¿Volver a sus brazos?

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Irrumpió en el edificio de la Corporación Kaiba con la molestia retratada en las facciones. Maldijo internamente sus abundantes ocupaciones en su recién estrenado restaurante, las cuales le habían impedido recepcionar a tiempo el recado de su fiel amigo Bakura, en el que le informaban que sus amigos estaban en graves problemas. Anzu y Megumi habían sido secuestradas, forzando a Yūgi y a Jōnouchi a luchar por liberarlas y... la Corporación Kaiba había sido tomada por la misma persona responsable de tal trastorno; a esas alturas, su arrogante presidente debía de haber vuelto de América a fin de recuperar su propiedad. Hikaru no sabía qué es lo que la tenía más preocupada.

Para cuando arribó al lugar en el se encontraba el Rey de los Juegos, este se hallaba lloriqueando; tras él, un joven de largo cabello estaba de rodillas, aparentemente llorando. Un tercer hombre, que portaba un Disco de Duelo de color negro, les daba la espalda a ambos, alejándose de ellos. Intuyendo que ese sujeto podría ser el causante de la angustia de su amigo, Hikaru le lanzó su propio Disco de Duelo, impactándole en el acto la cabeza y dejándolo aturdido durante unos momentos.

Sorprendido al ver tal cosa, Yūgi olvidó su pena para voltear a ver a la ejecutora de dicha acción. Incluso el otro joven se interesó en ello y se puso de pie para igualar el proceder de Yūgi.

—¡Lamento llegar tan tarde, Yūg! —se excusó la rubia con apuro, corriendo hacia su amigo—. Hasta ahora fue que Bakura pudo acceder a mí y darme el aviso; pero aquí estoy. ¿En qué puedo ser útil?

—¡Hikaru, me alegra tanto que estés aquí! —exclamó Yūgi con renovados ánimos, mas de inmediato mostró una seria preocupación en sus rasgos—. Pero no deberías. En tu condición...

—No estoy inutilizada, Yūg —protestó Hikaru con manifiesta impaciencia—. Y no tenemos tiempo para quedarnos aquí discutiendo tonterías. Anzu y Meg necesitan de nosotros. Por cierto —Se volvió hacia el joven que permanecía cerca de Yūgi—, ¿quién es este chico?

—Él es Gekkō; su hermano gemelo, Yakkō, fue el que causó todo esto —explicó Yūgi—. Pero Gekkō me ofreció su ayuda.

—Después de todo, no pude hacer mucho —musitó Gekkō cabizbajo, con la pena adornando sus facciones—. Perdí, y por mi culpa Yūgi-san ya no puede seguir avanzando.

Para su sorpresa, Hikaru se le acercó y limpió con suavidad los rastros de lágrimas que persistían en las mejillas del joven, utilizando sus pulgares. El rostro del muchacho de cabello verdoso plateado enrojeció, mientras ella le brindaba una sonrisa cálida al asegurarle:

—Vamos, no hay que desanimarse por una pequeña contingencia. Ya estoy aquí, dispuesta a hacer lo necesario.

—Gracias, Hikaru-san —apenas murmuró Gekkō.

La rubia se apartó de él, se dirigió al hombre al que había derribado de un golpe y recobró su Disco de Duelo, en tanto este se recuperaba de la agresión.

—Fuera de aquí, niña —gruñó el sujeto, disponiéndose a marcharse—. Gekkō fue derrotada por mí, lo que significa que Yūgi perdió el derecho de continuar avanzando. No hay nada que puedas hacer al respecto.

—Soy yo la que te advierte que no irás a ninguna parte hasta que tengas un duelo conmigo —le retó Hikaru, plantándose frente a él con toda firmeza.

—Interesante —aceptó el sujeto con una sonrisa entre cínica y confiada—. Así podré vengarme por el golpe que me diste.

—No cuentes con ello. Menos parlotear y más luchar.

—¡Ja! Te haré morder el polvo.

—Esa es mi línea.

—¡¡Duelo!!






Entre corazones, juegos y amores [One-shots - Yu-Gi-Oh! Duel Monsters]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora