Zacha abrió los ojos con un fuerte dolor de cabeza que lo había azotado toda la noche. Aunque siempre lo guardaba pues podría ser una vergüenza para alguien como él, era de los que le costaba dormir sino estaba envuelto entre sus cosas o en su propio olor. En cambio estaba acostado en un colchón fino en el suelo, cubierto de una colcha ajena que olía a limpio, pero todo eso podría pasar sino fuera porque había un olor aparte que le hacía arrugar la nariz.
Pues no estaba solo. Ishaia y él compartían un mismo cuarto, y como todo alfa, la presencia de otro alfa en su círculo y uno como era el insoportable de su hermano era algo intolerable.
Se sentó bostezando, estaba agotado. No había descansado absolutamente nada. Se restregó el cabello que se había soltado en una espesa melena a lo largo de toda su espalda y miró a su hermano. Quiso patearlo. El muy maldito dormía plácidamente mientras él tenía unas ojeras marcadas debajo de sus ojos.
Entonces sonrió con malicia. Si él no había podido dormir por qué dejarle hacerlo a él. Agarró la bota al costado de su colchón para lanzársela cuando su brazo se detuvo en el aire y miró hacia la puerta. El sonido de alguien moviéndose afuera, agitando el agua del estanque por movimientos precisos le llamó la atención. En aquel lugar, que supiera y había comprobado a lo largo de su primer día se dio cuenta que solo eran ellos cuatro y nadie más.
Ishaia era una roca durmiendo a su lado, el cuerpo de Riki no parecía tan flexible, por lo que solo había una persona que pudiera hacer eso. Se puso las botas con rapidez, corriéndose el cabello del rostro y poniéndose la túnica superior con un nudo mal hecho, salió sin hacer ruido, no fuera a ser que su hermano interrumpiera su momento.
La luz casi lo cegó y se tuvo que cubrir sus cansados ojos hasta adaptarlos a la iluminación de la mañana. Y fueron unos segundos en que analizó la situación actual.
Estaba molesto. No lo podía negar. Ishaia debía estar igual aunque su rostro de piedra no lo mostrara ninguna de sus emociones. Era verdad que desde que había conocido al omega, se podía decir que se había impregnado en su cerebro como si su imagen debiera quedarse ahí. Incluso cuando lo había visto irse con la espalda destrozada su pecho se había quedado tan apretado que no podía comprarlo con ningún dolor que hubiera sentido antes.
Cuando su padre los envió en vez de a su hermano mayor, se había sentido indignado hasta la médula. Aunque había sido pobre y recogido de la calle cuando niño, eso no quitaba que era un alfa. Pero que estuviera bajo las órdenes de un omega fue lo más indignante.
Asule los había pedido para él, para que fueran sus criados. Realmente en ese momento quiso aprtar s cuello entre sus dedos y devorarlo en varios sentidos para que supiera quien era el que mandaba, pero después de anoche su mente estaba más despejada.
Los trabajos que tenían que hacer en aquel lugar eran bastantes simples a comparación de toda la lista que había dado Riki. Debido a que el joven beta prefería hacerlo él a que los alfas lo echaran a perder. Y la hora de la cena a pesar de ser extraña no fue tan tensa como se imaginó.
Habían puesto los platos en la mesa y después de sentarse los tres, Asule se les había unido sin intercambiar palabras con ninguno. Comió algunos trozos de vegetales y saboreó la sopa, para pocos minutos después levantarse e irse. Riki les había explicado que su amo en ese momento estaba en medio de una refinación por lo que concentración estaba enfocada en mantener el hechizo activado dentro de la sala destinada para ello, por lo que hasta hablar podía tirar por tierra todo su trabajo.
Ahora, Zacha no sabía que esperar. ¿Realmente el omega era tan buena gente como decía Riki o los despreciaba por lo que les había hecho su secta? Porque hasta el momento prácticamente los ignoraba.
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Locura de alfas/ Omegaverse/Trio
Werewolf-Siéntanse bendecidos alfas- el hermoso joven se acercó a aquellos dos alfas- Han conquistado el corazón de este cotizado omega. Responsabilísense- Ellos fueron Primero, conocidos. Después, mis sirvientes. Luego mis alfas Y por último, las personas...