Andrés
Judas me observa como si estuviera loco. Como si lo que le digo fuera completamente falso.
—No confió en ella. —decretó mirando un punto fijo en la calle.
—¿Sabes donde viven? —pregunta Rosario, limándose las uñas.
—En la casa de mis abuelos. —objeto con algo de enojo. Siento la mirada de todos y suspiro. —Compraron la casa de mis abuelos. —explico.
—Esa casa pertenece a tu familia hace generaciones, ¿por qué? —cuestiona Maria con preocupación.
—Porque a mamá no le gusta. No se siente cómoda ahí. —respondo observando como mi hermano menor, Simón, juega a la pelota.
—No sé amigo, deja en paz a la pobre y rara chica. —pide Bartolomé mirándome desde arriba, ya que no se quiere sentar.
Estamos sentados en el porche de casa.
—No es pobre... —murmuró.
—Pero sí rara. —asegura Rosario con irritación en su voz.
Nos quedamos callados y escucho un silbido, luego pasos y... hablando de Roma... Amparo se asoma.
Esta con una short negro deportivo y una sudadera azul. Tiene la cara roja y gotas de transpiración aparecen por sus sienes.
Simón patea la pelota y va directo a los pies de la chica, quien va muy distraída, pero en un reflejo rápido para la pelota con su pie izquierdo y levanta la cabeza, encontrándose con mi hermanito.
—Que no se te vaya a la calle. —advierte con una sonrisa. La primera sonrisa que le veo.
Tiene bonita sonrisa.
—Perdón... —murmura Simón, quien seguro debe estar aún más rojo que ella.
—No pasa nada, Simón. —asegura con una sonrisa y, estoy seguro que mi expresión cambió de tranquilidad a una asesina.
Observo a Amparo y cuando nuestras miradas chocan puedo ver su nerviosismo cruzar por sus ojos. La tensión en mi cuerpo aumenta visiblemente y se me hace imposible no mirarla, no querer saber hasta el más mínimo detalle de su desgraciada vida.
—Chau. —murmura para mi hermano y se va trotando.
—Sé que no es el momento pero... que culazo que tiene. —murmura Bartolomé y mis amigos ríen, menos yo.
Amparo
Un ruido me despierta y al abrir los ojos comiendo a sentir un ardor en la cara, como si alguien me hubiese pegado.
Me incorporo en la cama y al lado de esta hay una persona parada, o eso creo. Hay mucha oscuridad.
Siento su respiración acelerada y violenta, mi corazón se acelera. Siento como empiezo a transpirar en frío, como mi temperatura corporal aumenta haciendo que me transpiren las manos y mi corazón se acelera de forma salvaje.
—Te dije que dejes de golpear la pared. —rechista mi hermana y suelto un suspiro de alivio.
—Y yo te dije que no fui. —defiendo mirando hacia la oscuridad.
—¡Te dije que te iba despertar a los golpes si lo volvías a hacer!—rechista sin lograr calmarse.
—¡Que yo no fui Clara! —gritó irritada. Ella sale de mi pieza dando un portazo, logrando que cierre los ojos por el impacto.
Me vuelvo a acostar tapándome la cabeza, me sobo el cachete cuando la puerta se vuelve a abrir y la luz se prende.
—¡Hija! —grita mi madre. Me destapo la cara y la miro sin entender.
—¿Qué fue eso? ¿Por qué golpeaste así la puerta? —inquiere mi papá con su ceño fruncido.
—¿Por qué me llamaste? —la voz de mi hermana es somnolienta, cuando la veo esta refregándose un ojo con el contorno de la mano. Ella recién se despierta.
Mi corazón se acelera y no logro entender qué carajo acaba de pasar.
—Viniste acá... me pegaste... me dijiste que-e... —balbuceó sin saber expresarme por el nerviosismo.
—¡Amparo! —llama mi mamá para que intente calmarme. —¿Qué pasó? —pregunta con algo más de tranquilidad.
—¿Qué te pasó en la cara? —cuestiona mi papá con preocupación.
Llevo una mano hacia mi cachete y siento su ardor. Me duele, como si me quemara.
—Alguien me pego. —murmuró con miedo.
—Hija...
—¿Golpee la pared? —le pregunto, ignorando a mi mamá.
—Sí... pero un poco. —alega mi hermana mirándome como si estuviera loca.
Quizá lo esté.
—Mamá, alguien entró a la habitación y me pegó... creí que era Clara porque tenía su misma voz. —balbuceó con angustia.
—Está bien... —asegura ella dándome caricias en el pelo. —Todo va a estar bien. —murmura.
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(A) normales
ParanormalAmparo Gonzales no medirá más de un metro sesenta, ni correrá más rápido que Flash, ni será tan valiente como la Mujer Maravilla pero a veces uno se hace fuerte por los demonios que esconde. Los secretos oscurecen el alma, cualquier secreto, pero s...