11/04/2016
Hoy era viernes, faltaban dos días para irme a Grecia. El semestre había terminado y mi último año lo pasaría lejos de Verona, pensar que solo podría venir en las vacaciones de verano y navidad me causaba algo de melancolía, pero era una excelente oportunidad; además durante mi estadía allá haré mis prácticas en una constructora, será una buena forma para adquirir experiencia y, si les gusta mi trabajo, me darán un contrato de 4 años, no podía pedir más.
—¡Ella, ¿me acompañas al centro comercial?! ¡Aún tengo que comprar una maleta, las que tengo no son suficientes! —escuché gritar a una de mis amigas mientras terminaba de subir unos planos a mi auto.
Me di vuelta para ver de quien se trataba y ahí estaba Gina, ella era realmente linda, tenía un cabello muy rizado de un tono castaño rojizo, unos ojos cafés preciosos enmarcados por sus anteojos, buen cuerpo y una estatura media, igual a la mía.
—Si por supuesto, solo déjame término de meter mis cosas al carro — señale a unas cajas que aún seguían en el piso del estacionamiento de la universidad.
—Estoy tan feliz, no puedo creer que a las cuatro nos hayan seleccionado para ir a Atenas para terminar la carrera, es genial, viviremos juntas — claramente estaba emocionada, ¿Quién no lo estaría? Y más si esta nueva experiencia la viviríamos juntas.
Nuestro grupito era de cinco: Gina, Alessandra, Francesca, Abel y yo; sin embargo, Abel se encontraba en España, en un seminario de computación, y no llegaría hasta el siguiente semestre.
—Muy bien ya está, vamos, yo aún tengo que terminar de empacar, arreglarme e ir a casa de mi abuela para el anuncio de mi prima. — Al parecer Carmina tiene una noticia importante y todos debemos estar ahí.
Sin más nos subimos al auto y nos dirigimos a la plaza, al llegar me estacioné y ambas bajamos. Paseamos por toda la plaza buscando una maleta del mismo color que las que Gina ya tenía, por fortuna después de una hora de búsqueda la encontramos, no es que no le gusten otros colores o diseños, pero es tan perfeccionista que no soportaría ver todas sus maletas azules y una en naranja o verde, eso no le va.
— ¡Por fin!, no puedo creer que solo haya una maleta azul eléctrico en toda la plaza — soltó un largo suspiro de exasperación.
—Dímelo a mí, pero bueno ya vamos que tengo que ir a la dichosa cena — elevé los ojos al cielo, no me emocionaba la idea de cenar en nombre de Carmina, sin embargo, este sería mi último fin de semana con ellos y bueno, el sacrificio valía la pena.
—Por supuesto — caminamos con dirección de regreso al auto. — Apropósito, Francesca nos invitó a su comida de despedida mañana —mencionó una vez que estábamos en el auto.
—Maldición, se me había olvidado — con todo lo de Grecia, últimos proyectos y ahora la dichosa noticia mi mente era un caos.
—Se supone que la que olvida las cosas es justamente Francesca, no tu — mí querida Fran si no fuera por nosotras seguramente perdería la cabeza.
— ¡Hey! Yo también puedo olvidar cosas, no soy perfecta — Gina reía ante tal intento fallido de sonar ofendida.
Entre música y algo de plática llegamos a casa de Gina, ella se despidió, bajó su nueva maleta y, ya sin compañía, me encaminé a casa.
— ¡Ya llegué! — caminé por el recibidor dejando las llaves sobre una pequeña mesa de cristal debajo de un candelabro.
—Ya era hora, la próxima vez que vayas a la plaza procura no tener compromisos, ahora sube a arreglarte, en una hora tenemos que ir a donde tu abuela — Isabella, mi madre, bajaba las escaleras luciendo un lindo vestido café, igual de elegante que siempre.