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A veces se me hace imposible dormir. Me cuesta dejar de escuchar o mirar seres, personas. Personas que realmente no debería ver.

Una vez, un vidente me dijo que soy un conducto entre ambos mundos y que debo mantenerme lejos de todo lo malvado porque las almas malignas me querrán poseer.

Desde ese día vivo con el miedo de toparme con algo o alguien que me debilite y un ser maligno me tome.

Mi alarma suena y me estiro con pereza, aún en la cama, para apagarla.

No quiero salir.

Suaves golpecitos se escuchan en la puerta de mi habitación, sacándome de la triste agonía.

—Pasa. —pido observando la puerta, pero nadie lo hace. Los golpes siguen y se vuelven más intensos.

Me asomo por el pie de la cama y no veo ninguna sombra por la rendija que se forma entre la puerta y el suelo. Alarmada salgo de la cama. Cuando mis pies hacen contacto con el frío suelo de cerámicos un escalofrío recorre mi cuerpo.

Sacudo la cabeza ahuyentando el miedo y camino con pasos firmes hacia la puerta de madera. Cuando la abro me encuentro con... nada.

Se escucha la cadena del baño y cuando la puerta corrediza se abre mi padre sale de este. Me mira con extrañeza, nunca me levanto sin que él o mi madre me vayan a buscar a la pieza.

—Buenos días. —formula con una sonrisa, la cual no le devuelvo, sino que mi semblante queda rígido.

Nadie tocaba mi puerta, o por lo menos nadie que se pudiera ver y tocar.

—¿Todo bien? —consulta con algo de preocupación en su voz.

—Sí... eh... sí. —balbuceó.

Me vuelvo a meter en mi habitación y me cambio a una velocidad extrema.

Cuando me pongo una campera noto que tengo mi crucifijo dado vuelta. Lo acomodo y lo escondo dentro de mi remera. Salgo de mi habitación y me choco con Clara, quien tiene una cara de perro rabioso.

—¿Qué estabas haciendo anoche? —inquiere con enojo.

Me estremezco.

—¿Eh? —balbuceo.

Ambas caminamos hacia la cocina, donde nos sentamos a desayunar junto con nuestros papás.

—Golpeaste la pared que da a mi pieza toda la noche. —rechista y me alarmo.

Le doy una mirada rápida a mi papá y este cierra los ojos para tomar una profunda respiración.

—Fue la primera noche en la casa, no la conocemos. Es normal que pase. —asegura mi mamá tomando mate.

—La próxima vez voy a ir a tu pieza y te despierto a los golpes. —amenaza mi hermana sin un gramo de seriedad.

Sé que jamás haría eso. Como ella sabe que yo no golpeé la pared de su habitación.


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A veces aborrezco el colegio por su ruido. Los murmullos, los gritos, las personas riendo a carcajadas me dan dolor de cabeza.

Subo casi corriendo las escaleras, estoy llegado un poco tarde. Una vez que estoy frente al aula 66 observo por el vidrio a la profesora hablar y al resto de la clase en silencio.

Me armo de valor y golpeo la puerta llamando la atención de todos.

La profesora abre la puerta y me mira de pies a cabeza. —Gonzales... creí que hoy no la conocería. —murmura con enojo.

(A) normalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora