Una promesa, una simple e inocente promesa que hicieron cuando niños los llevó a volver a encontrarse. Una promesa que los haría volver a hacerse amigos... Y quién sabe, quizás algo más que amigos, pero... ¿Esa promesa los interpondrá en algo?
Tamak...
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Me acababa de despertar, estaba emocionada, iba a visitar a mis padres después de mucho tiempo. A veces me solía quedar unos días con ellos a pasar tiempo juntos, pero esta vez era diferente, ya que me quedaría unos meses, puesto que mi banda y yo decidimos tomarnos una mini vacaciones ya que útimamente todos estábamos muy ocupados yendo de aquí para allá, tocando por todos lados y sumando la universidad, era todo un caos, necesitábamos estas pequeñas vacaciones.
Estaba revisando todas las cosas, al estar segura de llevar todo lo necesario, salí de mi departamento para pedir un taxi que me lleve hasta la parada de trenes, pero antes de poder siquiera pedirlo, sonó mi celular, era mi mamá.
—¿Hola, má? ¿Qué pasó?
—____, ¿ya estás en camino, o sigues en tu departamento? ¿Tienes todo lo que necesitas? ¿Ya desayunaste? Recuerda que es la comida más importante del día— y ahí empezaba, sus típicas preguntas de súper mamá.
—Má, ya tengo todo, justo estaba por salir y lo más probable es que coma algo por el camino, no necesitas preocuparte tanto.
—Bueno... Recuerda avisarnos cuando llegues, tu papá está ansioso por verte otra vez.
—Bien, bien, prometo avisar, hablamos luego que sino pierdo el tren, adiós má.
—¡Ve con cuidado!—gritó antes de cortar la llamada.
Me estaba dirigiendo al tren que me llevaría directo a la casa de mis padres, salí de mi casa muy temprano y era la época de vacaciones así que no había mucha ni poca gente, lo cual agradecia ya que el viaje probablemente sería más cómodo. Luego de unas cuantas horas de viaje, llegué.
Fui caminando hasta la casa de mis padres ya que me había quedado sin bateria para pedirles que me vengan a buscar ¿razón? Me quedé jugando un juego que tenía en mi celular y no me di cuenta de la poca bateria que tenía, se suponía que lo había dejado cargando toda la noche ayer... Que asco de vida.
Llegué a la casa con mis maletas y entre sin más, agotada de todo el recorrido para llegar hasta aquí, ahora mismo no me vendría mal una buena ducha y una pequeña siesta la verdad.
—¡Llegué!— entré gritando para avisar y que me pudieran escuchar.
Vi a mi mamá asomarse por el marco de la puerta, mirándome con desaprobación... Supongo que debí darme cuenta de que me estaba quedando sin bateria.
—¡Hasta que por fin apareces! Tenía miedo, no contestabas mis mensajes ni mis llamadas, ¡¿Por qué no me llamaste?! ¡Me preocupé!— espetó alterada acercándose a mí para darme un abrazo y luego un leve golpe en la cabeza.
—Ya, ya, perdón, digamos que me olvidé que la bateria no dura para siempre...— musité con una sonrisa avergonzada. Mi mamá simplemente suspiró.
