Capítulo 40: Un nuevo despertar

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Habían transcurrido 4 días y Altagracia aún no despertaba. José Luis dormía todas las noches en el hospital.
Al parecer la salud de Altagracia estaba mejorando lentamente, pero trataban de mantenerla sedada para que no sintiera tanto dolor.

Regina pasaba algunas horas al día en el hospital, pero a causa de su pequeña hija no podía estar mucho tiempo. El empresario aprovechaba esas horas para ir a su casa, ducharse y cambiarse ropa.
Ese día la ducha había tardado un poco más de lo normal. Se había dejado llevar por sus pensamientos, por sus interrogantes, y por esas ansias que tenía de encontrar al imbécil de León cuanto antes.
Sale de la ducha luego de un buen rato y se dirige a la habitación para cambiarse ropa. De pronto, el teléfono suena y al ver la pantalla se da cuenta que es del hospital.

-¿Le sucedió algo a Altagracia?- pregunta de inmediato.

-Señor Sandoval, logramos quitarle el sedante a su esposa y ella está despierta- dice una enfermera al otro lado del teléfono.

-Voy de inmediato al hospital- dice colgando y terminando de vestirse con rapidez.

Durante el trayecto no paraba de sonreír. Era la mejor noticia que había recibido en estos días. La lenta mejoría de Altagracia solo lo preocupaba más, y saber que ahora estaba despierta y mejorando le daba un gran alivio. Su corazón palpitaba cada vez más rápido a medida que se acercaba al hospital.
Al llegar ahí, va directamente hasta la habitación de Altagracia. Abre la puerta con cuidado y al entrar la ve ahí, con sus ojos abiertos, algo confundida y muy adolorida, pero viva.

-Con permiso- dice sonriente.

-José Luis, está despierta- le dice Regina feliz.

-Ya veo- se acerca a Altagracia y esta lo mira- Mi amor- le acaricia el rostro- no sabes lo feliz que me haces al abrir tus ojitos- Al decir eso ve como una lágrima corre por la sien de la rubia.

-J-josé Luis...- dice apenas.

-No digas nada hermosa- seca su lágrima- no debes hacer tanto esfuerzo, y yo quiero que te pongas bien- besa su mano con dulzura.

Regina observaba esa imagen asombrada. Si bien es cierto, hace años había visto a su hermana enamorada, jamás vió a alguien así de enamorado de ella. Nunca lo imaginó de José Luis. El era el tipo de hombre que parecía frío, calculador, interesado en solo una cosa se las mujeres, pero le había cerrado la boca. Estaba realmente enamorado de Altagracia, y ella de él. Era un amor puro y sincero, sin intereses de por medio.

-Bueno, yo los dejaré para que estén juntos- se pone de pie- Sé lo mal que lo pasaste estos días José Luis- dice tocándole la espalda.

-Muchas gracias Regina.

-Adiós hermanita- deja un beso en su frente.

Sale de la habitación y ahora solo se encuentran ellos dos, al fin juntos. José Luis la observa, la acaricia y ella hace su mayor intento por no abrir la boca y decirle cuánto lo ama.

-Gracias por luchar...- le dice casi en un susurro- Te amo Altagracia, te amo más de lo que te puedes llegar a imaginar- besa su mano.

[...]

Los días pasan y Altagracia comienza a recuperarse. Por la pérdida de sangre queda con una anemia severa pero nada que no se pueda mejorar. José Luis no se aparta de ella, intenta aprovechar cada segundo a su lado. Sin embargo, había un tema que debían tocar, y es que Altagracia aún no sabía de la perdida del bebé. El empresario no sabía cómo tocar el tema, sabía perfectamente lo dolorosa que era la maternidad para ella, pero no podía ocultarle algo tan importante.

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