Capítulo 6: El encuentro

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Altagracia Sandoval
No lograba entender a José Luis. La noche anterior se la había comido a besos, se sentía el deseo, la pasión, la necesidad que él tenía por poseerla, y ahora se iba con su nueva amante. Ella no estaba dispuesta a compartirlo con nadie, y si no estaba solo con ella no estaba dispuesta a aceptarle algo como lo de anoche otra vez. 

La cabeza aún le dolía por la resaca, y el estar pensando tanto en José Luis la ponía peor, así es que decidió enfocarse en otras cosas.

-Matamoros, ¿Puedes subir?- le habla al teléfono.

-Voy enseguida mi Doña.

Luego de pocos minutos Matamoros llega a la oficina e inmediatamente nota extraña a Altagracia.

-Doña ¿Le sucede algo?

-No es nada, solo me duele la cabeza.

-Disculpe que insista Doña, pero creo que algo más le ocurre- le dice preocupado.

-A ti no puedo mentirte mi Matamoros- le sonríe- Siéntate.

-Bueno, cuénteme, usted sabe que sus secretos están seguros conmigo- le dice mientras toma asiento.

-Lo que pasa es que…- mira el techo, suspira y continúa- anoche yo bebí de más y no sé en qué estaba pensando que se me ocurrió llamar a Navarrete... él me escuchó mal y en unos minutos, sin avisarme, llegó a mi casa.

-Ya…- la mira- y pasó algo entre ustedes...

-Si, o sea, no, bueno, casi.

-Explíquese Doña.

-Estábamos conversando y me besó, y bueno, casi...tu sabes, pero luego él se dió cuenta que no era buena idea, así es que se marchó.

-Y ¿Usted también cree que fue mala idea?

-Si, bueno no sé, Matamoros, me confunde- suspira- no entiendo que quiere. Me mira, me besa, pero anda jugueteando con la niñata esa de Laura…

-Ah ya veo Doña, usted está celosa.

-¡Noo! No vuelvas a repetir eso Matamoros.

-Doña, con todo mi respeto, es lo que se ve. A usted aún le suceden cosas con él, y no tenga miedo de decírmelo, usted sabe que yo nunca la voy a juzgar. Estoy aquí para cuidarla y comprenderla.

-No sé Matamoros- se toma la cara- me desespera este sentimiento. Yo creía que él no era tan importante para mí.

-Pero se equivocó ¿O usted creerá que no he visto que tiene aún los recuerdos con él guardados?

-¡Ay Dios!- hace una mueca- no quiero que se me note, no está bien, no puedo permitir que me envuelva.

-Doña el amor es así, difícil, con Magdalena hemos tenido muchas diferencias, pero usted nos ve, hay tanto amor que logramos atravesar cualquier dificultad.

-Y me gusta verlos así de felices- le toma la mano y le sonríe- pero bueno, a lo que te llamé.

-Dígame Doña.

-¿Pudiste averiguar algo del señor Rinaldi?

-El tipo es un empresario de muchísimo dinero. Ha tenido muchas mujeres, sin embargo no parece ser un hombre de compromisos.

-Eso ya lo veremos... continúa.

-Posee varios centros comerciales en toda Europa. Conoce a Navarrete desde hace un año. 

-Perfecto Matamoros, siempre cumpliendo con mis peticiones.

-Bueno Doña, la dejo. Cualquier cosa me llama y vengo de inmediato.

-Esta bien Matamoros. Saluda a Magdalena de mi parte.

-En su nombre mi Doña- le dice retirándose de la oficina.

Una vez sola comienza a revisar documentos pendientes. Trataba de no distraerse pero le era imposible. Efectivamente Navarrete había llegado a poner su mundo de cabeza. No sabía cómo quitarlo de su corazón. Por ahora solo podía hacer el intento de enfocarse en otras cosas e ignorar lo que sentía. Estaba segura que luego de un tiempo se acostumbraría a tenerlo cerca y dejaría de sentirse así con él. 

Cisco por otro lado no había tenido tiempo de acercarse a ella, ya que lo envió a cuidar de su hermana y su pequeña sobrina. Esa pequeña era lo más importante que tenía ahora, luego de la muerte de Mónica e Isabella, la pequeña Martina había llenado espacios vacíos tanto en Regina como en Altagracia, y haría todo lo posible por protegerla.

***

L

as semanas habían transcurrido y el día de viajar a Milán llegó. Altagracia y José Luis trataron de mantener su relación lo más profesional posible. Ambos se derretían por el otro cuando se veían, pero sabían disimularlo muy bien.

Durante el viaje no hablaron mucho. Trataban de evitarse, y cuando hablaban solo tocaban temas de negocios.

Cuando aterrizaron, el staff de Rinaldi los esperaba con una limusina negra que los trasladaría al hotel donde se hospedarían. Sus habitaciones quedaban una al lado de la otra. Solo una pared los separaría. Aprovecharon cada uno de tomar una siesta para luego arreglarse, ya que a las 8 de la noche tendrían una cena con Amatore. Altagracia había decidido usar un vestido verde ajustado a su cuerpo que le permitiera lucir sus curvas. Necesitaba deslumbrar a ese hombre. 

Cuando salió de su habitación golpeó la puerta de José Luis, pero al parecer él ya había bajado

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Cuando salió de su habitación golpeó la puerta de José Luis, pero al parecer él ya había bajado. Se dispuso a tomar el elevador y bajar al restaurante donde la esperaban. De pronto las puertas del elevador se abren y ve a un hombre increíblemente guapo al lado de Navarrete. Un moreno alto, fornido, de ojos verdes que vestía un smoking negro. El italiano perfecto.

-Questa bella donna debe de ser Altagracia- se acerca y le da un beso en cada mejilla permitiéndose sentir su aroma.

***

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