Capitulo 28

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Lydia corría asustada esquivando hechizos, no sabía en qué momento se había separado de su esposo y aliados, hasta que finalmente escuchó voces que le parecieron conocidas y pronto distinguió a Hermione sintiéndose aliviada, Fred y Percy aparecieron por el lado contrario del pasillo luchando contra figuras con máscara y capucha.

—¡Fred!—Llamó a su esposo sin éxito de ser escuchada.—¡Fred!

Fred entonces se había dado cuenta que su esposa estaba ahí, Lydia corrió a su lado siendo sostenida por la mano de el.

—Ok, ambos somos pésimos siguiendo reglas.—Bromeó Fred.

—Así te amo, querido.—Se burló la rubia sintiéndose calmada de estar junto a él.

—También te amo.—Repitió.

—¡Hola, señor ministro!—Gritó Percy y lanzó un embrujo.—¿Le he comentado que he dimitido?

—¡Bromeas, Perce!—Ahora gritó Fred al mismo tiempo que el mortífago con quien peleaba se derrumbaba bajo el efecto de tres hechizos aturdidores.—¡Sí Perce, estás bromeando! Creo que es la primera vez que te oigo explicar chistes desde que...

Se produjo una fuerte explosión provocando que nuevamente la pareja se separara, Lydia fue lanzada a un lado recibiendo leves raspones y probablemente algunos moretones. Entonces se escucharon gritos, aturdida intentó moverse dándose cuenta de que un trozo de la pared del castillo había caído.

—¡Fred!—Gritó desesperada al no verlo.

—¡Lydia, aquí está!—Percy llamó a su cuñada cuando por fin distinguió la cabellera pelirroja del Weasley.

La rubia corrió como puedo hasta el lugar notando a Fred quien aún no se había movido del suelo y en seguida se dio cuenta de que algo no iba bien. Porque aquella mirada no era normal. Era una mirada fija, los párpados no se movían, las pupilas estaban anormalmente dilatadas. Y aquella extraña expresión de la boca, aquella sonrisa fija, como la de una estatua.

—¡No, no, no!—Lydia se echó entre los escombros rompiendo en llanto.—¡Fred, responde!

Sus manos temblorosas apenas podían tocar el rostro sonriente de su esposo, quería que en cualquier momento se levantara echándose a reír pero eso ya no era posible.

—Cariño, por favor despierta.—Lloró sin poder respirar.—Fredie, te necesito... Por favor despierta.

—Han luchado con valor... Lord Voldemort sabe apreciar la valentía. Sin embargo han sufrido numerosas bajas. Si siguen ofreciéndome resistencia, morirán todos, uno a uno. Pero yo no quiero que eso ocurra, cada gota de sangre mágica derramada es una pérdida y un derroche. Lord Voldemort es compasivo y voy a ordenar a mis fuerzas que se retiren de inmediato. Les doy una hora. Entierren a sus muertos como merecen y atiendan heridos. Y ahora me dirijo directamente a ti Harry Potter. Has permitido que tus amigos mueran en tu lugar en vez de enfrentarte personalmente conmigo, pues bien, esperaré una hora en el Bosque Prohibido, y si pasado ese plazo no has venido a buscarme, si no te has entregado, entonces se reanudará la batalla. Esta vez yo entraré en la refriega, Harry Potter, y te encontraré, y castigaré a cualquier hombre, mujer o niño que haya intentado ocultarte de mí. Tienes una hora.

Media hora más tarde Madame Pomfrey y algunos ayudantes habían atendido a Lydia, habían puesto a los muertos formando una hilera en medio del comedor, Lydia no había podido contener las lágrimas al ver los cadáveres de Remus y Tonks. George se había mantenido al lado de la rubia intentando calmarla la cual se había negado a separarse del cadaver de su esposo.

—Cedric te va a extrañar mucho, cariño mío.—Hablaba a su fallecido Fred.—Pero el sabe cuanto lo amaste, cuanto me amaste a mi... Pude protegerte y no lo hice, juré cuidarte la espalda pero soy una inútil.

—No digas eso, Lydia.—George negó con las lágrimas aún resbalándole.—El sabe cuanto te esforzaste por protegerlo.

Lydia miró a George a los ojos, ambos habían llorado durante mucho tiempo por la misma persona, hasta que los ruidos de personas acercándose llamaron su atención, Lydia besó la mejilla de Fred antes de levantarse para averiguar que sucedía.

—Harry Potter ¡Está muerto!

Lydia fue abrazada por George quien al igual que ella creía que no podría derramar más lágrimas pero para su sorpresa Harry Potter estaba con vida. La guerra había comenzado otra vez pero esta vez se concentraba en el Gran Comedor, Lydia había arrastrado a George con ella, los elfos domésticos entraron atropelladamente gritando y blandiendo cuchillos de trinchar y cuchillas de carnicero; uno con un relicario al cuello iba a la cabeza gritando: "¡Luchen! ¡Luchen! ¡Luchen por mi amo, el defensor de los elfos domésticos! ¡Derroten al Señor Tenebroso en nombre del valiente Regulus! ¡Luchen!" Se lanzaron sin piedad contra las pantorrillas y tobillos de los mortífagos que caían como moscas, superados por maldiciones, al tiempo que se arrancaban flechas, recibían cuchilladas en las piernas o simplemente trataban de escapar, aunque eran engullidos por aquella horca imparable.

Entonces recordó la varita que le había entregado a Dumbledore, de todos los magos pudo distinguir a Voldemort usándola hasta que finalmente la dejó caer por culpa de uno de sus contrincantes el cual fue rápidamente asesinado.

—¡Accio!—Gritó Lydia corriendo a fuera del castillo.

La varita al instante fue a ella, a su verdadera ama, la varita más poderosa del mundo mágico era de Lydia Grindelwald y eso ni el mago tenebroso podría cambiarlo.

Harry quería defenderla pero sabia que Lydia era lo suficientemente fuerte para vencerlo, después de todo tan solo bastaba matarlo para librarse de él.

—Nunca más volverás a matar...—Gruñó entre dientes.

De repente un resplandor dorado molestó los ojos de todos, aquel hechizo estaba debilitando al Señor Tenebroso y finalmente Lydia vengó a su esposo;—¡Avada Kedavra!

El estallido resonó como un cañonazo, y lo que antes era considerado el mago más tenebroso ahora estaba desapareciendo.

Voldemort estaba muerto.

Grindelwald |Fred Weasley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora