Consecuencias

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Asule no pegó ojo en toda la noche y eso tuvo consecuencias en la mañana. Su piel era tan pálida que las ojeras eran demasiado marcadas y se mostraba realmente cansado. Los dos betas encargados de arreglarlo se alarmaron ante sus aspecto.

Pero que podía hacer. Recapitulaba una y otra vez en su cabeza lo que había ocurrido la noche anterior, junto a aquellos dos alfas. Debía estar loco, completamente loco. ¿Qué demonios le había ocurrido?

Y si al menos solo lo hubiera hecho con uno solo, pero no, a él le gustaba ir a lo grande y habían sido los dos. En que parte quedó aquello de que era un omega respetable. Se había comportado como toda una perra en celo, deseado que cualquiera de ello le abriera las nalgas y se enterrara hasta llenarlo completamente.

Hasta se había humedecido empapando sus túnicas. Y eso por no mencionar la erección que apenas podía bajar cuando llegó a su habitación y se encerró. Esa fue la primera vez que se había excitado y la primera vez que necesitó sus manos para aliviarse. Y el orgasmo lo había obtenido recordando la sensación de aquellas manos sobre su cuerpo. Había sido lo más vergonzoso de toda su vida.

Quizás la bebida había sido el impulsor de todo aquello, pero demonios, ni siquiera puso resistencia. Su parte omega había salido sin trabas y había reclamado a esos dos alfas sin importarle cuál de los dos le diera mejor satisfacción. No importaba.

Incluso si le preguntaban cuál de los dos había sido mejor, no podría elegir.

-Maldición- gruñó alarmando a los dos betas que soltaron su cabello que peinaban en ese momento.

Asule respiró profundo, solo había una cosa que hacer. Actuar como si nada hubiera ocurrido, después de todo, volvería a su secta ese día y se aseguraría de no reunirse más con ellos, al menos no estando solos. No podía arriesgar su culo de esa manera. Había trabajado mucho para que lo respetaran como persona, no como omega. No arruinaría todo su trabajo por una simple calentura.

Pero dios, que buena calentura. Aun se estremecía.

-Ahhhh- gritó y se levantó metiéndose al baño y echando agua en su rostro mojando hasta su cabello. Otra vez esos pensamientos. Tenía que irse rápido de allí. La falta de sueño ya lo estaba afectando.

Los betas tardaron más de lo normal en arreglarlo pues Asule se encontraba inquieto, totalmente diferente a su calma habitual. Por lo que una hora y media después fue que salió de su habitación.

-¿Desea desayunar?- uno de los criados de la secta lo esperaba afuera junto con el resto de su delegación.

-No, gracias- negó esbozando una elegante y falsa sonrisa. No estaba de humor.

Claro que debía negarse. Su madre lo mataba si rompía su estricta dieta. Una que consistía en vegetales, frutos secos, frutas específicas, pescado y arroz. Nada que pudiera engordarlo…su marcada cintura siempre era lo principal. Gracias a eso Asule no conocía el sabor de la carne o de los dulces.

Se giró hacia su personal.

-¿Dónde está mi madre? Se supone que volveríamos temprano-

-Joven señor- uno de ellos hizo una marcada reverencia- La líder de secta salió junto con el resto de los líderes a recorrer los terrenos. No se dejó claro cuánto tiempo se demorarán-

Asule mantuvo la compostura aunque por dentro quería agarrar cualquier cosa y tirarla. Suspiró. Tendría que esperar no quedaba más remedio.

-Tráiganme té. Estaré leyendo hasta que regrese- y entró hacia su habitación. Prefería quedarse entre aquellas paredes. No porque le tuviera miedo a alguien de allí y menos a cualquier alfa, es que no sabía reaccionaría su cuerpo al encontrar a aquellos dos. No tampoco quería saberlo.

Locura de alfas/ Omegaverse/TrioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora