Capitulo X

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La luna se veía más brillante y grande de lo normal–o eso pensó Horacio–Además de estar gratamente acompañada por millones de puntitos brillantes.

–¿No es hermoso?–preguntó el menor sin mirar al comisario

Con la vista aún pegada en el hermoso cielo estrellado, dobló sus rodillas dejándose caer en la suave arena.
El ruso frunció el ceño, él solo veía la luna y las estrellas que se presentaban–como todas las noches–en el cielo. ¿Qué era lo mágico?

–Comisario–lo llamó–¿Por qué no se sienta y se quita las gafas?–cuestionó con tono de burla

Volkov lo miró pero Horacio apartó la mirada para seguir deleitando la obra de arte que el cielo le presentaba todos los días.

Se quitó las gafas, guardandolas en el bolsillo de su pantalón, permitiéndose ver los colores más brillantes.
Horacio se giró, ahora deleitando los ojos del comisario, eran como el cielo que veía todas las mañanas al despertar pero después de una noche lluviosa, cuando el cielo se torna de un color celeste junto a un leve gris. Pocas veces había tenido la fortuna de ver los ojos del comisario–siendo específico unas tres veces desde que lo conocía–y eran únicos, jamás vio otros parecidos.

El ceño del comisario aún seguía fruncido, no comprendía que le parecía tan asombroso al menor.

–¿Qué tan lejos está la luna y las estrellas de aquí?–preguntó Horacio

El ruso lo miró, formulando una respuesta ante su duda

–No se exactamente la distancia pero según científicos está..–habló pero fue interrumpido por otra duda

–Entonces, ¿por que lo sentimos como si estuviera tan cerca?–

¿A qué se refería? El cielo no estaba cerca de la tierra y tampoco–al menos él – lo sentía como si pudiera tocarlo

–No cree que el cielo son una clara representación de los muertos–Habló otra vez el crestas, sin apartar la vista del cielo –o de la gente que esta lejos, cómo el cielo.

–No..No se a qué se refiere Horacio–dijo confundido sin entender lo que el menor estuviera hablando

–Los cementerios solo son el último lugar donde se deja a la gente muerta pero ¿quien le asegura que permanecerán ahí?–el cuestionamiento tensó al ruso pero asintió para que continuara–Entonces si no sabemos donde se encuentran, miremos el cielo, es algo que todos pueden ver y deleitar.

El ruso volvió a mirar el cielo, intentaba comprender al crestas pero para él, no estaba funcionando la lógica que el menor le estaba explicando.

–Déjeme llevarlo a un lugar–ofreció levantándose de la arena

Volkov lo miró con el ceño fruncido ante su propuesta pero no por desconfianza sino en busca de una pista para saber que tenía Horacio entre manos.

Acepto y ambos se encaminaron hasta el coche negro, subiendo a este, Volkov como piloto y Horacio como copiloto.
Encendió el motor y puso en marcha para salir del estacionamiento mientras el menor se inclinó marcando la ubicación en el GPS para facilitar el trabajo del ruso, además que Horacio no era el mejor guía tampoco.

El mayor ignoró la lejanía del destino y que este se encontraba cerca de un descampado, confiaba en el menor, así que solo se dedicó a seguir la ruta con música de la radio de fondo, radio que el mismísimo Horacio había encendido.

El destino que el crestas había elegido para el ruso, eran las grandes letras blancas que estaban sobre una colina que formaban la palabra "Vinewood".

𝐐𝐮𝐢é𝐧 𝐞𝐫𝐞𝐬? \\𝐕𝐨𝐥𝐤𝐚𝐜𝐢𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora