Capítulo 47: In fraganti

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Cuando José Luis llega al departamento, Altagracia ya estaba acostada y las luces estaban apagadas. Él las mantiene así y se quita la ropa acostarse a su lado. Se mete en la cama en silencio y se acerca a ella.

-Altagracia- dice abrazándola- Amor, ya no estés enojada.

-José Luis, déjame.

-Ya amor- le besa el hombro.

-No estoy de ánimo José Luis.

-Altagracia, no seas tan intransigente por favor- dice apegándose más a su cuerpo.

Ella no responde más y él entiende que ella no quiere tenerlo cerca. La suelta y se acomoda más hacia su lado. Quizás si la dejaba tranquila, en la mañana ella estaría de mejor humor, o al menos eso esperaba él.

En la mañana, José Luis se despierta y Altagracia ya se había levantado, por lo que decide levantarse también para poder desayunar con ella. Se va a la ducha rápidamente y se alista, pero al llegar a la sala, Altagracia ya se había ido. Al parecer el enojo con él no se le había quitado durante la noche. Tendría que hacer realmente méritos para que lo perdonara. Jamás la vió tan fría con él, ni siquiera cuando se conocieron.

Al llegar a la constructora pasa inmediatamente a la oficina de la rubia. Quería verla, no estaba dispuesto a que pasaran más horas sin saber cómo estaba.

-Amor- dice entrando en la oficina- ¿Estás bien?

-Si- dice sin mirarlo.

-Veo que sigues molesta- se acerca a ella- ¿Qué quieres que haga para que te contentes conmigo?

-Que me digas la verdad- dice al fin mirándolo a los ojos- Quiero que dejes de mentirme y ocultarme cosas.

-Pero Altagracia, no tienes nada de qué desconfiar

No le convenía decir la verdad en ese momento. Ella estaba demasiado molesta con él y probablemente reaccionaría muy mal.

-Déjame sola José Luis- dice al ver que no le dice la verdad- No tengo tiempo ahora para estupideces.

-Altagracia…

-No José Luis- le dice en seco- Largo.

José Luis se va de la oficina derrotado por el desprecio de su mujer, pero Altagracia no podía permitir que la siguiera tratando como una niñita ingenua. Ella estaba muy segura que él le estaba ocultando algo. No sabía exactamente qué o con quién, pero lo iba a descubrir.

Luego de unas horas, Altagracia sale a almorzar con Matamoros. Definitivamente no quería estar con José Luis, lo que a su leal amigo le pareció extraño.

-Doña, ¿me dirá por qué no quiso comer con su esposo?

-Ese idiota me está engañando- dice y de sus ojos caen unas lágrimas que seca de inmediato.

-No diga eso Doña, él no sería capaz.

-Claro que es capaz, lo está haciendo.

-¿Pero cómo está tan segura?

-Porque está actuando muy extraño, sale de la oficina sin decir dónde, y está pasando tiempo con una mujer, disque una amiga de la universidad.

-Ya veo, pero quizás no es nada Doña.

-No sé Matamoros, no sé que es, pero no me gusta que me ande mintiendo.

Cuando retorna a la empresa, sobre su escritorio encuentra una caja de terciopelo azul. Se acerca y al abrirla ve un colgante con unos diamantes preciosos. José Luis sabía perfectamente cuánto le gustaban las joyas. Al lado del regalo había una pequeña carta. La abre y la comienza a leer.

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