ᴛʀᴀᴛᴀʀᴛᴇ ᴍᴇᴊᴏʀ

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— Travis, cálmate por favor...

— ¡Cállate, maldita sea! – Recibí una fuerte bofetada que me hizo voltear la cara. – Ahora entrá ya al puto auto antes de que mate a tu amiguito.

No dudé en obedecerle y mirar con pena a Jake, el chico de lentes y espinillas que amablemente se ofreció a darme los apuntes de la clases de Biología. Apenas tomé asiento en la camioneta, y ver cómo Travis terminaba de amenazar a Jake para subir a la camioneta, me puse el cinturón de seguridad al ver como Travis encendía el vehículo.

De un fuerte jalón me tomó del pelo y me obligó a darle un beso. — ¿De quién eres? – Me preguntó después de liberar mi boca.

— Tuya. – Respondí limpiando mis labios de forma leve, no quería que él pensará que no me había gustado el beso, aunque era cierto.

— ¿Y que pasa cuando me desobedeces? – Apretó su agarre.

— Te enfadas.

— ¿Y quien paga las consecuencias de eso? – Su aliento a cerveza rozo mi nariz.

— Yo. – Respondí en un hilo de voz.

Nuestra relación se basaba en eso: Amarnos, pelearnos, disculparnos y seguir con lo mismo, un círculo tóxico del cuál quería salir. Él ya no era el mismo, ya no era tan cariñoso y amoroso como antes. Pero él cambiaría, de eso estaba segura, él lo prometió, y solo debo esperar el momento para que nuestro Feliz para Siempre llegué, solo es cuestión de tiempo para que las cosas se solucionaran.

Él hacía eso porque me amaba, ¿No?

Al llegar a casa (El cuál era su departamento sucio en el que yo vivía desde que mi mamá me hecho de la casa) lo primero que hizo Travis fue quitarse los zapatos y acostarse en el sofá, no sin antes decir:

— Tráeme una cerveza.

Obviamente obedecí, no quería que se enojara más de lo que ya estaba. Fuí hasta la cocina y saque una cerveza del freezer, para después destaparla y llevársela.

— Amor. – Lo llamé después de dejar el licor en la mesita que estaba en frente del sofá. – Yo... Lo siento, ¿Okey? Sé que debí pedirte permiso para salir, es sólo que yo—

— Cierra la boca.

— Pero yo—

— ¡Que te calles! – Zapateo el piso tan fuerte que dí un respingo desde mi lugar. – Lárgate de mi vista antes de que me arrepienta de tenerte como criada en mi casa.

Asentí asustada y huí hasta el cuarto. Suspiré al cerrar la puerta y dejarme caer hasta el piso. Quería llorar, lo necesitaba. ¿Que estaba mal en mi? ¿Acaso no era lo suficientemente buena para él para que me tratara así? Quizás debía ser más obediente con él respecto a sus reglas para mantener aquí con él, era mi única salida, no tenía a donde ir y además Travis era el amor de mi vida, no podía dejarlo. El cambiaría, y quería estar para cuando eso pasará.

El sonido de mi teléfono me saco de mis pensamientos, rápidamente limpie las pocas lágrimas que habían logrado salir y contesté sin ver quién era.

— ¿Aló?

Segundos pasaron hasta que escuché la otra voz en la línea. — ¿Estuviste llorando?

Mierda, era Jaeden.

— No, estaba... Picando cebollas. – Sollozé pausadamente, esperando que Jaeden me creyera.

— Si, y yo soy el perro Pluto. – Oí perfectamente su sarcasmo. – ¿Ese imbécil te hizo algo de nuevo?

— No lo llames así, él es...—

(editando) | ONE SHOTS ; Jaeden Martell ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora