Capítulo 32: Verdades que duelen

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Italia

—Amatore Rinaldi— sonríe.

—León ¿Qué haces aquí?— pregunta el italiano.

—Necesitaba hablar contigo, querido...amigo, porque después de lo que tengo que decirte no te quedará de otra que tomarme como uno.

—Toma asiento— le apunta la silla frente el escritorio.

—Gracias— dice tomando asiento.

—Cuéntame qué tienes que decirme.

—Supe que estabas teniendo problemas con el dinero de tu empresa— le sonríe.

—Si, pero questo no te importa.

—Claro que sí me importa. Verás, todo esto fue un plan de Altagracia y su amante.

—¿Qué sabes de él?— pregunta asombrado.

—Todo lo que necesites saber yo lo tengo— su sonrisa solo pone más incómodo al italiano.

—Quiero saber quién es…

—Primero déjame contarte que esto lo idearon ellos dos, y que además te quitaron las acciones de la empresa, te quitaron propiedades— queda en silencio un segundo— el dinero probablemente te lo devuelvan, era solo una estrategia para quitarte del camino.

—¡Dime ahora quién es!— golpea el escritorio.

—Calma...— ríe— toma— dice entregándole un sobre café.

El italiano lentamente abre el sobre, introduce su mano para sacar lo que hay dentro, y cuando ve su contenido queda en silencio. A cada fotografía le dedica un buen tiempo. Altagracia y José Luis, su amigo José Luis, teniendo sexo en el carro, besándose en diferentes lugares. Esa mujer que había sido suya una noche en Milán, hoy la veía en una gran de fotografías siendo poseída por quien creía que era su amigo. La manera en la que él poseía su boca, como la tocaba dónde y cómo quería, era obvio que llevaban años de relación, o algo por el estilo. Y es que Amatore no sabía la historia, pero no se iba a quedar con la incertidumbre.

—¿Hace cuánto tiempo están juntos?— pregunta apenas.

—Hace dos años ellos mantuvieron una relación, yo creí que era algo netamente físico, pero al parecer no, porque luego de que hice justicia por la muerte de mi hijo, Altagracia al ver llegar nuevamente a José Luis de Italia, volvió a meterse con él.

—¿Y mi matrimonio no fue real?

—Pues no, fue todo una mentira de esos dos.

—Esto no se va a quedar así— se levanta del escritorio y toma sus cosas.

—¡Oye!— lo toma del brazo— no vas a ir a ningún lado.

—¡Io no voy a permitir que se rían de mí!

—Con mayor razón, dales tiempo, que crean que todo les funcionó como quisieron, aparece en unos días, hazles creer que no sabes nada.

—¿Qué tienes en mente?— pregunta intentando calmarse.

—Vamos a hacerles creer que tú no sabes nada, vas a llegar allá en un par de días y del resto me encargo yo.

—Va bene, pero apenas llegue allá, la haré mía. Aunque sea en contra de su voluntad.

—Rinaldi, no creo que esa sea una buena idea…

—¿Perché? Ella me engañó, e io no permito que se rían de mí. Con José Luis ya veré luego.

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