Un flechazo equivocado

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Akira caminaba sin preocupaciones por las calles, en compañía de su hermanito Mokuba. Era extraño ver a dos miembros de la opulenta familia Kaiba caminando por las calles como ciudadanos normales, sin autos de lujo ni guardaespaldas fornidos detrás de ellos; sin embargo, Akira había insistido en que así fuese porque, después de todo, se trataba de un viaje de dos cuadras hasta el parque que les gustaba frecuentar a ambos. En franco contraste con Seto, Akira era una muchacha de costumbres sencillas, comprensiva y capaz de entablar una sólida y duradera amistad con Yūgi Mutō y Joey Wheeler, sus dos mejores amigos. De no ser porque el parecido físico lo proclamaba a gritos, nadie creería que aquella dulce niña era la hermana gemela del amargado CEO de Kaiba Corp. Claro, el destino tenía algo que ver con todo eso, pues había sido elegida como la portadora del Báculo del Milenio.

Estaban a punto de cruzar la última calle que los separaba del parque, cuando una motocicleta que venía a toda velocidad casi chocó contra la chica que, por reflejo, empujó a su hermano para apartarlo del peligro y retrocedió de un salto. La motocicleta se detuvo ante esto.

-¡Cuidado, Mokuba!

-¡Hermana! ¡¿Estás bien?! -cuestionó el niño preocupado, viendo a Akira con la faz lívida y la respiración agitada a efecto del susto recibido.

-¡Oye, idiota! ¡¿Acaso estás loco?! -gruñó furiosa la chica una vez repuesta del susto-. ¡Si no sabes manejar, no deberías ir por ahí haciendo lo que te dé la gana!

-Fuiste tú quien cruzó sin mirar -repuso el motociclista, sonando algo molesto.

-¡¿Qué?! ¡¿Casi somos atropellados y resulta que tú eres el ofendido?! -vociferó Akira con los ojos en llamas y las manos hechas puños, dirigiéndose al motociclista que aún estaba sobre su vehículo con el casco puesto.

-¿Adónde vas, hermana? -cuestionó Mokuba, aunque intuía la respuesta.

-¡¿A qué más?! ¡A darle una paliza a ese cretino! -contestó Akira rodeada de un aura deletérea que causaba temor; era una chica amable, sí, pero los que la conocían bien podían dar fe de que tenía un temperamento muy violento cuando se enojaba.

Justo cuando Akira volvió a clavar sus ojos en el motociclista, este se quitó el casco, revelando un rostro juvenil con un toque de inocencia, límpidos ojos morados delineados a la perfección, piel oscura y pendientes dorados. Los brazaletes que adornaban sus brazos y cuello le conferían un aspecto aún más exótico. Akira parecía una estatua de piedra, inmóvil en su sitio. El movimiento de aquellos cabellos blancos dorados al sacudirse del aprisionamiento del casco parecía haber hipnotizado sus ojos, cuyas pupilas dilatadas le hacía sentir una ligera molestia. Un ardor inexplicable se instaló en su pecho y el corazón incrementó el ritmo de sus latidos. Su respiración se asemejaba a un jinete desbocado y tenía los labios lo suficientemente separados como para servir de refugio a alguna mosca.

-Disculpa mi rudeza -pronunció el chico, sacándola al fin de sus ensoñaciones-. ¿Estás bien?

Al percatarse de cuánto se había acortado la distancia entre ellos, el rubor se aglomeró en las mejillas de Akira.

-S... Sí, es.... estoy bien -respondió presa de los nervios, sin saber el motivo.

-Es que acabo de llegar a la ciudad y no conozco las calles. Mi nombre es Namu -se presentó el joven moreno-. Para disculparme, quiero invitarlos a tomar algo.

-No, gracias, no quiero hacer mal tercio. Llamaré a Roland para que me lleve a casa -dijo Mokuba con rapidez, antes de que su hermana pudiese formular alguna respuesta. Podía ser un niño, pero no era estúpido y se había percatado del cambio acaecido en ella-. ¿Por qué no le muestras la ciudad a Namu, hermana?

Entre corazones, juegos y amores [One-shots - Yu-Gi-Oh! Duel Monsters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora