III • El mundo entre mundos

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~ • ARCO III• ~
TIEMPOS PASADOS Y SORPRESAS DEL FUTURO

Desperté en medio de una llanura inmensa. Un viento horrible hacía que la arena rojiza y ardiente de aquel lugar se me pegase y chocase conmigo con una fuerza descomunal. Incluso cuando me levanté del suelo, aturdida, la arena me golpeaba la cabeza brutalmente.

¿Dónde demonios estaba?

No había nada allí. Ninguna planta, ningún animal, solo arena. Ni siquiera veía montañas. Enseguida, me empecé a marear, me faltaba el aire. Antes de desmayarme, miré al cielo, vi un sol y una luna, y entonces caí de nuevo al suelo.

Volví a despertar. El salvaje viento seguía soplando con violencia. Intenté moverme con dificultad, el aire era pesado, y el oxígeno no muy abundante. Estuve caminando bajo el intenso sol y el fuerte viento durante dos horas, hasta que volví a desmayarme. Cualquier humano habría necesitado una máscara de oxígeno para poder sobrevivir.

Cuando me desperté de nuevo, caminé en la misma dirección en la que había estáis caminando dos horas. Al atardecer, encontré una mina subterránea, de la que salía un incesante humo tóxico. Aunque una parte de mí estaba segura de que podría entrar a pesar del humo, me mantuve al margen, y desde lejos busqué alguna forma de vida dentro, pero no encontré a nadie. Tal vez la explosión minera del planeta fuese la causa de las infertilidad e inhabitabilidad del planeta.

Al anochecer, volví a caer sobre la arena. El viento había cesado un poco, pero yo ya estaba vencida. Me preguntaba cuanto tiempo más podrían estar regenerándose mis células al morir por la falta de oxígeno.

Afortunadamente, al despertar descubrí que no estaba sola. Una tribu indígena muy primitiva, con aspecto de lagarto, de apenas medio metro de altura, me llevaba arrastrando hasta una fogata. Aunque no sabía si era una buena o una mala noticia, me sentí la persona más afortunada.

Cuando llegué, encontré a otros indígenas tocando armoniosamente bajo unos arcos de piedra panderos, tambores, flautas alargadas, y flautas extremadamente cortas, y pequeñas guitarras de tres cuerdas que hacían sonar increíblemente bien. Fue en esa situación, que a pesar de todo me transmitía tranquilidad, que comprobé mis bolsillos. Llevaba mis sables.

Los indígenas que me llevaban creían que estaba muerta, por lo que no me ataron de ninguna manera. Me levanté con tranquilidad del lomo de los seis que me llevaban arrastrando, y casi les da un infarto. No actué con brutalidad, intentaba que me viesen como a una amiga, tal vez así consiguiese su ayuda.

Tosí un poco al despertarme y jadeé. Los indígenas cesaron la música y comprobaron asombrados que seguía viva, pero no en muy buenas condiciones.

—Hola, amigos —musité con una media sonrisa, apoyada sobre mis rodillas.

Los indígenas se miraron los unos a los otros, y de repente, se inclinaron haciendo una reverencia. Me hablaron en una lengua que no conocía, y se acercaron a mí.

—Necesito ayuda —les dije. Me señalé a mí misma y luego a las estrellas del cielo. Parece que los indígenas no me entendieron, y dieron saltos de alegría mirando al cielo, y una vez más, hicieron una reverencia.

Pasé a gesticular con más detalle. Señalé de dónde venía, y me puse a andar. Comprendieron con un murmullo que yo había andado mucho. Luego saqué un sable, cerrado, y se los mostré.

—Esta soy yo —señalé el sable, y luego me señalé a mí—. Necesito volar, irme —hice levitar el sable. Los indígenas se asustaron al ver cómo el objeto se elevaba en el cielo hasta perderse en la oscuridad—. Pero no puedo —me puse a levitar, pero los indígenas vieron que yo no podía elevarme más de su altura—. Necesito ayuda.

TEIPO • Libro 1 [Obi Wan Kenobi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora