Capítulo 27: Adiós, amor

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—Yo no lo justifico Altagracia, te prometo que no lo hago— se le cae una lágrima.

—Lo sé amor— le da un beso muy suave.

—Y ahora no quiero perderte a ti también— la mira— Pero tendremos que hacer algo.

—¿A qué te refieres?

—Debemos guardar distancia amor.

—Pero José Luis— lo mira y sus ojos se llenan de lágrimas— Yo no quiero eso.

—Amor es por tu bien— se le quiebra la voz.

—Pero mi bienestar está contigo José Luis— se para del sofá.

—Amor— la sigue— sólo será por un par de semanas, hasta que llegue el día de la boda.

—No, no— el llanto comienza a hacerse presente— no es justo…

—Yo se...— la abraza— pero no quiero que te hagan daño.

—¡Me importa un carajo si me quieren hacer daño José Luis!— lo empuja— Yo quiero estar con el único hombre que amo.

—Ven— la vuelve a tomar entre sus brazos— te amo Altagracia, no dudes de eso jamás— le toma el rostro y la besa.

Ambos se dejan llevar por aquel beso, un beso que estaba lleno de lágrimas, de dolor. Ninguno de los dos tenía ganas de separarse, pero era necesario. Hicieron esa tarde el amor como nunca antes, llenos de amor, de sentimiento. Estaban hechos pedazos, pero estar juntos era lo que les permitía respirar. No se soltaron ni por un segundo. Necesitaban sentirse más que nunca. De alguna manera creían que mientras más unían sus cuerpos, se quedarían impregnados del otro y no se extrañarían tanto. Solo quedaban un par de semanas, y podrían volver a amarse como siempre. Ya nunca más se separarían.

—No me quiero separar de ti— le dice Altagracia entre sollozos.

—Todo va a estar bien amor— le besa la frente— Van a pasar estos días y vamos a poder estar juntos.

—¿Estás seguro?

—Muy seguro— la mira y le sonríe intentando ocultar sus miedos.

—Pero igual te veré en la empresa ¿Verdad?

—Por supuesto, pero debemos tener cuidado, no estar solos mucho tiempo…

Se mantuvieron en silencio durante al menos treinta minutos. No sé soltaron hasta que vieron la hora y decidieron volver a la empresa. Se vistieron nuevamente y antes de cruzar por aquella puerta, se dieron un beso interminable. Se abrazaron con todas sus fuerzas y Altagracia no pudo evitar soltar unas lágrimas antes de salir.

Volvieron a la empresa y entraron por separado. No querían arriesgarse más.

José Luis llega a su oficina, se encierra y suelta el llanto que venía guardando durante todo el día. Se tomaba la cabeza y se preguntaba cuándo terminaría todo eso. Parecía que el destino se empeñaba en separarlos y juntarlos una y otra vez. No era justo. De pronto, no logra razonar y sale disparado de su oficina, entrando rápidamente a la oficina de Altagracia. Apenas entra ve como ella se limpia las lágrimas que aún salían por sus ojos.

—Altagracia— le habla y se dirige rápidamente hacia ella.

—José Luis…

El empresario la toma con fuerza y la besa como si su vida dependiera de ello. Las lágrimas de ambos caían entre sus besos. 

—Te amo, te amo, te amo, te amo...— le dice repetidas veces entre besos a su mujer.

—Me quiero ir contigo...— dice entre llanto.

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