Amparo
Son las nueve de la noche, estamos en mi casa con Bartolomé, Judas y María.
Andrés aún no llegó, lo cual me parece raro.
Mis padres y mi hermana no están. Todos pusieron una excusa bastante mala pero decidí no darle importancia.
Les conté todo lo que dedujimos con Andrés y quedaron completamente en blanco, pálidos y (seguramente) creyéndonos locos.
Pero yo no los puedo culpar que me crean loca.
—¿Y si empezamos mientras esperamos a Andrés? —inquiere Judas sin dejar de moverse de un lado a otro por toda la cocina.
—No. —me niego a hacerlo sin él.
—Deberíamos empezar... se va a hacer más tarde y no quisiera pasar toda la noche en... en lo que sea que encontremos. —se queja Bartolomé.
—Chicos... —murmura María desde el living.
—¿Qué? —habló alto para que me escuche pero no contesta.
Miro a los chicos con el ceño fruncido y los tres vamos hacia ella.
—Miren... —susurra sin despegar sus ojos de la televisión.
"Se encuentran los asesinos de Esteban Echeverría"
Titula el noticiero local mostrando imágenes de la casa de los Echeverría, donde están siendo esposados Andrés y Santiago.
Los cuatro nos miramos y salimos casi corriendo de mi casa.
Cuando llegamos a la casa de Andrés, nos frenamos en la vereda, con el resto del pueblo.
Veo los policías llevar a Andrés y a Santiago esposados, con las manos en sus espaldas.
Me giro a ver a mi padre, quien está vestido con su uniforme azul, liderando el arresto.
La conversación que tuvieron mamá y Clara viene a mí. Esto era lo que pretendían que no me entere, por esta razón nos mundanos, por esto creían que los iba a odiar (y no se equivocaron).
Enfrentona mi padre con el ceño fruncido. Con odio corriendo por mis venas, siento como mi temperatura corporal sube y esto no va a terminar bien.
—¡Me mentiste! —grito haciendo que todos se den vuelta a vernos. Camino hacia él dando pasos apresurados y firmes.
Mi padre deja de ver como se llevan a los hermanos Echeverría para observarme.
—No empeces. —pide con voz autoritaria.
—¡Me dijeron que nos mudamos para dejar atrás todo lo que paso! —reprocho con odio. —¡Me mentiste y decidiste mudarnos para realizar un caso!
—¡Soy detective! ¡Es mi deber! —defiende con odio, como si todo lo malo que sucede en su vida fuera mi culpa.
—¡Me internaste año y medio en...!
—¡Amparo! —llama mi madre metiéndose en la discusión. —Entraste a ese psiquiátrico asegurando ver y escuchar cosas que nadie más ¡Y saliste como si nada! —grita lo íntimo y se acerca a mi amenazante. —¿Te crees que no me iba a dar cuanta?
—No estoy loca. —me defiendo, retrocediendo un paso, con miedo.
—¡Sí, lo estás! —grita mi madre con una expresión cansada. —¡Te autolesionas, hija!
—¡No! —gritó, negando con la cabeza.
—¡Lastimaste a tu hermana! —reprocha con furia.
Levanto la cabeza y veo a Clara, a un lado, en la calle. Observa la escena con los ojos abiertos y en cuanto nuestras miradas chocan ella la parta de inmediato.
—¡Clara!... —pido con lágrimas en los ojos. —No fui yo.
—¿¡No!? ¿¡Entonces quien!? —exige saber mi mamá y siento como el pecho se me oprime.
—Vivimos cuatro personas en esa casa, Amparo. —susurra mi padre.
—¡No! ¡Hay alguien más! —aseguro y siento la mirada de todos los espectadores al decir eso.
Mi padre insulta al aire y siento como mi mundo, o lo que quedaba de él, cae a mis pies.
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(A) normales
ParanormalAmparo Gonzales no medirá más de un metro sesenta, ni correrá más rápido que Flash, ni será tan valiente como la Mujer Maravilla pero a veces uno se hace fuerte por los demonios que esconde. Los secretos oscurecen el alma, cualquier secreto, pero s...