Capítulo XVI

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Se frotó la cara por cuarta vez en la noche, y es qué el ruso intentaba hace una hora conciliar el sueño y aunque la silla no estaba tan incómoda como él pensaba, dormir estaba siendo una tarea complicada.

La hermana del menor se había ido hace unas horas con una sonrisa gigante que dejaba ver sus impecables brackets sobre sus dientes, se fue feliz al saber que podría venir a ver a su hermano al día siguiente sin ningún problemas, realmente se lo agradecía al comisario.

Maldijo en un susurró y se levantó de la silla, estiró su largo cuerpo logrando que algunos de sus huesos se tronaran. Caminó con lentitud hacia la ventana de la habitación.

La ciudad de Los Santos estaba iluminada por la luces artificiales de los departamentos, las tiendas aún abiertas, los coches que transitaban y las farolas de la calle pero también era iluminada por luces naturales, luces que recientemente Volkov les había tomado cariño, la luna y las estrellas.

Intentó hacer la misión que hace unos días atrás el menor le había propuesto, buscar la estrella más brillante. Con cautela y achicando sus ojos para una vista más precisa, empezó a observar las estrellas con determinación pero la única que solía resaltar más era la luna.

¿Y si cada persona tenía una estrella brillante que solo ellos podían destacar?

Cada uno tiene una estrella más brillante que las demás.

Se giró lentamente para observar desde la distancia al menor, tenía miedo, podía sentir como poco a poco el miedo se iba apoderando en su interior.

¿Y si Horacio era su estrella brillante, la que más destacaba entre las demás? Quizás esa era la razón por la que ninguna estrella le parecía única.

Al amor no le importa nada. No le importa el tiempo ni la persona ni la edad, si se tiene que entrometer en tu vida, arruinando todos tus planes y deseos, lo hará.

Se sentía vulnerable como nunca en su vida se sintió, se sentía pequeño. Con un lío en la cabeza que ni el mismo podía explicar con palabras, por primera vez, después de mucho tiempo se sentía vivo.

Sentía como su corazón latía rápidamente, como sus manos temblaban sin control, como su boca se volvía seca, perdiendo toda la saliva y todo por una misma persona.

El cuerpo del menor descansaba en la camilla del hospital, con hematomas en todo el cuerpo, con una herida de bala suturada al costado del estómago e inconsciente o mejor dicho, profundamente dormido. Volkov por un lado esperaba ansioso, como todos los demás, que despertará pero en el fondo de sus pensamientos no quería que así fuera, no quería enfrentarse a esos ojos verdes o a esa relajante voz, no podía.

Soltó todo el aire que tenía contenido al pensar en lo que ni él mismo queria reconocer, no tenía idea que estaba pasando en su interior ni tampoco quería comprenderlo. Lamentablemente solo tenía una cosa clara, protegería a Horacio de toda la mierda que estaba por venir, porqué quería verlo sonreír.

Se volvió a girar para plantar cara otra vez al cielo y trago saliva de forma pesada ante lo que estaba por decir.

-Ivanov-soltó sintiendo como su voz se volvía desgarradora al pronunciar tal nombre-No lo apartes de mi lado...por favor-susurró casi en súplica

Dejó chocar su frente en el vidrio, sin la suficiente fuerza como para romperlo pero si intentando que sus pensamientos se ordenaran, cosa que no funcionó.

Se devolvió a su asiento original, consciente de que esa noche no dormiría mucho, aprovechó la situación en la que se encontraba y comenzó a observar al menor con cautela, sin vergüenza alguna. Porqué nadie lo estaba observando ni el mismo Horacio.

𝐐𝐮𝐢é𝐧 𝐞𝐫𝐞𝐬? \\𝐕𝐨𝐥𝐤𝐚𝐜𝐢𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora