Capítulo XIII

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Subió su manga y la arrastro por su frente para quitar las gotas de sudor que amenazaban con caer, miró a su jefa y esta asintió, confirmando que la operación había sido un éxito.

–Revisa sus signos vitales y puedes ir a descansar–le pidió–Y esto no sale de aquí–advirtió

Ambos doctores asintieron a los dichos de su jefa, la doctora se despidió de su compañero para ir a cambiarse la ropa de cirugía que llevaba puesta mientras que la jefa de ambos se había retirado para informar la situación a los tres hombres que esperaban afuera.

Revisó los signos vitales del chico con más rapidez que de costumbre. Al terminar se acercó y observó detenidamente por primera vez el aspecto de su amigo, los hematomas, los cortes, las heridas, todo lo que ahora lo marcaba e incluso que algunas le quedarían el resto de su vida.

Claudio en su extensa carrera de médico había visto muchos casos e incluso más de una vez tuvo que informar a una familia el fallecimiento de su ser querido pero nada se comparaba ver a una persona de su círculo cercano en un estado tan deplorable como el de Horacio, le dolía, por que tanta era su trayectoria como medico que sabía que esas heridas eran de tortura.

Afuera de la habitación la cosa era aún más tensa, la jefa del hospital se bajó la mascarilla, descubriéndose la nariz y la boca para informar de la situación más a gusto, se fijó que a parte de ambos policías se encontraba un sujeto rubio pero no le dio atención.

–La cirugía fue un éxito–comentó

En ambos policías fue notoria la tranquilidad y alivio hacia la información.

–La bala pudo ser retirada limpiamente pero Horacio sigue en un estado crítico, debido a los hematomas y heridas con los que ingresó, así que las siguientes horas son cruciales

–Necesito una muestra de sangre de Horacio y...de este–gruñó mientras agarraba del brazo al rubio

El rubio lo miró confundido y antes que abriera la boca para cuestionar al superintendente, este le respondió.

–¿No has dicho que a ti también te han torturado?, bueno quiero asegurarme que no te hayan drogado y que esa sea la razón por la que solo tienes lagunas–habló el mayor, hablando de una manera amablemente falsa–¿No te importa no?

Conway sonrió mostrando su deslumbrante dentadura blanca, el rubio se ahorró las molestias de contestar y aceptó con la cabeza pero sin borrar la mueca de su cara

La jefa del hospital asintió–intentando ignorar su curiosidad–y antes de irse del pequeño y privado espacio de atención, le pidió al castaño que se encargará de lo solicitado por el superintendente.

Escribió en la etiqueta adhesiva el nombre del menor y la pegó al pequeño tubo de plástico que contenía la sangre que recientemente le había sacado. Salió de la habitación y le entregó la muestra de sangre al superintendente y se dirigió al rubio.

–Siéntate, por favor–pidió el castaño mientras se colocaba guantes blancos y dejaba los instrumentos que necesitaría en una de las sillas

En el sitió privado del hospital–que su jefa ocultaba–era conformado por la puerta trasera que daba con el estacionamiento del hospital, seguido por un estrecho pasillo con pocas sillas para esperar y terminando con una amplia habitación que tenía todo lo necesario que un paciente necesitaba. Así qué debido a tener solo una habitación y esta ya estaba ocupada por su amigo, no le quedaba otra alternativa que tomar la muestra de sangre del rubio en la pequeña sala de espera, a la vista del comisario y el superintendente.

–Así parado estoy bien–gruñó el rubio mientras se descubría el brazo derecho con brusquedad

El castaño lo miró por unos segundos y luego se giró para ver a ambos hombres, fuera lo que fuera por que estuvieran aquí, seguían siendo policías.

𝐐𝐮𝐢é𝐧 𝐞𝐫𝐞𝐬? \\𝐕𝐨𝐥𝐤𝐚𝐜𝐢𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora