5/04/2016
Era fin de semana y como de costumbre nos dirigimos a casa de mis abuelos Dulce y Donato Mancini. Cada sábado toda la familia se reunía para comer y disfrutar un buen rato en la piscina bajo el estupendo sol y hoy no sería diferente.
—Stella querida, que bueno que llegaron —mi tía Beatrice se asomó detrás de la gran puerta de madera oscura.
—Claro, no podíamos faltar — me acerque para rodearla con mis brazos.
—Pasen, ya todos están en el jardín — se hizo a un lado para que pudiéramos pasar.
La casa era grande, una estructura en L de un solo piso, asemejándose a una hacienda, cubierta de pisos blancos, un hermoso candelabro colgaba del techo en medio del recibidor, a la derecha se encontraba la sala con sillones color gris adornados con cojines azules y una alfombra de varios tonos del mismo, en medio había una pequeña mesa de cristal.
A la izquierda una pared de cristal daba una vista borrosa del comedor de madera, donde cabían perfectamente 10 personas, por el mismo pasillo se encontraba la cocina, pero lo que más me gustaba de aquella casa era la pared de cristal que dejaba ver desde la entrada el amplio jardín.
Me dirijo a éste ya que todos se encontraban ahí.
—¡Dante, con cuidado, no corras o vas a tirar algo! —el hijo de Alonso corría en dirección a la alberca.
—Tranquila, solo se divierte —mi primo llego junto a mí.
Alonso el más grande de mis primos; tenía unos lindos ojos color ámbar, cabello castaño claro y un buen físico a pesar de que ya tenía un hijo y una linda esposa, Nicoletta.
—Me alegra verte — rose mis labios con su mejilla.
—Lo mismo digo, Ella — le dedique una sonrisa.
Visualicé a mi abuela sentada en una de las mesas del jardín y seguí mi camino para poder saludarla.
—Hola pequeña, ¿hoy no irás a la alberca? — Rodee con mis brazos a la mujer de cabellos plateados y deposite un beso en su mejilla.
—Sí, solo que más al rato, mami — tome asiento en una de las sillas a su lado.
—Está bien, ¿quieres té? — apuntó a la tetera que se encontraba sobre la mesita.
—Sí, por favor — respondí gustosa, amo el té, es una de mis bebidas favoritas.
—Y bien, ¿cómo te ha ido? Tu madre nos contó que te cambiaran de escuela — vertió el té en la taza para después entregármelo.
—Sí, la escuela me dio la opción de terminar mi carrera en Grecia y acepté —¿cómo no hacerlo?, además de ser una gran oportunidad, mis amigas también habían sido seleccionadas y eso mejoraba aún más las cosas.
—Me alegro mucho Ella, esperemos que ahí encuentres a alguien que pueda con ese corazón tan terco que tienes — me dedicó una de esas dulces sonrisas que tenía cada vez que hablaba del tema.
—Claro abuela, ya veremos — ella sabía que no quería a nadie en mi vida, por lo menos no ahora, no de esa manera.
Me disponía a quitarme el vestido para dejar ver mi traje de baño color amarillo cuando me percate que él no estaba — Mami, ¿dónde está el abuelo? — era muy raro no verlo junto a ella en días como este.
—En el despacho, le hablaron para firmar unas cosas, pero ya no debe tardar — claro, el despacho.
Mi abuelo era dueño de un despacho de abogados, uno de los mejores de Italia, era el negocio familiar y la mayoría de mis primos trabajaban con él, eran realmente buenos en lo que hacían.