Capítulo 26: Planeando la boda

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Los días pasan lentamente, y Altagracia debe ir planeando la boda, o lo que se supone que es su boda. Revisa cada detalle sola, ya que Amatore debe estar constantemente trabajando entre su empresa y la constructora manteniéndose ocupado, lo cual no le molesta en nada a Altagracia. Además, así le deja libre el camino a Navarrete y la Doña para verse a escondidas dentro de la empresa. Eso era lo único que les permitía estar juntos.

—Hoy debo ir a ver el vestido de novia— le dice a José Luis mientras la mira frente a su escritorio.

—¿Irás sola?

—Supongo...pero no tengo ganas de ir. Si fuera por mi mandaría a alguien a elegirlo y listo.

—Yo te acompaño— le sonríe

—No, José Luis, nos pueden ver.

—No estaremos haciendo nada malo— se levanta y se acerca a ella— Quiero ver cómo lucirás— le dice mientras la toma de la cintura.

—Mm...está bien— le sonríe.

—Estoy seguro que te verás radiante— conecta sus labios a los de ella.

—¿Ya estás viendo lo del matrimonio falso?— le acaricia el cabello.

—Si amor, todo listo con eso. Tenemos ahí las acciones, las propiedades que le quitaremos, y la luna de miel que no se realizará— le sonríe.

—Perfecto— le muerde el labio inferior— Amo cuando planeas cosas.

—Tu amas el poder— ríe.

—Amo el poder que tú posees, el cómo lo manifiestas, te amo a ti— ambos se funden en un beso apasionado.

Luego de unas horas se dirigen juntos a las pruebas de vestido sin informarle a Amatore. Genaro se encargaría de llevarlos a la tienda y los traería de vuelta. José Luis en el fondo estaba muy entusiasmado. Jamás imaginó verla de novia, aunque le habría encantado verla así en un posible matrimonio juntos. Cuando iban en el coche aprovecharon de mimarse, caricias iban y venían, todo eran besos, abrazos, cariños. Eran pocas las instancias que tenían para estar juntos, por lo que trataban de aprovecharlo al máximo. Altagracia se derretía en cada beso que su hombre le daba. Eran como el fuego y el hielo, que al tocarse se volvían agua. Las manos de José Luis se inquietan cada vez que la tenía cerca, sentía la necesidad de sentir su piel todo el tiempo. Sin embargo, no podían hacer más que eso, ya que no iban solos en el carro. 

—Llegamos señor.— dice Genaro al estacionar el vehículo.

—Gracias Genaro.

—Vamos— le dice a Altagracia quien se acomodaba la ropa.

José Luis se baja y le toma la mano para ayudarla a salir del coche. Se encaminan a la entrada, él sin soltarle la cintura ni un segundo a su mujer.

Altagracia entra a probarse el primer vestido. Se mira al espejo y se siente extraña, le gusta mucho, pero no sé estaba probando el vestido para casarse con el hombre que amaba. Pasan unos minutos y no se atreve a salir del probador. De alguna manera sentía nervios de que José Luis la viera así. Parecía ser que la ilusión del matrimonio se hacía presente por primera vez en ella de la manera menos común.

—Vamos Altagracia, muéstrame cómo se te ve el vestido.

—Me da vergüenza José Luis— le grita desde adentro.

—Pero si es solo una prueba...Vamos, muéstrame.

—Me siento extraña.

—Pero amor, déjame verte.

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