Capítulo 3: Celos que queman

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-El que te mando esas flores no te conoce Altagracia- la voz de José Luis entra por la puerta.

-¿Y tú si me conoces?- le pregunta sin mirarlo.

-Más de lo que crees...¿Quién las envía?- pregunta en un tono que denota sus celos.

-Eso no es de tu incumbencia José Luis- le dice mientras lee el nombre de quién las mandó- ¿A qué vienes?

-Quería saber si tenías el número de Laura.

José Luis estaba jugando con fuego. Sabía exactamente qué eso le incomodaría a Altagracia, pero era lo que quería. Ella había jugado con sus sentimientos y ahora era su turno de jugar con ella. Tenía muy claro lo peligroso que era, ya que esa mujer que tenía en frente estaba hecha de un fuego embravecido y probablemente se terminaría quemando en ella.

-Para eso están las secretarias Navarrete- le dice indignada- y yo estoy muy lejos de ser una.

-No creí que te ofendería tanto mi consulta, pero no te preocupes, estoy seguro que conseguiré ese número.

Cuando José Luis comienza a dirigirse hacia la salida, algo lo detiene. Se gira, la mira y le dice:

-Por cierto, podrías decirle claramente a tu "amigo" que a ti se te conquista con dinero, no con flores.

Al terminar de hablar se retira rápidamente dejando a Altagracia sin palabras. La había ofendido y ella no supo defenderse. Tenía claro que él estaba dolido por como lo dejó. No era algo menor. Él le había dado su apoyo, le había entregado todo en bandeja y ella simplemente decidió abandonarlo por un hombre que creyó que la haría feliz. Pero nada de eso fue como ella esperaba que fuera.

De pronto Cisco se aparece de sorpresa en su oficina.

-¿Te gustaron mi amor?- expresa con una sonrisa.

-No- le dice en seco.

-¿Cómo no? Quería que nos arreglaramos, salir a comer y luego irnos a tu departamento- se acerca a ella tomándola de la cintura.

-No me vuelvas a enviar flores ni ningún tipo de regalo- lo aleja- ni me vuelvas a decir "mi amor".

-Esta bien Altagracia- levanta sus manos en símbolo de rendición.

Pero como si no fuera poco, Altagracia escucha unas risas en el pasillo. Al moverse un poco para observar ve a José Luis y Laura ingresando en la oficina de él. Los celos se la comen viva. Le entra una desesperación que nunca antes experimentó.

-Pero está bien, vamos a comer algo- toma su bolso y sale de la oficina haciendo que Cisco la siga.

La tarde pasa lentamente. Cisco y ella habían tenido un acostón como de costumbre, pero ella había sido más violenta de lo normal. Ahora se encontraba desnuda sobre la cama llena de ira. No podía dejar de imaginar a Navarrete cogiéndose a esa mujer. Le hervía la sangre de rabia, pero no podía hacer nada al respecto, José Luis no podía darse cuenta de sus celos, por lo que debía controlarse. La Doña no podía rebajarse a ningún hombre, ya nunca más.

***

Las semanas pasaban y Altagracia veía cada día más cerca a Laura de Navarrete. Los celos la estaban volviendo loca. Cada día estaba siendo más irritable con los demás a causa de esto. Sin embargo, no estaba dispuesta a que esto se le saliera de las manos. Esto se convertiría en una guerra, y ella no sería la perdedora.

Ese día vendrían unos ejecutivos a hacer tratos con la constructora y ella aprovecharía cada oportunidad que se le presentara. Los ejecutivos llegaron y Altagracia se dispuso a usar algunos de sus dotes de seducción.

José Luis Navarrete
Durante toda la reunión tuvo que ver a Altagracia coquetear descaradamente con los empresarios. Ellos aprovechaban cada instancia para poder acariciarla, tomarla de la cintura, tocar su espalda y ella se dejaba sonriéndoles todo el tiempo. Pero no era momento de descontrolarse. Se había puesto como meta no caer nuevamente con Altagracia. Ella lo había lastimado mucho más de lo que creía, él ya no era el mismo y no lo iba a permitir otra vez. Ahora José Luis era quien tomaría el mando de la situación. Le había costado mucho recuperar su parte de la empresa. Altagracia lo habría dejado completamente en la ruina sino hubiese sido porque tenía copia de todo lo que le pertenecía.

Ésta vez Navarrete la iba a incomodar de todas las maneras posibles.

Cuando finalmente se fueron los ejecutivos, se encargó de que Altagracia lo viera dirigirse hacia su oficina con Laura. Una vez adentro acorraló a la joven empresaria contra la pared. Comenzó a pasar la mano por su muslo subiendo notablemente su vestido. La besó y luego la giró para subir aún más su vestido. Bajó la cremallera de su pantalón y con su dedo índice corrió las bragas de la mujer que tenía en frente para introducirse en ella. Jose Luis no podía hacer otra cosa que pensar en Altagracia, recordaba lo que sintió cada vez que la hizo suya. Esa mujer era inolvidable. No importaba cuántos años pasarán, él seguía deseándola como el primer día. Esto no quería decir que Laura no fuera bella. La morena de profundos ojos café parecía salida de una pasarela, pero su personalidad no dejaba de ser común, algo que no le llamaba la atención como hombre. De pronto su mente viaja y recuerda a Altagracia con todos esos hombres en aquella sala de juntas, la recuerda con Cisco, ese pendejo imbécil que estaba seguro que la ha tenido en su cama más de una vez, recordaba cómo Altagracia lo dejó años atrás por el infeliz que asesinó a su hijo. Esto hizo que sus embestidas fueran fuertes, duras, sin compasión por la mujer que estaba penetrando. Cuando el acto finaliza, deja un beso en su frente.

-Tengo mucho trabajo- se arregla y camina hacia su escritorio.

-¿Me dejarás así?- pregunta la jóven.

-Lo siento Laura, tengo demasiados pendientes. Pero mañana te compensaré.

La muchacha arregla su vestido y su pelo para salir inmediatamente de esa oficina.

José Luis ya sentado en su escritorio toma su cabeza con ambas manos y se reprende a sí mismo por pensar en Altagracia.

-¿Qué carajos te pasa José Luis? ¡Sácala de tu cabeza! Ella es la culpable de todos tus males.

De pronto el teléfono suena.

-¿Bueno?

-Señor Navarrete, tiene una llamada desde Milán.

-Claro, pásamela- suspira- Rinaldi, come va?

-Amico mio, aquí estoy, esperando tue notizie. ¿Vendrán a hacer negocios con me?

-Estoy en eso Amatore, Altagracia aún no me da respuesta, pero hablaré ahora mismo con ella para convencerla. No te preocupes.

-Va bene Navarrete, espero que puedan venir para la esposizione que haremos. Ci vediamo.

-Nos vemos amigo.

Terminando la conversación con Amatore Rinaldi, Navarrete se arma de valor y se dirige a la oficina de Altagracia, necesitaba una respuesta a la brevedad.

***

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