22.

16 9 0
                                    

Andrés

Es la quinta vez que veo la grabación del hospital y no encontré nada. Ni siquiera logré traducir lo que Amparo grito.

Pero no me puedo dar por vencido.

Pero, entre el cansancio y la madrugada veo algo raro en la figura de Amparo. Hago zoom a su cuerpo y le doy a reproducir.

Una figura está detrás de ella, no sabría decir si es él o ella, pero pareciese como si controlara lo que tiene que hacer y decir.

Me paro de un salto y agarro mi celular para llamar a Amparo.

Si alguien logra controlarla, significa que ella no es consciente de lo que sucede en el mundo exterior cuando sueña.

Las palabras de mi abuelo llegan a mi mente como si todo se tratase de eso.

"Los sueños son nuestro punto débil"

Y yo que creía que mi abuelo se había vuelto loco.

Quizá algo lo enloqueció, quizá alguien.

Al escuchar el tercer pitido del celular y que Amparo no responde optó por ir su casa.

¿Qué se supone que uno tenga que hacer con este tipo de cosas?

Amparo

Es de madrugada, ni siquiera pude dormir con Clara al lado; simplemente, no puedo.

Estoy en casa, recostada en el sillón, mirando la televisión; pero un sonido hace que desvíe mi vista.

Es un sonido de pasos. Pasos apresurados. Pasos que ya escuche antes.

Miro el techo que está hecho de madera pero no, pareciese como si viniera de abajo...

Miro el suelo y mis fosas nasales se inundan con un olor a podrido terrible, como si un perro hubiese muerto y nadie lo enterró.

Cierro los ojos con fuerza para concentrarme en deducir de donde proviene el sonido pero, en cuanto los vuelvo a abrir desvió la mirada hacia abajo y, en el piso hay cinco personas. Cinco personas muertas, todas asesinadas de diferentes maneras.

Entre ellas están las gemelas, quienes serían las tías-abuelas segundas de Andrés.

¿Qué pasó? ¿Quién los mato? ¿Por qué estoy viendo esto? ¿Qué esperan que haga?

No puedo resolver un caso de asesinato cundo ocurrió dos generaciones antes de que naciera.

—Quizá seas la siguiente. —susurran en mi oído y me estremezco.

Me paro de golpe, alegándome lo más que puedo de Mateo.

—Amparo... estamos igual de dementes. Lo sabes. —muestra esa sonrisa, esa sonrisa de victoria y que da miedo.

—Estaré loca, pero no soy una asesina. —atacó y en cuanto su expresión de sonrisa macabra no desaparece me dan ganas de retractarme.

—¿No? —cuestiona con burla. —¿Entonces por qué golpeaste a Clara? —trago con fuerza, como si me costara hacerlo. — ¿Por qué estás pensando en asesinarla? —cuestiona y me desespero.

—¡No fui yo! ¡Fuiste vos! —defiendo señalándolo.

—Estoy muerto, Amparo. ¿Cómo una persona muerta podría herir físicamente a alguien?

—Ni siquiera creía que podría estar pasando todo esto. —atacó con frustración. Quiero volver pero no sé cómo.

Podría estar matando a mi propia hermana sino me despierto.

Tengo que despertarme.

—¡Déjame ir! —exijo al borde del colapso.

—Tendrás que salir. —se da vuelta y empieza a caminar hacia el fondo de la casa, pero cuando está a mitad de camino se frena y habla: —Tendrás minuto y medio... como mucho.

Andrés

Llego corriendo a la casa de Amparo (menos mal que vivimos a menos de una cuadra) cuando llego al porche empiezo a golpear la puerta con violencia.

Me importa una mierda si despierto al vecindario entero, necesito encontrar a Amparo.

La puerta se abre y la señora Gonzales se deja ver.

—Hijo, son las cuatro de la mañana, ¿Qué pasó? —pregunta con fastidio.

—Tengo que ver a Amparo. —pido exaltado.

La mujer me mira y frunce el ceño.

—¿A las cuatro de la mañana? —inquiere y, sí, quizá ya perdí algo de cordura.

—No estaría plantado en la entrada de su casa a las cuatro de la mañana sino fuera de vida o muérete, ¿me va a dejar pasar? —insistió desesperado.

Ella abre los ojos como dos esferas gigantes y se hace a un lado de la puerta. Corro hacia el pasillo y entró a la habitación que supongo que es de Amparo (es la única que tiene la puerta cerrada) cuando la abro me encuentro con la rubia sentada en la cama, murmurando cosas inaudibles y Clara durmiendo a su derecha.

Sé de enfermería no de exorcismos.

Me acerco a ella con cuidado e intento tocarla pero gira su cabeza hacia mí con tanta violencia que me sorprende de no escuchar algo sonido raro de su cuello.

Tiene los ojos dados vuelta, se ven blancos e inaccesibles.

Tomo un largo respiro y me acerco a ella.

—Amparo. —llamo, tocando su hombro. Ella sigue murmurando cosas que no sé traducir y al cabo de unos segundos alguien entra por la puerta.

No sé en qué momento todo se volvió un caos, pero pasó.

El padre de Amparo me está gritando en la cara, su hija está peleando con su madre y Clara está sentada en la cama con un mini ataque de pánico.

Hermosa forma de comenzar el día.

¿La peor parte?

Llamaron a mis padres.

—¿¡Nos están acusando de homicidio y vos te largas a hacer idioteces!? —grita mi papá, golpeando la mesa de madera con la palma de su mano.

Mi madre lo chita con su ceño fruncido.

—Está Simón durmiendo. —le recuerda a mi papá quien suspira con pesadez.

Santiago está a mi izquierda y mamá a mi derecha, mi papá está del otro lado de la mesa y es algo que prefiero.

No porque nos pegue, nunca lo hizo. Sino porque está enojado y se mueve mucho cuando está así, siempre mantiene distancia por si hace algún movimiento brusco.

—¿Se sabe quién nos acusó? —cuestiona Santiago, rompiendo el intenso silencio del comedor.

—No me dicen el nombre hasta que vayamos a juicio. —murmura tomando el puente de su nariz. Lo hace cada vez que pierde la paciencia.

—No vamos a ir a juicio. —habla mi madre queriendo convencernos. —Pueden hacer todas las investigaciones que quieran. Estamos limpios, todos.

—Se dice que hay un nuevo detective en el caso. —habla mi padre más calmado, sentándose en la punta de la mesa. —No sé quién sea pero actúen con prudencia. No quisiera que vengan una noche a arrestarnos por homicidio. —pide mi padre con suplica y cólera.

—Todo se acomoda con el tiempo. —murmura mi madre. —Ahora... a trabajar. —se levanta de la mesa y me señala. —Al colegio, dale.

(A) normalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora