Mai nunca podría olvidarse de él. Siempre había sido una chica solitaria, que creía que solo podía confiar en sí misma. Jamás hubiera imaginado que unos simples chiquillos le enseñarían el valor de estar juntos como un equipo de amigos inseparables. Aquel duelo contra Joey había dejado una profunda huella en su corazón; una huella cálida que pronto se convertiría en algo más. ¿Cuándo?, se preguntaba. ¿En qué momento había comenzado a experimentar sensaciones tan... indefinibles en relación al rubio duelista? Mai era una mujer de mundo; las aventuras amorosas no le habían faltado. Sin embargo, el placer del amor verdadero le era desconocido... hasta ese momento. ¿Era amor? Estaba a punto de averiguarlo. Pero ella no se entregaría tan fácilmente; en su corazón aún pervivía el fantasma de la soledad. No deseaba ofrecerse en cuerpo y alma para luego sufrir un doloroso abandono. Si Joey le correspondía como pensaba, debía demostrárselo. Entonces, ella le daría todo lo bueno que le quedaba.
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Joey nunca podría olvidarse de ella. Al principio, pensaba que era una mujer hermosa, pero demasiado petulante para su gusto. Su inmadurez no le permitió ver en ella a un alma herida por la soledad, hasta que lo salvó de ser expulsado de las semifinales del Reino de los Duelistas. Entonces comprendió que, detrás de esa coraza virtualmente impenetrable, se escondía una simple mujer, tan sensible como otra cualquiera, que solo anhelaba llenar el doloroso vacío que ocupaba su alma. Admiraba en secreto sus talentos como duelista, su inteligencia como estratega, su belleza femenina. Llegó a gustarle incluso la arrogancia que nunca dejaba de mostrar. Cada detalle que llegaba a su mente le sacaba una sonrisa, sin importar cuán insignificante o fuera de lugar pudiese parecer. No existía la duda en él. Le entregaría el lugar más especial de su corazón, y que pasara lo que tuviese que pasar.
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Mai llegó al punto acordado y tomó asiento frente a la redonda mesa de la pequeña cafetería. No era un lugar especialmente lujoso, pero tampoco que diese grima; al menos, en opinión de la rubia. No tuvo que analizar a ojo crítico el sitio durante mucho rato para matar el tiempo. Unos minutos después de su llegada, vislumbró unos decididos ojos color chocolate asomando por el horizonte. Fue inevitable que una pequeña sonrisa acudiese a sus labios. Solicitó un capuchino al mesero cercano a ella, quien acudió rayado a cumplir con su pedido. Para cuando el joven rubio tomó asiento frente a ella, el primer sorbo del caliente líquido ya acariciaba su paladar.
—Hola, Mai.
—Hola, Joey. Espero que hayas traído dinero, porque no pienso pagar esto, guapo.
—¿Es eso lo primero que se te ocurre decirme, Mai? —Las cejas del rubio casi se encontraron y una venita le saltó en la frente—. No te preocupes. Fui yo quien te invitó, así que yo pagaré. ¿Feliz ahora?
Mai rió con ganas, confundiendo un poco a Joey.
—Lo siento, guapo, solo me aseguraba. Y ahora —Su rostro se cubrió de seriedad—, ¿de qué querías hablarme, Joey?
El joven fue presa de un repentino nerviosismo y comenzó a hacer vivos aspavientos sin sentido, con las mejillas ruborizadas.
—Yo... Pues... Quería decirte... Yo...
Mai tomó una profunda inspiración.
—Me parece que sé lo que quieres decirme, Joey. Pero créeme, lo nuestro nunca funcionaría.
—Eso no puedes saberlo, Mai. ¿Por qué no darnos una oportunidad?
—Salta a la vista, guapo. Mírame, soy ocho años mayor que tú.
—¿Y eso qué? —El rubio duelista habló en un tono despreocupado—. La edad es solo un número. Además, casi no se nota. Eres muy guapa.
Para regocijo de Joey, un sonrojo se posó en las mejillas de Mai.
—No me refiero a eso...
—Sé que todavía soy muy inmaduro, pero eso puede cambiar...
—No es eso, Joey. La diferencia tal vez no se note ahora, pero sí lo hará dentro de diez años. ¿Qué sucederá cuando yo me convierta en una anciana gruñona y tú aún seas un joven alegre?
El chico entrelazó las manos detrás de la cabeza y se reclinó en la silla a la que se recostaba con una actitud totalmente relajada.
—Ya eres gruñona, Mai. Creo que puedo lidiar con eso.
—¡Hablo en serio, Joseph Wheeler!
La mujer de ojos púrpura mostraba enojo en los gestos de su rostro; pero esto no provocó variación alguna en la actitud del rubio, quien solo acomodó la silla en su sitio de un brusco movimiento y se inclinó hacia adelante para tomar la mano de Mai, cuyos hermosos ojos se abrieron por el asombro.
—Nunca te cambiaría por otra, si eso es lo que te preocupa —La sincera ternura presente en las palabras del rubio conmovió a Mai hasta lo más hondo—. Siempre te querré, aunque seas un viejo saco de arrugas y huesos achacosos.
El enternecimiento dio paso a un candente enojo por parte de la duelista, quien retiró su mano con premura y sin cuidado de la de él.
—¡Oye, Joey, esas cosas no se le dicen a una dama!
Él se rió como un niño travieso.
—Lo siento, Mai, era una broma —Su semblante adquirió una seriedad que captó toda la atención de la rubia—. ¿Recuerdas cuando te protegí del ataque del Dragón Alado de Ra?
Mai bajó la cabeza. Sus ojos purpúreos se tornaron vidriosos. Jamás podría borrar de su mente aquel momento. Más allá de la horrenda pesadilla que le siguió, ver a Joey escudándola con su cuerpo, diciéndole que todo estaría bien con esos ojos cálidos llenos de esperanzas que ella había perdido hacía mucho tiempo, era uno de los recuerdos que más atesoraba. Fue en ese momento en el que se percató de que estaba enamorada. Un instante de revelación se dio para ambos. En parte, ella se alegraba de que el torneo hubiese acabado y los dos pudieran confesarse libremente.
—¿Cómo olvidarlo? Fue lo más lindo que alguien haya hecho por mí.
—Fue el momento en el que supe que te amaba demasiado como para perderte.
Mai alzó su mirada púrpura hacia él de golpe. Miles de emociones se aglomeraron en su pecho, pero todas convergían en una sola: felicidad. La esperanza que había perdido volvía a estar a su alcance; la esperanza de llenar el vacío de su existencia.
—No creas que esto será fácil.
—Nadie dijo que lo sería. Sabes que me encantan los retos.
—Soy una mujer con muchos fantasmas, Joey. Tendrás que ganarte el derecho a desterrarlos.
—¿Ganarme tu corazón? Haré lo que sea necesario para merecerlo.
—¿Estás seguro de querer hacer esto?
Joey esbozó una sonrisa entre pícara y segura.
—Mi corazón está seguro. Con un mujerón como tú, creo que no puede equivocarse.
Mai solo pudo sonrojarse.
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Entre corazones, juegos y amores [One-shots - Yu-Gi-Oh! Duel Monsters]
FanficAl jugar, es aconsejable poner el corazón en las cartas. Pero... ¿será lo mismo jugar con los corazones de las personas? El amor es un juego de dos en el que ambos ganarán la partida, ¿o la perderán? A continuación, estas parejas descubrirán cuál de...