20/04/2016
La gente iba y venía con maletas en mano, unos corrían a encontrarse con familiares o amigos que hace mucho no veían y otros se despedían, así como nosotras ahora mismo.
Después de lo ocurrido una semana atrás, la hora de partir con rumbo a Grecia llegó. Las chicas tenían una sonrisa en el rostro que delataba su entusiasmo de viajar, vivir una nueva experiencia y crecer.
Yo solo quería alejarme de todo y todos los que me recordaran la que había perdido, era cruel, egoísta y hasta un punto cobarde, pero vamos, a nadie le gusta tener vacío el corazón, y eso era justamente lo que sentía en ese momento.
—Pasajeros con vuelo a Atenas-Grecia, favor de abordar en la puerta número 3 — hora de irse.
—Es hora Ella — la emoción en la voz de Gina retumbó en mis oídos.
—Cuídense y cualquier cosa no duden en llamar — ¿cree que no la escuchamos las primeras diez veces?
—Si mamá, tranquila estaremos bien, después de todo la escuela nos dará el departamento y podrás hablar cuando quieras — la abrace por última vez, antes de tomar mi maleta.
—Nos vemos Sra. Mancini, vamos ella o perderemos el vuelo — la mano de Fran tomó la mía guiándome por el pasillo hasta la puerta de acceso al avión.
Nos recibieron los boletos y las 4 subimos al avión, Gina y Alessandra se sentaron juntas en los asientos que se encontraban a lado de nosotras, por obviedad Francesca se sentó junto a mí, nos dieron las indicaciones por las azafatas y poco después el avión despegó, no tarde mucho en quedarme dormida.
Mami no te vayas, te necesito, por favor... Mi pequeña Ella...
—Ella, Ella... STELLA, despierta ya llegamos — pero que rayos...
Lentamente abrí mis ojos, tardé segundos en asimilar donde estaba, el resto de las butacas estaban vacías y Fran y las chicas me miraban con diversión. Frote mis ojos y me levanté de mi asiento, mi maleta ya estaba en el pasillo del avión así que la tome en manos y salí detrás de las chicas.
Llegamos a la banda correspondiente, donde las maletas salían una tras otra siendo tomadas por sus respectivos dueños. Después de media hora ya teníamos todas nuestras maletas y es que realmente eran demasiadas, uno de los chicos del aeropuerto nos ayudó a transportarlas en un pequeño carrito.
—Muchísimas gracias — Ale agradeció al chico que nos ayudó.
—Fue un placer señoritas — la última maleta ya se encontraba dentro del pequeño vagón unido al vehículo.
—Y ¿de dónde son? Si se puede saber — la llave giró, haciendo que el carrito se encendiera.
—Verona — las palabras de Fran provocaron que el rostro del chico se tornara confuso — ¿y tú? — el típico tono seductor que la chica usaba con los chicos que le atraían, delataron sus intenciones.
—De... aquí... de Atenas — o si, este chico sería su próxima presa.
—Entonces supongo que tenemos un lindo guía — por dios, la velocidad con la que puede ligar a veces es impresionante.
—Aaa... s.s..Si — ¿de verdad acaba de tartamudear?, los encantos de la castaña son eficaces.
Fran era muy linda, tenía un cuerpo voluptuoso, pero era realmente hermoso, su cabello no era tan largo y la combinación de varios tintes le daban un color entre rojo y castaño, sus ojos eran de un café intenso, la mayoría de los chicos de la universidad en Verona morían por ella, no solo por su físico, sino por la linda y talentosa persona que era, pero nunca les hizo caso, pues hace unas semanas tenía novio el cual resultó ser un completo idiota, así que ahora se encontraba torturando al chico que acabamos de conocer.