vean te digan "Que afortunada eres"— ríe.
—Yo soy afortunada de tenerte a ti, pero como guste el señor Navarrete— ríe.

La vendedora les muestra una gran variedad de anillos, todos realmente bellos, pero hubo uno que llamó más la atención de Altagracia.

La vendedora les muestra una gran variedad de anillos, todos realmente bellos, pero hubo uno que llamó más la atención de Altagracia

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—Se te ve hermoso— le dice José Luis.
—Es como si hubiese sido hecho para ella ¿Verdad?— opina la vendedora.
—Este me gusta muchísimo José Luis— lo mira y él puede ver el brillo de la ilusión en sus ojos.
—Este es el que queremos, y el del novio, claro— ríe.
—Espere…— dice Altagracia luego de entregar el anillo— ¿Puede ir su nombre grabado en él?
—Claro, vamos a hacerles un grabado muy elegante, sutil— la vendedora les sonríe y se va a realizar el grabado.
—No pensé que serías tan romántica— ríe y la toma de la cintura.
—Aún hay cosas que no conoce de mi señor Navarrete— lo besa con dulzura.
—Espero que cosas buenas— ríe.
—¿Tienes miedo José Luis?
—Todo de ti me aterra Altagracia, y quizás es algo masoquista esto, pero es algo que me encanta de ti, y estoy dispuesto a conocer hasta lo más profundo de ti.
—Creo que las cosas malas ya las conoces, amor— le sonríe— pero hay muchas cosas que solo una vez intenté…
—Aquí están sus anillos— los interrumpe la vendedora.
—Perfecto— dice José Luis.

Luego de ver ciertas cosas para su matrimonio, Altagracia y José Luis se dirigen a la constructora. Aún debían dejar todo en orden con las acciones que recuperaron. Quitar a Amatore de la empresa para evitar que se adueñe de todo y siga chantajeando a Altagracia. Ambos empresarios habían mandado una gran cantidad de guardaespaldas para cuidar de Regina y su pequeña. De esa manera no tendrían que tener por su seguridad, y sólo deberían cuidarse ellos. Sin embargo, las cosas que les traería el destino no se las esperaban.

Italia

Amatore Rinaldi sigue intentando arreglar el problema con su empresa. El no entendía cómo era posible que de la noche a la mañana le hayan vaciado toda la cuenta bancaria. Era un robo, de eso estaba seguro.
De pronto, su secretaria lo llama a su oficina y le informa que el técnico que vería cómo recuperar el dinero había llegado. Amatore lo recibe, pero cuando el técnico abre la puerta de la oficina, el italiano levanta la vista y se queda congelado al ver quién era.

***

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