ʜᴀᴄʜɪᴋᴏ

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ʜᴀᴄʜɪᴋᴏ

Me incliné un poco para tomar un pañuelo de la mesa que estaba frente al sofá. Después de unos segundos volví a tomar otro. Y otro. Y otro. Y así sucesivamente, hasta que decidí mejor tomar el paquete completo de pañuelos para así no tener que inclinarme tanto. Sollozé pausadamente, las lágrimas caían como cascada pura sobre mis mejillas, mis ojos estaban más que hinchados ahora.

Me sentía pesada.

¿Y porqué?

Porque estaba viendo Hachiko, ya saben, película del perrito japonés que se quedó esperando a su dueño en la estación del tren cuando éste ya estaba muerto.

Estaba pasando la escena de dónde Hachiko estaba esperando a su dueño y la señora que era su esposa lo encontró. Dios Santo, que fuerte, creo que podría llenar baldes y baldes de lágrimas. Saqué otro pañuelo y sople fuerte sobre éste para quitar los mocos que tapaban mi nariz, después lo arroje hacia un cubo de basura que estaba cerca de por ahí.

- A-Ay, pobre-cito el pe-pe-perrito... - Estaba teniendo un ataque de hipo mientras lloraba con fuerza.

Hasta que escuché un gran sollozo por parte de Jaeden, quien estaba a mi lado y no había dicho nada en lo que había comenzado la película. Lo miré lentamente y le tendí el paquete de pañuelos, los cuales tomó sin dudar para sacar uno y soplar de la misma manera.

Aún recuerdo lo que me dijo hace unas horas:

- Puff, por favor, Mónica, yo no soy de llorar con esas cosas. - Se tiró al sofá y le dió play a la película.

Me senté a su lado con mi cobija, snacks y, obviamente, paquete de pañuelos. - No te creo nada, Jae-Jae. Si no lloras con ésta película, te consideraré la persona sin sentimientos en la tierra. - Abrí una lata de Pepsi y le dí un sorbo antes de pasarsela a Jaeden. - Es decir, ¿Quien coño no llora al ver Hachiko, por Dios?

- Cree lo que quieras, Niña. Yo no lloraré.

Si claro, y ahora se encontraba igual que yo con los mocos colgando por sus fosas nasales abrazándose de un cojín húmedo por las lágrimas.

- ¡Entiende, perrito! Él ya no es-es-está. - También le dió un ataque de hipo. Incluso recordé cuando hizo su papel de Bill en It con ese mismo tartamudeo, solo que esta vez era real.

Unos minutos más pasaron, y con eso, las escenas eran más dolorosas y tristes. El hermoso pelaje de ese perro que antes era limpio y sedoso, ahora de veía sucio y enredado, lleno de pulgas, lo cual solo hizo que llorará más.

Pero llegó la parte final, cuando Hachiko murió.

Ahí, con las patas entre su hosico, los ojos cerrados y su cuerpo temblando por el frío, los pensamientos de Hachiko hacia su dueño empezaron a correr en escena: Cuando lo encontró, cuando lo crío, la última vez que lo vió. Y cuando dijo su nombre:

- ¡Hachi! - Aquel hombre japonés estaba en pantalla con una sonrisa de oreja a oreja viendo a la cámara, la cual simulaba ser los ojos de Hachiko.

Y después, todo fue blanco, lo que significaba que Hachiko había muerto esperando a su amado dueño para toda su vida en el mismo lugar de siempre: La estación.

- ¡HACHIKO! - El grito que Jaeden y yo pegamos no fue para nada normal, ambos empezamos a llorar al ver esas escenas y ver la parte final de la película.

- ¡Ay cosita tan linda, nooo! - Chillé mientras tallaba mis ojos húmedos por las lágrimas.

- ¡Bummer, ven! - Cuando Jaeden llamó a nuestro perrito, un peludo callejero que acogimos hace un mes, literalmente lo abrazo hasta que su llanto se fue calmado poco a poco.

Me sentí celosa.

- ¡Bummer! - Al ver como ese peludo marrón saltaba de los brazos de Jaeden para venir hacia mí, no tarde en empezar a llorar como si fuera la última vez. - Mi querido y amado Bummer, Jamás volveré a gritarte por morder mis zapatillas. Desde ahora, te comprare todas las zapatillas que quieras para que las muerdas.

Okey, sabía que eso era mentira. Las zapatillas no eran baratas para dárselas a un perro, pero sí que le compraría más juguetes. Cuando veían películas de perritos que al final morían, siempre apapachaba a Bummer por días hasta que el aire de "Chica valorando a su perro" pasara, aunque para ser realista, jamás en la vida dejaba de apapachar a mi bebé perruno.

- Oye, ladrona.

Al ya no sentir el pelaje de mi animalito, fruncí el ceño y miré como Jaeden me lo había quitado de las manos.

Este salvaje.

Le dio palmaditas y caricias suaves a nuestro bebé por varios minutos hasta que su mirada cayó en mi, como si se hubiera acordado de mí presencia y me hubiese gustado su ignorando. Tarado.

- Oye flaca, tengo hambre.

Y como siempre, Jaeden mataba los momento más tristes con sus estupideces.

Es corto lo sé. :(

Literal, empecé a llorar cuando escribí las partes de Hachiko. Díganme, ustedes ya han visto la película?

(editando) | ONE SHOTS ; Jaeden Martell ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora