Capítulo 48: Un amor a prueba de todo

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Durante el resto de la tarde siguieron trabajando en la constructora. No podían seguir dándose días libres, había demasiado trabajo aún para ellos. Altagracia estaba a cargo de un proyecto nuevo para una empresa de Japón, y José Luis estaba comenzando a ponerse en contacto con la empresa en la que trabajaba Carla. Debían aprovechar cualquier proyecto nuevo que se les viniera, ya que tantos días perdidos en la empresa había traído sus consecuencias y estaban teniendo más gastos que ganancias.

Cuando termina la jornada, la pareja se regresa al departamento.
Luego de una buena cena llena de risas y cariños deciden ir a acostarse.

-Altagracia, ya ven a acostarte- le grita José Luis hacia el baño.

-Un momento- le grita de vuelta.

-Mujer, me haces esperar demasiado. Recuerda que tenemos algo pendiente- dice como si de saldar una deuda de tratara.

Luego de un momento más de silencio, aparece Altagracia con una bata frente a José Luis.

-¿Ya vienes conmigo?

Altagracia no le responde, pero comienza a quitarse la bata frente a él quedando en un conjunto de encaje que la hacía lucir más que apetecible para José Luis. El empresario la mira anonadado. Abre la boca pero no es capaz de emitir sonido alguno. Ella le sonríe y se sube en la cama yendo directo hacia él. Se sube sobre el empresario y toma sus manos para dirigirselas hacia sus caderas.
José Luis las presiona con fuerza.

-Quitate el brasier- le dice como una orden.

Ella se lo quita con delicadeza y le pone los senos en la cara para que el juegue un poco con ellos. Luego de un rato, dirige su boca hacia la de José Luis y comienza a besarlo dejando pequeñas mordidad en la comisura de sus labios.
La erección del empresario es capaz de sentirla a través de la ropa de cama, por lo que decide quitarla y bajar a disfrutar un poco de su miembro. José Luis cierra los ojos al sentir la humedad de la boca de Altagracia a lo largo de su gruesa longitud. Cuando dijo que quería que lo compensara por haberlo rechazado la noche anterior, no pensó que ella lo haría así de gustosa y dándole tanto placer. Se notaba que ella igual necesitaba de una noche como esa.

Al cabo de unos minutos, la rubia vuelve a subir a los labios de José Luis para ahora juntar su lengua con la de él. Su piel estaba ardiendo, estaba en llamas y eso excitaba aún más al empresario. Comienza a hacer movimientos con sus caderas mientras la prominente erección de José Luis amenazaba con romper su ropa interior. Sentía que en cualquier momento la atravesaría. Ella misma decide hacer a un lado la tela de encaje e introducir su objeto de placer en ella. Se mueve lento sobre el, de arriba a abajo, en círculos, de todas las formas que su excitación le permitía. Su hombre la observaba como si estuviera admirando una obra de arte mientras hundía sus dedos en su escultural espalda.

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Adoraba ver cómo sus labios formaban un círculo al soltar gemidos, o como mordía su labio cuando intentaba callarlos.

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