Capítulo 4

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Narra chico desconocido:

Recibí un golpe seco en la mandíbula, el golpe fue tan fuerte que aflojó uno de mis dientes, provocando así que este sangrara casi al instante.

—Comienzo a creer que es verdad que no recuerdas nada —esa era la chica de nuevo, tratando de averiguar algo de mi vida, pero ni siquiera yo la recordaba.

—Eso es porque es verdad —contesté sin miedo de recibir otro golpe.

—Bien —y de un momento a otro, la venda de mis ojos fue retirada, me costó unos segundos acostumbrarme a la iluminación del lugar, pues ya llevaba aproximadamente más de 10 días con esa estúpida venda en los ojos.

Mi vista viajó por toda la habitación, esta era grande y un poco oscura, la única iluminación que había era la luz opaca que emitía un foco por arriba de mi cabeza, mi vista se detuvo en una mesa con todo tipo de artículos de tortura, un baño abierto a su lado, y una cama individual situada en una de las esquinas de la habitación, para por último llevar mi vista hasta la chica y dejarla por un largo tiempo ahí, la chica era sorprendentemente hermosa, no era para nada a como me la había imaginado, sus piernas eran largas y lindas, su piel era tan blanca que me costaba saber si estaba bien de salud, unas oscuras ojeras decoraban sus bellos ojos negros, su cabello oscuro se encontraba amarrado en una apretada cola de caballo, llevaba un delineado para nada sutil, y un vestido negro, muy al estilo victoriano.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó la chica con amargura, yo en cambio le regalé una sonrisa torcida antes de contestar:

—Me encanta.

Pero al instante me arrepentí, ya que la chica, de nombre Aracnes, golpeo mi mejilla tan fuerte que todo se volvió oscuridad para mi.

(Meses despues)

Al abrir los ojos una caja cristalina me rodeaba, era como un cuarto de cristal, la puerta se abrió y la única persona que he visto todo este tiempo entró por ella.

—Te preguntaras que hago aquí y porque estas en esta jaula.

—Te lo preguntaría, pero sería solo gastar mi saliva por nada.

—Por primera vez estás equivocado.

Aracnes abrió la jaula, y se sentó frente a mi con tranquilidad, sabiendo que yo no tenía la fuerza física ni psicológica como para enfrentarme a ella.

Yo había sido torturado, golpeado y sanado por sus largas y pálidas manos, las cuales en este momento estaban adornadas por unos gruesos anillos.

—Tu familia te busca —soltó de pronto.

—Yo no tengo familia —no pude evitar el tono seco en mi voz.

La chica suspiró.

—Lamento todos estos meses de tortura —se disculpó, como si eso cambiará algo.

La miré con desprecio.

—Aún así lo sigues haciendo, sigues torturando me día tras día.

—Me duele hacerlo —confesó y ahora sí que se ganó mi atención.

—Desde pequeña fuí entrenada para Reinar, me hacían enfrentarme a mi hermana para ver cual de las dos era mejor, ella siempre ganaba y yo siempre era castigada —se puso de pie, se descalzo, soltó el laso de su vestido y lo dejó caer al suelo, saco un pie y luego el otro, quedando expuesta ante mi.

Mi mirada recorrió su cuerpo, sus piernas estaban llenas de cicatrices, en sus muslos tenía marcas de hebillas, en sus piernas habían cicatrices tan grandes que trague saliva al instante, en sus tobillos había marcas que no logré identificar.

La Chica Newell Donde viven las historias. Descúbrelo ahora